Apocalipsis 1:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 1:4 | Comentario Bíblico Online

Venimos ahora al saludo que el autor sagrado dirige (v. Apo 1:4) a las siete iglesias del Asia Menor. Dicen así los versículos Apo 1:4-8 en la NVI: «Juan, a las siete iglesias que hay en la provincia de Asia: Gracia y paz a vosotros de parte de (gr. apó) aquel que es, que era y que ha de venir (gr. ho erkhómenos, el que viene); y de parte de los siete espíritus (o del séptuple Espíritu) que están delante de su trono; y de parte de Jesucristo, que es el testigo fiel, el primer resucitado de entre los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. A aquel que nos ama y nos ha libertado (gr. lúsanti, lectura mejor atestiguada que loúsanti, ha lavado) de nuestros pecados por medio de su sangre, y ha hecho de nosotros un reino y sacerdotes al servicio de su Dios y Padre a Él sea la gloria y el poder (lit. el imperio o soberanía gr. krátos) por los siglos de los siglos. Amén.

Mirad, viene con las nubes,

y todos los ojos le verán,

incluso los que le traspasaron;

y todos los pueblos de la tierra

se golpearán de dolor el pecho por su causa.

¡Así será! Amén.

Yo soy el Alfa y la Omega , dice el Señor Dios, el que es, el que era y el que ha de venir (la misma frase del v. Apo 1:4), el Todopoderoso .»

1. Juan envía un saludo, de parte del Trino Dios, a las siete iglesias que formaban parte de las que estaban ubicadas en la provincia romana del Asia proconsular. I. E. Davidson (Readings in Revelation, Barbican Book Room, 1969, pág. 18) observa que «las siete iglesias fueron seleccionadas con el propósito de describir los rasgos salientes de la iglesia profesante en el curso de su historia». Están nombradas siguiendo una vía imperial circular, de izquierda a derecha y después de derecha a izquierda, en forma de herradura (v. el v. Apo 1:11), y es Éfeso la primera y como la cabeza o capital de las demás.

2. Aunque las cartas van dirigidas a siete iglesias, su destino es universal, como puede verse por Apo 2:7, Apo 2:11, Apo 2:17, Apo 2:29; Apo 3:6, Apo 3:13, Apo 3:22, donde se repite, como un estribillo: «el que tiene oído oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias». Podemos decir que representan 7 tipos históricos y 7 retratos proféticos, tanto de las iglesias del pasado como de las del presente y del futuro. Como dice el fragmento de Muratori: «aunque escribe a siete, lo dice para todos». Por Apo 1:19, puede colegirse que la porción concerniente a las cartas a las 7 iglesias (Apo 2:1-29; Apo 3:1-22) pertenece al tiempo de «las cosas que son», es decir, a la época de la Iglesia. Pero la aplicación puede hacerse al interpretar los mensajes a tres niveles:

(A) A nivel horizontal pasado, es decir, el sentido literal exige que, a pesar del simbolismo del número siete, los mensajes se entiendan como enviados a las iglesias especificadas por su nombre, y en el tiempo en que Juan escribía esto. Esto es algo que nadie puede negar.

(B) A nivel horizonal continuo, esto es, estas siete iglesias son representativas de siete condiciones distintas en que se hallan las iglesias de cualquier época a partir del siglo I de nuestra era. Como trasfondo de un sentido secundario, que se da en todos los libros de la Biblia, este sentido ha de admitirse también; de lo contrario, los mensajes a las siete iglesias no tendrían ninguna relevancia para nosotros, los que vivimos a fines del siglo XX.

(C) A nivel vertical histórico, según el cual cada iglesia representa un determinado período de la historia de la Iglesia, hallándose ahora ésta, en general, en la condición de la congregación de Laodicea: fría y autosuficiente. No todos los futuristas admiten este tercer sentido y no se hasta qué punto es prudente darlo por «dogmáticamente» seguro hasta inscribirlo en epígrafes en la propia Biblia, como hacen la Biblia Anotada de Scofield y la Pilgrim Edition (Oxford University Press, New York, 1948, y subsiguientes ediciones).

