Apocalipsis 11:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 11:1 | Comentario Bíblico Online

En esta primera parte del cap. Apo 11:1-19 tenemos: 1) La medición del Templo de Dios (vv. Apo 11:1, Apo 11:2); 2) La aparición de dos testigos especiales, cuyas características se describen a continuación (vv. Apo 11:3-6); 3) El asesinato de los dos testigos a manos del Anticristo (vv. Apo 11:7-10); 4) Su resurrección y traslación al cielo (vv. Apo 11:11-14).

1. El capítulo comienza (vv. Apo 11:1, Apo 11:2) con la orden que se le da a Juan de medir el santuario, el altar y a los que adoran en él: «Me fue dada una caña como una vara de medir y se me dijo: Anda y mide el templo de Dios y el altar, y cuenta los que adoran en él; pero no incluyas el atrio exterior; no lo midas, porque ha sido dado a los paganos; ellos hollarán la ciudad santa durante cuarenta y dos meses » (NVI).

(A) No se trata, pues, de una visión, sino de un oráculo que recibe el vidente de Patmos. El griego naón significa, como ya lo dijimos, el santuario propiamente dicho, es decir, el Lugar Santo y el Santísimo. Se añade el altar, que estaba fuera, pero junto al santuario; los que adoran puede significar dos cosas: (a) El lugar que ocupan los que allí rinden culto; (b) dependiendo del verbo «mide», pero en el sentido de «cuenta», como ha traducido la NVI.

(B) Se le prohíbe a Juan (v. Apo 11:2) medir el atrio exterior y la ciudad, porque todo eso ha sido entregado a los gentiles, quienes profanarán la ciudad santa, Jerusalén, durante cuarenta y dos meses, es decir, tres años y medio. Para entender esta medición, es preciso compararla con la de Zac 2:2-9, en la que parece estrechar a sus habitantes, pero un ángel le dice que Jerusalén crecerá sin medida; también, con Ezequiel capítulos Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20, donde se nota claramente la separación que se hace entre lo sagrado y lo profano; finalmente, en Isa 34:11, Edom es medido con cuerdas de destrucción.

(C) Por tanto, la medición (algo parecido a lo que sucede con la visitación) puede ser símbolo de preservación o de destrucción. Aquí, lo medido será preservado, mientras que el resto será profanado por los paganos o gentiles (v. Sal 79:1; Isa 63:18; Dan 8:13; Luc 21:24), por un espacio de tiempo, símbolo de maldición: 42 meses, igual a 1.260 días (contando todos los meses como de 30 días) y a tres años y medio. Además de que tres y medio es el número que parte por medio al número siete, número de plenitud y perfección (atribuido preferentemente a Dios), está el hecho histórico de que el pueblo de Israel pasó días angustiosos de aprieto y persecución bajo Antíoco IV Epífanes; y eso, precisamente desde junio del año 168 hasta diciembre del 165 a. de C., esto es, durante tres años y medio. Dice Bartina (ob. cit., pág. 714): «De ahí que tres y medio y sus equivalentes numéricos sean símbolo de lo que no madura, de lo que no llega al fin pretendido». Compárese con Dan 7:25; Dan 12:7; Apo 12:6, Apo 12:14; Apo 13:5.

(D) A la luz de la profecía de Ezequiel (Ez. caps. Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20), este templo al que se alude aquí «será, evidentemente, edificado durante los días de la tribulación, donde el culto judío de adoración se llevará a cabo durante la primera parte de ese período, y en el cual, a la mitad del período de siete años, el hombre de pecado se exaltará a sí mismo para ser adorado (2Ts 2:4)» (Ryrie). Para que no haya confusión en cuanto al designio de este Templo (no edificado para cristianos, sino para judíos que desean renovar sus antiguos sacrificios, etc.), bueno será escuchar lo que dice Walvoord (ob. cit., págs. 176 177):

El Templo aquí es evidentemente el que existirá durante la gran tribulación. Construido originalmente para el culto de los judíos y la renovación de sus antiguos sacrificios, es profanado durante la gran tribulación y se convierte en residencia de un ídolo del gobernador del mundo (cf. 2Ts 2:4; Apo 13:14, Apo 13:15; Dan 9:27; Dan 12:11). Por esta razón, es muy significativo el que a Juan se le ordene medir no sólo el Templo y el altar, sino también a los adoradores. Está diciendo en efecto, que Dios es el juez del culto del hombre y del carácter del hombre y que todos tienen que rendirle cuentas. También implica, por cuanto la caña tiene diez pies de largura, que el hombre no llega, ni con mucho, al nivel que Dios exige. Incluso una persona muy alta quedaría por debajo del nivel de los diez pies de la caña de medir. Por consiguiente, Dios no sólo está reclamando, con esta medición, que es dueño del Templo y del altar, sino que está también demostrando las deficiencias de los adoradores que no llegan a la medida del nivel que Él exige.

