Apocalipsis 19:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Llegamos ya al final: «Después de estas cosas», última vez que sale la frase metá taúta del original. En estos versículos tenemos las cuatro únicas veces que el vocablo hebreo Halleluyá ocurre en todo el Nuevo Testamento. Dicen así los versículos Apo 19:1-6 en la NVI:

«Después de esto, oí como el clamoreo de una gran multitud

en el cielo, que exclamaban:

¡Aleluya!

La salvación, la gloria y el poder pertenecen a nuestro Dios,

pues son fieles y justos sus juicios.

Ha condenado a la gran prostituta,

que corrompía la tierra con su fornicación.

Ha tomado venganza en ella de la sangre de sus siervos,

que ella derramó . Y de nuevo exclamaron:

¡Aleluya!

La humareda de ella sube por los siglos de los siglos .

Los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se

prosternaron para adorar a Dios, que estaba sentado en el trono,

y exclamaban:

¡Amén, Aleluya!

Luego salió del trono una voz que decía:

¡Alabad a nuestro Dios,

todos sus siervos,

cuantos lo reverenciáis,

tanto pequeños como grandes!

Después oí como el coro de una gran multitud,

como estruendo de una cascada inmensa

y como retumbar de fuertes truenos, que exclamaban: ¡Aleluya!

Pues reina nuestro Señor Dios Todopoderoso ».

El himno continúa (vv. Apo 19:7, Apo 19:8), pero conviene estudiar aparte esos dos versículos, junto con los versículos Apo 19:8-10, pues se refieren a un mismo tema: Las bodas del Cordero.

1. El «Después de esto» del versículo Apo 19:1 no se ha de entender aquí como si entre el final del capítulo Apo 18:1-24 y el comienzo del Apo 19:1-21 mediase lapso alguno de tiempo. Más bien, el clamoreo del versículo Apo 19:1 es como la respuesta a la invitación de Apo 18:20 («Regocijaos sobre ella, oh cielos, etc.»). Dice J. Vernon McGee: «El capítulo Apo 19:1-21 marca un cambio dramático en el tono de Apocalipsis. La destrucción de Babilonia, capital del reino de la Bestia, señala el fin de la Gran Tribulación. Lo sombrío da paso al cantar. Hay un pasar de tinieblas a luz, de negro a blanco, de terribles días de juicio a espléndidos días de bendición. Este capítulo hace una definida bifurcación en Apocalipsis, y desemboca en el mayor evento para el mundo: la Segunda Venida de Cristo. Es el puente entre la Gran Tribulación y el Milenio».

2. Varias frases del versículo Apo 19:1 nos llevan a Apo 7:9, Apo 7:10, donde se hallan otras iguales o semejantes: «gran multitud», «con gran voz», «la salvación (se debe) a nuestro Dios» (lit.), por lo que es posible que, en este versículo Apo 19:1, estemos ante la misma multitud. Recordemos que el vocablo hebreo compuesto Hallelú-Yah está formado por el imperativo del verbo hallel, alabar (en segunda persona de plural) y Yah, que es la frecuente abreviatura de Jehová. Tras de esta especie de epígrafe de alabanza, la multitud atribuye a Dios las tres mayores cualidades: salvación (la liberación, como un hecho), gloria (como perfección moral de Dios, la cual resplandece de modo especial en la salvación de Su pueblo) y poder (gr. dúnamis, la capacidad para actuar con toda eficacia). Lo de «el honor» falta en los mejores MSS. La salvación fue mencionada en Apo 7:10; la gloria y el poder, en Apo 4:11.

3. La razón que aquí (v. Apo 19:2) se da es «porque sus juicios son verdaderos (lit. genuinos, pues Dios es siempre fiel a Sí mismo) y justos (conforme a justicia), en su doble vertiente de «hacer justicia de …» y «hacer justicia a …». Dice Bartina (ob. cit., pág. 802): «La verdad, en sentido semítico, implica continuidad y fidelidad. Dios es siempre el mismo. Aunque esperó, al fin juzgó a la gran pecadora empedernida, consecuentemente con los inmutables principios de moralidad y bondad que han de regir la conducta del ser libre. Además, el castigo, aunque pareció durísimo, fue merecido, se movió dentro del círculo perfecto de la justicia».