No quiero decir con esto que dicha división en épocas sea totalmente arbitraria, pues lo cierto es que concuerda, no sólo con las diversas situaciones históricas, sino también con el propio significado de los nombres de las respectivas iglesias. Suele objetarse especialmente contra la atribución del estado de la iglesia de Sardis al período de la Reforma, puesto que aquello supuso el gran reavivamiento de la Iglesia en el siglo XVI. Sí, es cierto que la Reforma del siglo XVI colocó la Biblia en el centro de la Iglesia, pero no produjo muchos hombres que tomaran a pechos la santificación personal (entiéndase, en aquel siglo), ya que el énfasis caía, con muy poco contrapeso de la otra parte, sobre la justicia imputada por medio de la fe sola. Dice Conrad Grebel (muerto el año 1526), el verdadero pionero de los bautistas modernos: «Ahora todos quieren salvarse mediante una fe superficial, sin los frutos de la fe, sin el bautismo de la prueba y la tribulación, sin amor ni esperanza y sin prácticas verdaderamente cristianas». (Citado por J. L. González, La Era de los Reformadores. Edit. Caribe, 1980, pág. 970.)

3. El saludo consiste (v. Apo 1:4) en una bendición de parte de las tres personas de la Deidad, las cuales aparecen en el siguiente orden: Padre, Espíritu, Hijo. Cierto comentarista dice agudamente que lo más probable es que Juan, al dirigir su vista a la liturgia celestial, tuviese en cuenta que los grandes símbolos del Lugar Santísimo estaban en este orden: al fondo, el Arca y, sobre ella, la nube de la gloria de Jehová (el Padre); delante, el candelabro de los siete brazos (el séptuplo Espíritu); y delante de este, el altar de los sacrificios, figura del sacrificio del Calvario (el Hijo) (V. W. Hendriksen, More than conquerors, pág. 53).

4. El contenido mismo del saludo (v. Apo 1:4) es: «Cracia (gr. kháris) a vosotros y paz (gr. eiréne)». «Gracia» es el favor desmerecido de Dios, hecho «don inefable», concreto y total, en Jesús. La gracia se atribuye al Señor Jesucristo en 2Co 13:14, pues vino «lleno de gracia y de verdad» (Jua 1:14. V. el comentario a este lugar), mientras que la paz representa el cúmulo de bendiciones que nos vienen de Dios (v. Stg 1:17). Shalom, paz, representa además la forma corriente de saludo entre los judíos, mientras que el griego khaíre, de la misma raíz que kháris (gracia), era la fórmula corriente de saludo entre los griegos.

5. No se puede pasar por alto el contenido mismo de lo que indican los nombres con que Juan se refiere a las tres personas de la Deidad, así como la forma, aparentemente incorrecta, de la sintaxis juánica en este versículo Apo 1:4:

(A) Al Padre se le describe como «el que es y que era y que viene» (lit.), expresión que desdobla el profundo sentido de Éxo 3:14, Éxo 3:15: «YO SOY EL QUE SOY … EL YO SOY me envía a vosotros», con lo que se declara, de otra forma, tanto la eternidad de Dios como su relación vital con la Historia. No es una eternidad reposada, sino activa y hasta comprometida en la salvación de los elegidos y en el juicio terrible de los rebeldes; por eso, dice «… y el que viene» (lit.), en lugar de «… y el que será» (comp. con Heb 13:8, aplicado a Jesucristo). La redacción gramatical es, a primera vista, incorrecta, puesto que la preposición griega apó (desde, de parte de) rige genitivo. La anomalía se presenta otras tres veces (Apo 4:8; Apo 11:17; Apo 16:5), y la explicación más obvia es que Juan toma la frase como un eslogan estereotipado, fijo e indeclinable en sí mismo, de forma parecida a Éxo 3:14 «ÉYO SOY me ha enviado a vosotros». ¡Incluso el imperfecto «era» (gr. en) va precedido del artículo masculino, con lo que se determina que se trata de una persona. A Juan no le interesaban los problemas gramaticales, sino la fuerza del contenido, por eso, violenta aquélla para exponer éste en su contexto hebreo de Éxo 3:14. Los creyentes podemos estar tranquilos; tenemos un Dios que gobierna el pasado, el presente y el porvenir.