(E) Permítaseme añadir, como curiosa información de la que no puedo salir personalmente garante, que según dicen después de la guerra de los siete días (1967), cuando los judíos reconquistaron la parte de Jerusalén que ocupaban los árabes, y los territorios que les faltaban para poder trazar las fronteras diseñadas en Ezequiel para el final de los tiempos (y que todavía hoy están sin delimitar con precisión), alguien preguntó al general Moshé Dayán (ya difunto; no se le confunda con el embajador de Israel en Guatemala, del mismo nombre y apellido): «¿Cuándo será reconstruido el Templo tercera profecía por cumplir una vez que ya tienen Uds. restaurado el Estado de Israel y recobradas las antiguas fronteras?» A lo que respondió él (siempre según las mismas fuentes): «No lo sé, pero Dios puede producir un pequeño terremoto». Aludía, sin duda, a una intervención sobrenatural que destruyese la actual mezquita y propiciase el momento de tal reconstrucción. Al presente (1988), los judíos no están pensando en reconstruir en Jerusalén el Templo, sino una gran sinagoga. En relación con tal reconstrucción, dice Barchuk (ob. cit., pág. 179):

En cuanto a medios, ya los hay. Circulan rumores en el sentido de que los hebreos americanos tienen listo incluso todo el material para el templo y que solamente esperan la oportunidad para colocarlo allí. Por eso, aun en la primera mitad de la semana estará listo el templo, y al medio mismo de dicha semana, el anticristo señoreará en el templo (Dan 9:27).

2. En los versículos Apo 11:3-6, son introducidos en escena dos testigos muy especiales: «Y yo daré poder a mis dos testigos (lit. daré a mis dos testigos), y ellos profetizarán durante 1.260 días, vestidos de saco. Éstos son los dos olivos y los dos candelabros que están en la presencia del Señor de la tierra. Si alguno trata de hacerles daño, sale fuego de la boca de ellos y devora a sus enemigos. Así es como tiene que morir cualquiera que intente hacerles daño. Estos hombres tienen poder para cerrar el cielo para que no llueva durante el tiempo en que ellos están profetizando; y tienen poder para convertir las aguas en sangre y para herir la tierra con toda clase de plagas cuantas veces quieran» (NVI).

(A) Los dos olivos, con clara referencia a Zac 4:3, Zac 4:11-14, indican que estos testigos estarán llenos del Espíritu Santo, mientras que los dos candelabros (en lugar de uno en Zac 4:1-14) dan a entender que estarán brillando notoriamente por su testimonio, acompañado de los poderes milagrosos que se mencionan a continuación, con lo que podrán contrapesar, con mucha ventaja, las brujerías y falsos milagros que el Anticristo realizará en aquel tiempo.

(B) La identificación de tales testigos no puede afirmarse de forma «dogmática». A pesar de la mención de los olivos y de los candelabros, Zorobabel y el sumo sacerdote Josué de Zac 4:14 quedan aquí descartados, pues no pueden aplicarse a ellos los poderes milagrosos que se citan aquí. Basta una somera lectura del versículo Apo 11:6 para darse cuenta de que hay aquí una clara referencia a Elías y a Moisés. Sin intentar, como hemos dicho, ser «dogmáticos» en este punto, creo que, en efecto, estos testigos serán Moisés y Elías, como lo vamos a demostrar:

(a) Contra los que opinan que, en lugar de Moisés, debe pensarse en Enoc, sostengo con Barchuk que Enoc debe ser descartado, pues, como dice él: «Enoc vivió antes del diluvio, era incircunciso y, en general, no era hebreo. Él era más bien un profeta para el pueblo en general y, por ende, no podría tener autoridad entre los hebreos. Sin embargo, estos dos testigos estarán actuando especialmente en Palestina» (ob. cit., pág. 185).

