Apocalipsis 1:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esos versículos, Juan introduce la visión que tuvo en Patmos. Dicen así dichos versículos en la NVI: «Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en el sufrimiento, en el reino y en la paciente constancia que son nuestro peculio en Jesús, estaba en la isla de Patmos por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús. En el día del Señor, yo estaba en el Espíritu, y oí detrás de mí una voz potente como de una trompeta, que decía: Escribe en un rollo lo que vayas viendo y envíalo a las siete iglesias: a Éfeso, a Esmirna, a Pérgamo, a Tiatira, a Sardes, a Filadelfia y a Laodicea ».

1. Comienza aquí propiamente, después del saludo-bendición, la primera parte del Apocalipsis. Y comienza con un cuadro majestuoso de nuestro Señor Jesucristo. Antes de la presentación del Señor, el escritor sagrado se presenta a sí mismo como lo hacían los profetas del Antiguo Testamento (v. Dan 7:28; Dan 8:1): «Yo, Juan». No necesita unas credenciales que ya obraban en poder de la primitiva comunidad cristiana, pero esta presentación le sirve para resaltar las características que mejor podían captar la benevolencia de los destinatarios, colocándose al mismo nivel que ellos: «vuestro hermano», expresión que designa a los miembros de una misma familia espiritual, que es la Iglesia de Cristo, donde ha de imperar una comunión de fe, amor y santidad (v. 1Co 5:11).

2. Pero todavía es mayor la intimidad que la frase siguiente indica: «compañero en el sufrimiento» (NVI). El griego dice sunkoinonós en te thlípsei, «copartícipe (la misma raíz de 2Pe 1:4) en la tribulación». El apóstol Juan compartía con los destinatarios del Apocalipsis algo muy penoso: la tribulación. No compartía honores, riquezas, placeres materiales. Pero compartía tres cosas mucho mejores, porque la tribulación no aparece solitaria en el texto sagrado: «en la tribulación y reino y paciencia en Jesús» (lit.). Las tres cosas están en el texto indisolublemente unidas por un solo artículo.

(A) La tribulación (gr. thlipsis) comporta la idea de presión, de apretura, etc., es decir, de sufrimientos y dificultades de toda clase; pero especialmente los sufrimientos padecidos por la fe cristiana. La Iglesia se hallaba en un tiempo de dura persecución, procedente del impío emperador Domiciano, y el propio Juan era una de las víctimas de tal persecución. Para la Iglesia de finales el siglo I era un refrigerio saber que el discípulo a quien Jesús amaba (Jua 21:20) era «copartícipe» de la tribulación que ellos sufrían. El vocablo castellano «tribulación» procede del verbo griego tribo, trillar, pero el griego thlipsis procede del verbo thlibo, apretar, estrechar, angustiar.

(B) El reino (gr. basileía) es aquí, no el lugar en que se reina ni el ejercicio de la potestad regia en un tiempo determinado, sino el atributo de la «realeza», condición inherente a la persona. De esta «realeza» es de la que Cristo nos ha hecho partícipes, aunque también nos hará partícipes de su «reino» y de su «reinado» en la culminación de su Segunda Venida.

(C) La paciencia (gr. hupomoné) significa, como ya hemos visto gran número de veces, el aguante, firme, constante y entusiasta, bajo el peso de circunstancias adversas desde el punto de vista de los hombres. «En Jesús» significa «en comunión con Jesús, con la ayuda de Jesús y por la causa de Jesús».

3. Pasa luego a mencionar (v. Apo 1:9) el lugar donde se hallaba a la sazón cuando tuvo la visión. «Estaba» indica un estado del pasado, porque ahora está escribiendo desde Éfeso. «Patmos», hoy Patino, es una isla desértica y rocosa, a unos 35 km de Éfeso. Tiene 12 km de largo, por unos 5 de ancho en su parte más amplia. Se parece a una cabeza de caballo y está ubicada a unos 240 km al oeste de las iglesias a las que se dirigen las cartas de los capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22. Cuenta hoy con unos 3.000 habitantes. No se ven en ella arroyos, ni árboles ni tierra fértil; sólo parcelas pobres entre las rocas. Más desolada todavía se hallaba en tiempos de Juan, por lo que era usada como una especie de prisión o penitenciaría. Puede verse aún una cueva oscura donde la tradición indica que allí se guarecía el autor del Apocalipsis. Allí quedó (comp con Jua 21:22, Jua 21:23) como testigo, sufriendo el destierro «por causa de la palabra de Dios», es decir, por ser fiel al Evangelio con su predicación y su conducta, «y el testimonio de Jesús», esto es, por el testimonio acerca de Jesús y por el testimonio que Jesús dio de sí mismo como el Mesías, el Hijo de Dios y el Salvador del mundo.