(B) De la misma manera que el candelabro de los siete brazos estaba entre el Arca del Pacto y el altar de los sacrificios, así también al Espíritu Santo se le nombra entre el Padre y el Hijo (v. Apo 1:4): «Y de los siete espíritus que están delante de (gr. enópion, a la vista de) su (del Padre) trono». Se trata aquí del Espíritu desplegado en siete, número de la perfección espiritual, número de Dios, siguiendo el modelo de Isa 11:1, Isa 11:2 y, en último término, del candelabro de los siete brazos, cuyas siete tazas estaban alimentadas por el aceite que servía de pábulo (comp. con Zac 4:1-14) y que en la Biblia es símbolo del Espíritu Santo (comp. Isa 61:1 con 1Jn 2:20, 1Jn 2:27). Algunos comentaristas sostienen que Juan habla aquí de los siete arcángeles que están en la presencia de Dios (según tradición no basada en las Escrituras canónicas), o de los serafines de Isa 6:1., pero hay dos poderosas razones en contra de tal opinión: (a) Nunca en la Biblia se sustituye la palabra «ángeles» por «espíritus» (gr. pneúmata) cuando se trata de ángeles buenos; (b) los ángeles no pueden comunicar la gracia y la paz a nivel de igualdad con el Padre y el Hijo (v. Zac 4:2, Zac 4:6, Zac 4:10; Apo 4:5; Apo 5:6, y comp. con Heb 1:13, Heb 1:14; Apo 22:8, Apo 22:9). Al comentar Apo 3:1, donde reaparecen los siete espíritus en conexión con las «siete iglesias», dice Kiddle (NBC, 1170):

Cuando nos percatamos de que el 7 siempre comporta la idea de unidad y perfección, más bien que de diversidad, de forma que nos lleva a pensar en el Espíritu y en la Iglesia, más bien que en siete espíritus y siete iglesias, entonces tenemos a la vista una posible solución: … Los siete espíritus y las siete estrellas … son el Espíritu profético y el carácter celestial de la Iglesia, en la que el Espíritu da vida.

(C) Finalmente (v. Apo 1:5), la paz y la gracia vienen tambien de parte de Jesucristo, según Jua 1:14, Jua 1:17, ya citados. De Él se dice que es «testigo fiel» (gr. pistós, fiable, fidedigno); más aún, el griego repite el artículo: «el testigo el fiel», para dar más énfasis, como es costumbre en Juan. En Apo 3:14 se le llama «el testigo fiel y verdadero» (gr. alethinós, el genuino, que no puede falsificarse). El Evangelio según Juan está lleno de frases en que Cristo da testimonio de sí mismo como verdadero Mesías y Salvador del mundo; y en la mañana del día mismo de su muerte en cruz, le dijo a Pilato: «Yo para esto he nacido, y para esto he venido al mundo, PARA DAR TESTIMONIO DE LA VERDAD. Todo aquel que es de (gr. ek, procedente de, perteneciente a) la verdad, oye mi voz» (Jua 18:37). En Apo 19:10, leemos que «el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía», es decir, la revelación que Jesucristo nos transmite del Padre coincide con el espíritu profético, puesto que el núcleo de la profecía (y, en general, de las Escrituras comp. con Jua 5:39, Jua 5:46; Luc 24:27 ) tiene por objeto la persona y la obra de Cristo. Lo que se dice de Cristo en los versículos Apo 1:5 y Apo 1:6 merece especial atención. Pero, antes de comentar en detalle cada una de las frases, obsérvese que esta es la tercera y última vez que la expresión «Jesucristo» aparece en el Apocalipsis.

(a) Jesús es el «testigo fiel» (v. Apo 1:5) porque nadie como él es testigo de primera mano, e incapaz de mentir (v. 1Pe 2:22); es, pues, digno de todo crédito al declararnos lo que ve en el Padre desde toda la eternidad (Jua 1:18; Jua 3:11, Jua 3:31-34; Jua 5:19, Jua 5:20; Jua 7:16-18; Jua 8:38; Heb 1:2).

(b) Es también «el primogénito de los muertos». Si se compara esta frase con 1Co 15:20; Col 1:15Col 1:15, Col 1:18, nos damos cuenta de que tiene un doble significado: Primero, Jesús ha sido el primero en salir para siempre de la tumba: la primera flor eterna que brotó de la tierra en la gran primavera de la vida eterna. De la tierra fue formado Adán para ser un viviente que había de morir y acarrear la muerte a toda su descendencia; de la tierra salía Cristo para vivir y ser causa de vida eterna para todos los que crean en Él. Segundo, «primogénito» significa también el heredero de la hacienda (de toda, si es unigénito, como lo es también Él), según el sentido de Col 1:15Col 1:15. Con Él participamos nosotros en la medida en que le seguimos (Rom 8:17).