(b) Tanto las tradiciones rabínicas como el contexto general de la Biblia nos confirman que, efectivamente, se trata de Moisés y Elías. En cuanto a Elías, basta con leer Mal 4:5: «He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible». Por otra parte, el versículo Apo 11:6 nos facilita referencias como Éxo 7:20, Éxo 7:21; Éxo 9:23, Éxo 9:24; Levítico 16:35; 1Re 17:1; 2Re 1:9-15; Stg 5:17, todas las cuales nos dan la misma identificación de Moisés y Elías.

(c) En el Targum del rabino Johanán ben Zakkay se dice de Moisés lo siguiente: «Así yo envío (habla Jehová) al profeta Elías, ambos debéis ir juntos». El hecho de que Moisés y Elías, como representantes de la Ley y de los profetas, apareciesen en el monte de la Transfiguración como testimonio fehaciente de la futura obra y de la manifestación presente del Mesías, nos avala su identidad en la porción presente.

(d) Se objeta por parte de algunos como Moorehead (citado por W. M. Smith, ob. cit., pág. 1.510) que «es sumamente improbable que estos santos (Enoc, Elías y Moisés), después de siglos de felicidad en el cielo, sean enviados a la tierra para dar testimonio a judíos y gentiles». Personalmente opino que Elías no se halla en el cielo, puesto que eso equivaldría a asignarle un cuerpo ya glorificado, con lo que sería imposible que lo asesinasen en la tierra. Más bien habrá de encontrarse en un lugar situado fuera de este mundo tridimensional, guardado por Dios de una manera que ignoramos. En cuanto a Enoc, no hay ninguna dificultad, en fin de cuentas, en que se halle ya glorificado en el cielo, puesto que es muy improbable que se refiera a él el pasaje que comentamos.

(e) Otro caso muy diferente es el de Moisés y Elías. Con respecto a Elías, no hay inconveniente en que haya de morir durante la Tribulación, puesto que es ley común de los hombres que «mueran una vez» (Heb 9:27), y de él se dice expresamente en Mal 4:5 que vendrá de nuevo antes de la Segunda Venida del Mesías, así como vino Juan el Bautista (con el espíritu de Elías, no en la persona de Elías v. Jua 1:21) para preparar el camino del Mesías en su Primera Venida.

(f) Mayor es la dificultad que presenta el caso de Moisés, el cual de cierto murió según la Palabra de Dios (Deu 34:5-7). El hecho mismo de que el diablo reclamase el cuerpo de Moisés (v. el comentario a Jud 1:9), nos da a entender que él mismo no sabía dónde se hallaba sepultado, e incluso que tampoco el arcángel Miguel lo sabía. De aquí podría sospecharse es mi opinion personal que Moisés, muerto en todo su vigor (Deu 34:7) en castigo de su pecado, fue resucitado, como tantos otros, con una resurrección provisional, para morir durante la Gran Tribulación. Tanto el muerto (Moisés) como el trasladado (Elías), se encontrarían así vivos ahora en un lugar que sólo Dios conoce. Oigamos a Barchuk:

Hay una condición más que habla en este caso en favor de Moisés, y son los sucesos en torno a su cuerpo. En general, la muerte de Moisés ha sido escondida y secreta (Deu 34:5, Deu 34:6), lo que despierta muchos interrogantes. En primer lugar, ¿por qué Dios mismo sepultó a Moisés? ¿Dónde y cómo? ¿Por qué Dios ocultó el sepulcro de Moisés de tal manera que nunca nadie supo en qué lugar fue sepultado?… ¿Cómo sucedió que en el monte de la Transfiguración, el muerto Moisés y el arrebatado vivo al cielo Elías, estaban en cuerpo iguales?… Sin duda, el Señor previó desde la eternidad que Moisés y Elías estuviesen en los asuntos de Cristo en los tiempos más difíciles de la historia del reinado de Cristo. Probablemente para esta meta es que el Señor guardó el cuerpo de Moisés de la destrucción. Es probable, además, que la muerte de Moisés haya sido tan agradable, que ni podía ser considerada como muerte y luego él pudo resucitar en un cuerpo igual al de Elías, y así, juntos ellos se están preparando para el gran testimonio y una lucha pesada con el mismo Satanás en la persona del Anticristo.