4. A continuación (v. Apo 19:2), la multitud específica lo que Dios juzgó y por qué lo juzgó: «Juzgó a la ramera, la grande, que corrompió a la tierra con su fornicación, y vindicó la sangre de sus siervos de la mano de ella» (lit.). Los dos crímenes de mayor calibre de la Gran Ramera habían sido la idolatría (y la inmoralidad con que había corrompido toda la tierra) y la persecución a muerte de los siervos de Dios. Esto muestra la justicia perfecta del castigo que Dios le ha impuesto.

5. El versículo Apo 19:3, tras repetir el hallelú-Yah, menciona el castigo eterno: destrucción definitiva de la ciudad. Juan oye una frase tomada de Isa 34:10 y repetida ya anteriormente en Apo 14:11. La humareda de la destrucción a fuego de la Gran Babilonia subirá al cielo (el verbo está en presente continuativo) por los siglos de los siglos, e indica así que jamás se recuperará de su destrucción (comp. con Gén 19:28, a la luz de Jud. v. Jud 1:7, al final). El original dice: «Y el humo de ella está subiendo por los siglos de los siglos», con lo que se da a entender el tormento eterno de sus malvados moradores. Así se responde a la apelación de Apo 6:10: «¿Hasta cuándo, Señor santo y verdadero, no juzgas, etc.?» El perfecto eírekan (lit. han dicho) de la primera frase del versículo Apo 19:3 muestra que las voces son prolongadas y repetidas.

6. La escena del versículo Apo 19:4 es semejante a la de Apo 4:4-10, pero, en lugar de las alabanzas que se especifican en el capítulo Apo 4:1-11, tenemos aquí simplemente un Amén, seguido del tercer Aleluya del capítulo. Como hace notar Walvoord (ob. cit., pág. 269), «el hecho de que los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes son presentados como adorando a Dios en grupo separado de la gran multitud parece confirmar la sugerencia anterior de que la gran multitud son los muertos martirizados de la Gran Tribulación … Si los veinticuatro ancianos representan a la Iglesia, son testigos de estos acontecimientos desde el cielo, aun cuando ellos no han participado del mismo modo». Respecto del Amén, dice Bartina (ob. cit., pág. 803): «El que lo pronuncia viene a decir con ella (con la palabra «amén»): Así es. Acepto lo dicho, y de mi parte lo repito punto por punto (cf. Apo 1:6)».

7. En el versículo Apo 19:5 se introduce una nueva voz; esta vez, salida del trono. Ello no significa que sea la voz de Dios, ya que esto pugna con el contexto posterior, en el que la alabanza de la voz va dirigida precisamente a Dios. Contra la opinión de Bartina, y siguiendo aquí a Walvoord, tengo por seguro que la voz no procede de Dios, sino de un ángel. Decir que sale del trono equivale a decir que sale del altar (comp. con Apo 14:18; Apo 16:7), con lo que se da a entender que el ángel que la profiere es de los más cercanos a Dios (comp. con Isa 6:1-3). Las palabras de alabanza están sacadas de los Salmos (Sal 113:1; Sal 115:13; Sal 135:1, Sal 135:20). La voz invita aquí a todos los siervos (gr. doúloi) de Él (Dios) a seguirle alabando (también este verbo está en presente de continuidad).

8. A esta invitación responde (v. Apo 19:6) un inmenso coro, cuya magnitud numérica y potencia vocal se pone de relieve mediante la comparación con una gran cascada y una ruidosa tronada. El coro comienza su himno con el cuarto y último aleluya y sigue con dos expresiones, la primera de las cuales («ha comenzado a reinar gr. ebasíleusen, en aoristo ingresivo el Señor») aparece ya en Apo 11:15, en una de las fintas espirales a las que Juan nos tiene acostumbrados en este libro; y la segunda frase («el Dios, el Todopoderoso» lit. equivalente al hebreo Jehová Tesebaoth) se halla en Amó 3:13; Amó 4:13 (en los LXX). Nueve veces aparece en Apocalipsis (Apo 1:8; Apo 4:8; Apo 11:17; Apo 15:3; Apo 16:7, Apo 16:14; Apo 19:6, Apo 19:15 y Apo 21:22). Las frases mencionadas muestran bien a las claras que Dios no reina, en la actualidad, de manera efectiva en el mundo, pues el mundo no le conoce ni le obedece, ya que el príncipe y dios de este mundo es el diablo (v. 2Co 4:4; Efe 2:2, como un eco de Jua 12:31; Jua 14:30). Sólo cuando el diablo sea desposeído de facto de su dominio sobre las naciones, «los reinos de este mundo que a él le han sido entregados» (v. Luc 4:6), será cuando Dios y su Ungido comenzarán su reinado en el mundo (v. Sal 2:8.).

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