(c) «Y el soberano (gr. ho árkhon) de los reyes de la tierra». Esta frase enlaza con la anterior, a la luz del Sal 89:27 «Yo también le pondré por primogénito, el más excelso de los reyes de la tierra». Arkhon era el nombre que los griegos daban a los supremos magistrados o gobernantes de una ciudad. Derivado de árkhe (principio que domina, modela o marca una pauta), el «arconte» había de sobresalir no sólo por su autoridad, sino también por su ejemplo. El magistrado supremo era llamado «el arconte de los arcontes», pero Jesús es mucho más, porque Él es «Rey de reyes y Señor de señores» (Apo 19:16), es decir, «el arconte de todos los soberanos de la tierra».

(d) «Al que nos ama (en participio de presente continuo) y nos lavó (o libertó, siempre en participio de aoristo, de una vez por todas) de nuestros pecados en su sangre» (lit.), es decir, por la virtud redentora del derramamiento de su sangre. En favor de la lectura loúsanti, lavó, argumenta Walvoord (ob. cit., pág. 38, nota 1) que «sobre la base de que es más fácil para los copistas saltarse una letra que añadir una letra, algunos prefieren lavó a soltó . Como son muchas las variantes de los textos en el libro del Apocalipsis, la tendencia de los intérpretes modernos es extremar la corrección del texto usado en la Versión Autorizada». Sin embargo, el testimonio de los MSS a favor de lúsanti (libertó; lit. soltó) es abrumador. Además, la fraseología constante de Juan está a favor de esta última lectura, ya que lo de «lavar» no lo suele aplicar a la obra de la Cruz, sino a la acción de la Palabra (v. Jua 13:10, comp. con Jua 15:3). En Apo 7:14, hay un verbo distinto: plúno; no se trata, pues, allí de que Cristo los haya lavado con su sangre, sino de que ellos han limpiado sus uniformes de creyentes militantes en virtud de la sangre de Cristo y en unión con ella (v. Col 1:24). La sangre de Cristo limpia (gr. katharízei, purifica) a los creyentes de todo pecado (1Jn 1:7). Comp. con Apo 5:9 «con tu sangre nos compraste para Dios», así como con Isa 52:3; Mat 20:28; Mar 10:45; Rom 3:23-25; Gál 3:13; Efe 1:7; Col 1:14Col 1:14; 1Ti 2:6; Tit 2:14; Heb 9:12, etc.

(e) «Y nos hizo un reino (v. Apo 1:6), sacerdotes para su Dios y Padre» (lit.). En Éxo 19:6 leemos: «Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa». Palabras que Pedro usa (1Pe 2:9) de la siguiente forma: «Mas vosotros sois linaje escogido, sacerdocio regio, nación santa». Por tanto, Apo 1:6 habla de «un reino sacerdotal», mientras que Pedro habla de un «sacerdocio real». En Apo 5:10, los redimidos repiten desde el cielo la frase de aquí, pero allí va unido por la conjunción y («nos hiciste para nuestro Dios reino y sacerdotes»), lo que insinúa que aquí debería suplirse la conjunción. En el Antiguo Testamento el pueblo ejercía su realeza y su sacerdocio mediante un jefe o rey y mediante una casta sacerdotal; sólo el sumo sacerdote tenía acceso, una vez al año, al Lugar Santísimo. En cambio, ahora cada uno de los creyentes es rey y sacerdote, como también profeta y juez (comp. 1Pe 2:9, 1Pe 2:10 con 1Co 6:1-4). Esto requiere una importante explanación.

Comoquiera que todo es nuestro (1Co 3:21-23), podemos decir, con mucho mayor motivo que el papa Inocencio III, que poseemos el poder como reyes y la autoridad espiritual como sacerdotes (v. también Apo 20:6; Apo 22:5). Por eso, los 24 ancianos (Apo 4:4.), representantes de la Iglesia, según la pauta de las 24 clases sacerdotales (v. 1Cr 24:1-18), aparecen como reyes con sus coronas, que ellos ponen a los pies de Dios (Apo 4:10) en señal de sumisión.