No obstante, son muchos los autores, incluso premilenialistas, que sostienen que la identificación de tales testigos no puede afirmarse de forma dogmática. Grandes expertos en profecía, como J. Walvoord y D. Pentecost, hacen la misma salvedad, y resaltan que, aunque se trata sin duda de personas individuales, bien podrían ser hombres de espíritu parecido al de Moisés y Elías, sin que sean ellos mismos en persona (comp. con Luc 1:17). Muchos otros premilenialistas, como W. Smith, I. E. Davidson y W. Newell se hallan indecisos. Smith no se decide por ningún personaje, Davidson no especifica y W. Newell (ob. cit., pág. 153) dice: «Hacemos hincapié en que no es la identidad de estos testigos, sino el carácter y la historia de su testimonio, lo que el Espiritu de Dios declara aquí».

Los antidispensacionalistas se hallan en mayor confusión todavía. Dice F. F. Bruce: «Son figuras que simbolizan la Iglesia en sus funciones regia y sacerdotal» (ob. cit., pág. 1.695). Hendriksen (ob. cit., pág. 130) afirma: «La Iglesia como poderosa organización misionera». Del mismo parecer son Grau (ob. cit., págs. 191, 192) y L. Morris (Revelation, pág. 144). Más disparatada todavía es la opinión del Dr. M. Lloyd-Jones, según el cual dichos testigos representan la Ley y el Evangelio (grabado en casete).

D. Pentecost (ob. cit., págs. 304 y ss.) expone muchas otras opiniones que sería prolijo exponer y comentar. Personalmente, aunque sin dogmatizar, me adhiero a lo dicho arriba por Barchuk, opinión que comparten J. B. Smith e I. M. Haldeman (citados por Walvoord, ob. cit., pág. 178). W. Smith, de quien hemos dicho arriba que se halla indeciso, está de acuerdo con Moorehead (también premilenarista) en lo siguiente (ob. cit., pág. 1.510): «Es extremadamente improbable que estos santos (Moisés y Elías), después de siglos de gloria en el cielo, hayan de ser despachados a la tierra para dar testimonio a judíos y gentiles». En mi opinión, W. Smith y Moorehead cometen aquí una grave equivocación: Pensar que Moisés y Elías estaban ya glorificados. El hecho de que Lucas diga (Luc 9:31) que «fueron vistos en gloria» (lit.), no significa que hubiesen alcanzado ya el estado de gloria subsiguiente a la resurrección (lo cual no se compagina con 1Co 15:23, donde Cristo aparece como «las primicias»), sino que, en dicha visión, la gloria del Cristo transfigurado reverberaba en ellos y les rodeaba como una atmósfera.

3. En los versículos Apo 11:7-10 tenemos la muerte violenta de estos dos testigos, con gran regocijo por parte de sus enemigos: «Ahora bien, cuando hayan acabado de dar su testimonio, la bestia que sube del Abismo les atacará, les vencerá y les dará muerte. Sus cadáveres quedarán tendidos en la calle de la gran ciudad, que simbólicamente se llama Sodoma y Egipto, allí donde su Señor fue crucificado. Durante tres días y medio, gentes de todo pueblo, tribu, lengua y nación contemplarán sus cadáveres y no permitirán que se les de sepultura. Los habitantes de la tierra se regocijarán por su muerte y la celebrarán enviándose mutuamente regalos, porque estos dos profetas habían atormentado a los que viven en la tierra» (NVI).

(A) Vemos que las condiciones de la humanidad serán entonces tales que los dos testigos necesitarán usar de todos sus poderes para que queden sin excusa quienes escuchen su testimonio. El contexto no muestra que los creyentes se arrepientan de veras, aunque lleguen a persuadirse de que esos hombres poseen un poder sobrenatural. El griego pólemos (v. Apo 11:7) parece incluso indicar que han atraído hacia sí a ciertas multitudes.

(B) La guerra será dirigida por el Anticristo (v. Apo 11:7, comp. con Apo 13:1.), quien recibe de Satanás su poder (v. Apo 12:3, Apo 12:4-9). Pero, sólo cuando hayan acabado su testimonio (v. Apo 11:7), podrá destruirlos; con lo que se muestra, una vez más, que, incluso en esto, el que se sienta en el trono lo controla todo (comp. con Apo 13:5). Quizás, como antaño hizo Elías, la Bestia hará descender fuego del cielo, por permisión divina (v. Apo 13:13), para acabar con ellos.