4. Añade (v. Apo 1:10) que «estaba en espíritu» (o Espíritu). El griego dice literalmente: «Me hallé en espíritu» (gr. eguenómen en pneúmati. El verbo es el mismo de Jua 1:14). O, mejor aún, «fui hecho en espíritu». Bartina traduce excelentemente: «Caí en éxtasis», pues eso es, en fin de cuentas, lo que la frase del original significa. El éxtasis o arrobamiento espiritual (v. también Apo 4:2; Apo 17:3; Apo 21:10) era frecuente en los grandes profetas del Antiguo Testamento (v. Isa 6:1; Eze 1:4). No fue, pues, una visión sensorial de la realidad, sino una percepción espiritual en la que, a través de símbolos, figuras y comunicaciones interiores, el espíritu de Juan fue hecho altamente receptivo a la revelación de Dios, en íntima y total comunión con su Señor.

5. «El día del Señor» es tenido por la mayoría de los autores como el domingo. El original dice: «en el día señorial» (gr. en tei kuriakei hemérai). Todas las versiones latinas dicen: in dominica (o Dominica) die. De «domínico» (masculino) procede el castellano «domingo», y ya tenemos el domingo convertido en «día del Señor». Pero la cosa no es tan sencilla y, a pesar de la temprana tradición, es menester darse cuenta: (A) De que el domingo, en el Nuevo Testamento, nunca es llamado día del Señor, sino el primer día de la semana, en atención a la resurrección del Señor (v. Mat 28:1; Mar 16:2, Mar 16:9; Luc 24:1; Jua 20:1, Jua 20:19; Hch 20:7; 1Co 16:2); (B) De que el día del Señor es siempre, en la Biblia, el Día de Jehová, el día señorial en que Jehová intervendrá decisiva y definitivamente, en la consumación de los tiempos, en la Historia de la humanidad. Juan fue arrebatado en espíritu a contemplar en una serie de visiones lo referente a ese Día de Jehová, que incluye algo así como el 77% de todo el libro. Eso no quita la posibilidad de que la primera visión tuviese lugar en un domingo, pero es muy poco probable que todo el contenido del libro fuese observado por Juan en el espacio de unas pocas horas. Deissman (Light from the Ancient East, págs. 362 364) hace notar (V. Walvoord, ob. cit., pág. 42) que «el título distintivo Día del Señor podría haber sido vinculado a los sentimientos conscientes de protesta contra el culto del emperador con su Día del Emperador ».

6. «Oí detrás de mí, añade el autor sagrado (v. Apo 1:10), una gran voz como de trompeta» (lit.). Como en Eze 3:12, aquella gran voz le sorprende por detrás, a sus espaldas, para herir más fuertemente su atención. Es una gran voz, una voz que suena con mucha fuerza, parecida a la de un megáfono. El vocablo que Juan usa aquí para «trompeta» (gr. sálpingos) designa la trompeta larga de sonido fuerte, pero, en un judío, había de sonarle como el shofar o cuerno de carnero (v. por ej. Sal 150:3).

7. La voz decía (según los MSS más fidedignos, que omiten las dos primeras frases de nuestras versiones RV en la 1977, entre corchetes ): «Lo que estás viendo escríbe(lo) en un librito (es decir, en un rollo) y envía(lo) a las siete iglesias, a Éfeso y a Esmirna y a Pérgamo y a Tiatira y a Sardis (o Sardes) y a Filadelfia y a Laodicea» (lit.).

(A) La voz le manda a Juan que pase a (gr. eis) un rollo de papiro o de pergamino lo que está viendo (gr. blépeis, en presente de indicativo. Este verbo indica, en el griego de la koiné, «ver con atención»). Que esto no se refiere únicamente al contenido del capítulo Apo 1:1-20, ni aun a lo contenido en los capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22, se ve por el versículo Apo 3:19. En verdad, se está refiriendo a todo el contenido del libro.

(B) El escrito ha de enviarlo a las 7 iglesias que se mencionan a continuación y que, como ya dijimos, se hallaban situadas en forma de herradura, siguiendo la vía imperial desde Éfeso hacia el noroeste y volviendo después hacia la derecha hasta Laodicea. Los detalles acerca de cada una los daremos en el comentario a los capítulos 2 y 3.

(C) ¿Por qué ha de escribir solamente a estas iglesias, siendo así que había muchas otras en la misma región? Al dar por descontado que el número siete es número de perfección espiritual (aquí, divinoprofética), el motivo probable de esta selección es que quizás esas iglesias estaban especialmente bajo el cuidado pastoral de Juan, y no las otras.

(D) Lo mismo el verbo «escribe» (gr. grápson) que el verbo «envía» (gr. pémpson) están en aoristo de imperativo, para indicar una acción rápida, urgente, que no admite dilaciones.

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