El hecho de que «Dios» y «Padre» estén unidos en griego por un solo artículo (comp. con 2Co 1:3; Efe 1:3; 1Pe 1:3) nos da a entender que una misma persona es Dios de Jesús-Hombre, y Padre del Verbo-Dios.

(f) El versículo Apo 1:6 termina con una ferviente doxología que Juan dirige a Jesucristo (así lo exige el contexto; no la dirige directamente a Dios el Padre), el gran soberano de cielos y tierra y, sobre todo, de la Iglesia, aunque el Nuevo Testamento no lo titula Rey de la Iglesia, sino de Israel. De la Iglesia es Esposo y Cabeza, lo cual es mucho más íntimo que Rey. Dice literalmente la segunda parte del versículo Apo 1:6: «A Él (Jesucristo) la gloria y el imperio por los siglos [de los siglos]. Amén». Lo que va entre corchetes posee suficiente garantía, pero falta en algunos MSS. La «gloria» (gr. dóxa) es la misma que le corresponde a Dios como a soberano creador y salvador de todo cuanto existe (v. Mat 16:27; Mat 26:64) y estaba simbolizada en la nube, la shekinah del hebreo (la presencia gloriosa y salvífica de Dios en medio de su pueblo); de ahí, el enlace con el versículo siguiente. Aquí se le atribuye a Jesucristo, así como el imperio o soberanía (gr. kratos) que es exclusivo de Dios.

6. A la descripción de Jesucristo, sigue un anuncio profético (v. Apo 1:7): «He aquí (gr. idoú, el equivalente del hebr. hinnéh), viene con (gr. metá, preposición de compañía) las nubes y le verá todo ojo y los que le traspasaron; se golpearán el pecho a causa de Él (gr. ep autón, sobre Él) todos los linajes de la tierra» (lit.).

(A) «He aquí» indica algo grande, extraordinario, que va a suceder. Es la Segunda Venida de Cristo, que aparece como viniendo ya; por eso, está en presente. Pero no viene a recoger a su Iglesia (el escenario es del todo diferente v. 1Ts 4:13-17 ), sino a descender al Olivete (v. Hch 1:11) y confrontar majestuosamente a todos sus oponentes. Para el vidente de Patmos, esta Venida majestuosa de Cristo es tan segura que la ve como inminente: viene sin falta.

(B) La preposición griega metá («viene con las nubes») corresponde a la hebrea im que tenemos en Dan 7:13. Ya hemos citado Mat 16:27; Mat 26:64 a este respecto, puesto que Cristo viene «en la gloria de su Padre», «a la diestra del poder de Dios» (v. Heb 1:3; Heb 8:1; 2Pe 1:16). «Las nubes, dice S. Bartina (pág. 619), son un atributo mesiánico de gloria y majestad, y venir en las nubes indica que Cristo baja a juzgar el mundo».

(C) Añade Juan que «todos le verán». Hoy, con la transmisión de imágenes, por medio de satélites, a las pantallas de la televisión, nos podemos imaginar mejor esta visión universal. El autor sagrado echa mano aquí de pasajes del Antiguo Testamento como Eze 1:24; Eze 43:2; Dan 7:13; Zac 12:10. Conviene leer toda la porción de Zac 12:9-14 para entender mejor este texto, así como Mat 24:30, donde las frases están en otro orden.

(D) «Los que le traspasaron» (v. Zac 12:10; Jua 19:37), no son los soldados romanos que llevaron a cabo la ejecución, sino los judíos (comp. con Hch 2:23). Sin embargo, «todos los linajes de la tierra harán duelo (mejor, se golpearán el pecho) a causa de Él». Zac 12:1-14 predice algo que había de cumplirse en los tiempos mesiánicos; de la misma manera que Jehová aniquilará entonces a los enemigos de su pueblo, así también su pueblo hará duelo como por un hijo unigénito, al que traspasaron. Juan la ve ya cumplida en la crucifixión del Señor (Jua 19:34, Jua 19:37). Apo 1:7 avanza un paso más, hasta ver perfectamente cumplida dicha profecía en la Segunda Venida, cuando el pueblo judío, convertido por fin a su Mesías, será compungido con arrepentimiento que es según Dios (2Co 3:16; 2Co 7:10), junto con muchos otros de «todos los linajes de la tierra», al ver a Jesucristo ya triunfante, el cual parece que manifestará de algún modo sus llagas gloriosas por las cuales «hubo curación para nosotros» (Isa 53:5. Lit.). Léase Heb 9:11-22. W. Hendriksen hace notar (ob. cit., pág. 54, nota 2) que tanto Apo 1:7 como Jua 19:37 siguen el texto hebreo y no los LXX. El verbo griego exekéntesan (traspasaron) sale únicamente aquí y en Jua 19:37, en todo el Nuevo Testamento.