(C) Sus cadáveres yacerán por tres días y medio en la avenida de la gran ciudad (lit. v. Apo 11:8). ¿Qué ciudad es ésta? La propia Palabra de Dios nos lo dice, y es un gran desatino alegorizar en este punto; se trata de la ciudad donde también el Señor de ellos fue crucificado (v. Apo 11:8. Lit.). Ese «también» no significa que el Señor haya sido crucificado en otros lugares, sino que Jerusalén fue también el lugar de la crucifixión de Cristo, además de ser merecedora de los epítetos de «Sodoma y Egipto» en sentido espiritual, como aclara el mismo texto sagrado.

(D) Es curioso que, en el resto del libro, «la gran ciudad» sea la Babilonia espiritual, es decir, Roma (v. Apo 16:19; Apo 17:18; Apo 18:10.), con lo cual se nos muestra que, en aquel tiempo en que Jerusalén será hollada por los gentiles, y el mismo Anticristo pondrá en su templo su imagen abominable, la «ciudad santa» de los hebreos será un centro de corrupción moral como Sodoma, de orgullo protervo y dominación tiránica como Egipto, y de fornicación idolátrica con todos los dioses y reyes de la tierra como Roma.

(E) Los versículos Apo 11:9 y Apo 11:10 nos dan a entender que los cadáveres de los dos testigos, que yacerán en la gran avenida de Jerusalén, serán vistos por todo el mundo. Ya en el año 1864, escribía Govett:

La palabra blépo, es decir, contemplar, denota que no sólo las naciones los ven, sino que dirigen los ojos hacia ese espectáculo y lo contemplan. Pero, ¿cómo se concibe que por toda la tierra puedan regocijarse por ello si sólo transcurren tres días y medio entre su muerte y su resurrección?… ¿No es perfectamente lógico si el telégrafo por ese entonces se ha extendido con la velocidad con que lo ha hecho en los últimos años? citado por W. Smith, ob. cit., págs. 1.510 1.511).

Govett no podía imaginarse que, cien años más tarde, no sólo el telégrafo, sino también la televisión estaría extendida por todo el mundo, con lo cual será sumamente fácil contemplar desde todas partes los cadáveres de los dos testigos, que el triunfante (de momento) Anticristo tendrá sumo interés en que sean exhibidos continuamente por la televisión, con todos los adelantos que para entonces se habrán llevado a cabo en estos medios de comunicación.

4. En los versículos Apo 11:11-14, se nos relata la resurrección y subida a los cielos de estos testigos, con el espanto consiguiente por parte de sus enemigos: «Pero después de tres días y medio, un aliento de vida procedente de Dios entró en ellos, y se pusieron en pie, y un terror enorme se apoderó de los que los contemplaban. Entonces oyeron una voz potente, procedente del cielo, que les decía: Subid acá . Y subieron al cielo en una nube, a la vista de sus enemigos. En aquella misma hora, se produjo un tremendo terremoto y se derrumbó la décima parte de la ciudad. Siete mil personas perecieron en el terremoto, y los sobrevivientes fueron presa del terror y dieron gloria al Dios del cielo. El segundo ¡ay! ha pasado; el tercer ¡ay! va a llegar enseguida» (NVI).

(A) De un modo similar a como aconteció en el valle de huesos secos de Eze 37:1-28, un espíritu de vida procedente de Dios (lit. Comp. con Gén 2:7) volverá a entrar en los cadáveres después de los tres días y medio. Bueno será recordar que, según la mentalidad semítica, el alma queda junto al cadáver los tres primeros días después de la defunción, para abandonarle definitivamente al cuarto día, lo que confiere mayor relieve a la resurrección de Lázaro (al cuarto día v. Jua 11:17 ). Podemos imaginarnos el espanto de los enemigos de Dios (phóbos mégas v. Apo 11:11 ) al ver que aquellos a quienes consideraban definitivamente derrotados y destruidos, se levantan sobre sus pies.