(E) El versículo Apo 1:7 termina con un «sí» (griego nai), seguido del hebreo amén, que le añade una ratificación de absoluta seguridad con respecto a lo afirmado anteriormente.

7. El versículo Apo 1:8 dice literalmente: «Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, el que es y el que era y el que viene, el Todopoderoso». La frase: «principio y fin», que aparece entre corchetes en la RV 1977, falta en los MSS más importantes. ¿Quién dice esas palabras, el Padre o Cristo? La opinión de Walvoord, Hendriksen, Turner, es que se refiere a Jesucristo. Muchos otros autores, como Bruce, Newell, Ryrie, Bartina, a los que me adhiero, sostienen que quien habla aquí es el Padre, quien pone su sello de garantía a todo lo dicho. Las razones son contundentes: (A) «Yo soy el Alfa y la Omega» es frase que se atribuye constantemente al Padre (comp. con Isa 41:4 y véase Apo 21:6; Apo 22:13). Su añadidura en el versículo Apo 1:11 no está garantizada por los MSS más importantes, aunque lo de «principio y fin» (mal atestiguado aquí) está bien atestiguado en el versículo Apo 1:17 con referencia a Cristo. (B) «El Señor Dios» es la versión del hebreo Jehová Elohim, que designa constantemente al Padre (comp. con Apo 4:8; Apo 11:17; Apo 15:3). (C) «El que es y el que era y el que viene» es precisamente la frase descriptiva del Padre en el versículo Apo 1:4, lo mismo que en Apo 4:8. (D) «El Todopoderoso» se aplica invariablemente al Padre en los diez lugares en que el vocablo Pantokrátor aparece en el Nuevo Testamento (aquí y en 2Co 6:18; Apo 4:8; Apo 11:17; Apo 15:3; Apo 16:7, Apo 16:14; Apo 19:6, Apo 19:15; Apo 21:22).

8. Examinemos el contenido del versículo:

(A) Alfa y Omega son la primera y la última letra del alfabeto griego y describen, como dice Bartina (pág. 621), «todas las combinaciones buenas que con las letras puedan hacerse». Indican, pues, la Verdad completa y esencial que es Dios. Es significativo que el vocablo hebreo para «verdad» es emet, que contiene la primera consonante hebrea, la de en medio y la última. Pero aquí no quiere decir precisamente que Dios sea algo así como una Enciclopedia completa de verdades teóricas, sino que todas las futuras y posibles vicisitudes de la Historia están previstas por la mente divina y bajo el control de Dios. Dice Bartina: «Dios es Señor de la Historia, así de la escrita como de la que se ha de escribir». El Talmud y el Targum hebreos interpretan la frase para significar el compendio de la Ley. Dicen, por ejemplo, que Adán transgredió toda la Ley desde el Alef hasta el Tau, que Abraham observó la Ley de Alef a Tau, que Dios bendijo a Israel de Alef a Tau. La frase «El que es y el que era, etc.» ha sido ya estudiada.

(B) «El Todopoderoso» (gr. Pantokrátor, dominador de todo) indica el imperio y la soberanía absolutos de Dios sobre todos los seres creados (v. Isa 6:3; Ose 12:6; Amó 3:13). Esta palabra, como hemos dicho, designa a Dios el Padre, aunque, en Apo 11:15-18, la glorificación se dirige conjuntamente al Padre y al Hijo. Recordemos que la traducción exacta de «El-Shadday» (o El-Shaday) no es propiamente «Dios Todopoderoso», sino «Dios Todosuficiente», aunque lo segundo implica lo primero.

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