(B) El gozo de los impíos por la muerte de los dos testigos ha durado poco. Después de su resurrección, Juan nos dice (v. Apo 11:12) que los testigos oyeron una potente voz, la de Jesucristo, que daba la orden de que subieran, gloriosos e impasibles para siempre, a los cielos. «Subieron al cielo en una nube»; esto es símbolo de gloria y majestad, pues la nube vela, a la vez que revela, la presencia gloriosa de Dios (v. Hch 1:9). Puede verse, en particular, el sentido de la nube en Mat 17:5 y paralelos, especialmente en Luc 9:31, donde se dice que Moisés y Elías aparecieron, no «vestidos» (v. Luc 9:29), sino «rodeados de gloria», esto es, iluminados por el reverbero de gloria que emanaba del resplandor de Jesús.

(C) Por otra parte, 2Re 2:11 nos dice que «Elías subió al cielo en un torbellino». En su comentario a este lugar, dice J. Gill que esto significa que, al pasar por la región del aire, «fue desvestido de su mortalidad y corrupción y hecho apto para el mundo invisible». Según las leyes de la relatividad, lo que está al margen de nuestro ámbito espaciotemporal no sufre los avatares de nuestro mundo. Es, por tanto, posible que Elías y Moisés sean reservados mortales, pero no afectados por el paso del tiempo; algo así como «hibernados».

(D) Y sus enemigos los vieron (v. Apo 11:12, al final). De la misma manera que todos podrán ver, mediante la televisión u otro medio, sus cadáveres, así también podrán ver su resurrección y subida a los cielos. Ocurrirá algo parecido a lo que sucedió en la muerte y resurrección del Señor. En la muerte de Cristo, Satanás con todas sus huestes celebrarían con júbilo la aparente derrota del Mesías crucificado, pero su resurrección gloriosa hizo desembocar en una tremenda y definitiva derrota el efímero júbilo de los demonios en el escaso día y medio que transcurrió entre la muerte de Jesús y su salida triunfante del sepulcro.

(E) Tras de la muerte y resurrección de los dos testigos, Dios da un notorio refrendo a la inocencia de éstos y confunde la maldad de sus perseguidores (v. Apo 11:13) mediante la producción de un terremoto que diezma la ciudad. Es verosímil que se trate de un número simbólico, pues no es probable que Jerusalén cuente entonces con sólo 70.000 habitantes, ya que en el censo del año 1983 contaba con 472.900 (no obstante, no se descarta el que muchísimos hayan muerto antes). Ello se corrobora por el dato simbólico de los 7.000 seres humanos que perecen en el terremoto, lo cual contrasta con los 7.000 imitadores de Elías que no doblaron la rodilla ante Baal. Recuérdese que el 7 es número de perfección o totalidad y que, multiplicado por 1.000 (el número matemático perfecto) nos da la cifra de 7.000.

(F) El texto sagrado añade (v. Apo 11:13) que los sobrevivientes del terremoto «fueron presa del terror (NVI. Gr. émphoboi eguénonto, se llenaron de miedo) y dieron gloria al Dios del cielo». ¿Quiere decir esto que se arrepintieron y convirtieron? Los autores católicos en general, y algunos evangélicos, como Bruce y Caird, opinan que sí, al comparar con Luc 23:47, Luc 23:48; Apo 14:7; Apo 15:4. Otros, como Hendriksen y Walvoord, a cuya opinión me adhiero, piensan que no se trata de un temor saludable, sino de un terror para mayor endurecimiento, y aducen como ejemplos Dan 2:47; Dan 3:28; Dan 4:1., Dan 4:34, Dan 4:37, que no significan una verdadera conversión por parte de Nabucodonosor.

(G) El versículo Apo 11:14 nos dice sobriamente que el segundo ¡ay! ha pasado, puesto que correspondía a la sexta trompeta, a la vez que anuncia la llegada del tercer ¡ay! Entre las diversas opiniones, me inclino por la que sugiere que el tercer ¡ay! corresponde al toque de la séptima trompeta que viene a continuación, y cuyos efectos se van a hacer sentir en el tiempo que resta de la Gran Tribulación hasta la inauguración del Milenio.

Apocalipsis 11:1 explicación
Apocalipsis 11:1 reflexión para meditar
Apocalipsis 11:1 resumen corto para entender
Apocalipsis 11:1 explicación teológica para estudiar
Apocalipsis 11:1 resumen para niños
Apocalipsis 11:1 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí