Apocalipsis 19:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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La gran multitud anuncia ahora algo más grande: Las bodas del Cordero, es decir, el banquete de bodas, pues el compromiso nupcial se hizo ya en el cielo. Dicen literalmente dichos versículos: «¡Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria (a Dios), pues llegaron las bodas del Cordero y su esposa se ha preparado! Y se le dio que fuese cubierta de lino resplandeciente puro, porque el lino es las acciones justas de los santos. Y me dice (el ángel): Escribe: Bienaventurados los invitados (en participio de pretérito perfecto) al banquete de las bodas del Cordero . Y me dice: Éstas son las palabras verdaderas de Dios . Y caí delante de sus pies para adorarle. Y me dice: ¡Mira que no! (esto es, ¡no lo hagas!). Consiervo tuyo soy y de tus hermanos los que tienen el testimonio de Jesús; ¡a Dios adora! Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía ».

1. Ya hemos indicado anteriormente que el compromiso nupcial de Cristo con Su esposa, la Iglesia, se hizo ya en el cielo, cuando la Iglesia salió al encuentro de su Esposo «en el aire» (1Ts 4:17). Aquí la vemos «preparada» (gr. hetoímasen heautén, se preparó a sí misma comp. con el v. Apo 19:8 ), es decir, ya perfectamente ataviada, y es ahora, tras de la Gran Tribulación, cuando se va a celebrar el banquete de bodas en la tierra. En efecto, el clamoreo del versículo Apo 19:6 indica bien a las claras que ha terminado la Gran Tribulación, pues los reinos de la tierra, que el diablo había puesto en manos del Anticristo (v. Apo 13:2, al final), han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, como ya se anunció primeramente en Apo 11:15.

2. Antes de pasar adelante, bueno será hacer memoria de la forma en que se celebraban las bodas entre los judíos:

(A) Tres eran los principales elementos en las bodas: (a) Los padres respectivos solían arreglar el contrato matrimonial cuando los futuros contrayentes eran todavía niños, que no podían asumir las responsabilidades propias de adultos. Se pagaba entonces ya la dote correspondiente. (b) Cuando la pareja había llegado a la edad adulta, tenía lugar la ceremonia en que el novio y los amigos («los hijos el tálamo» según el sentido del original en Jua 3:29 ) que le acompañaban iban a casa de la novia para escoltarla hasta la casa de él (v. Mat 25:1-13). (c) Después, el novio introducía en su propia casa a la novia y se celebraba el banquete de bodas al que eran invitados los amigos asistentes. Éste fue, por ejemplo, el caso de las bodas de Caná (v. Jua 2:1-12).

(B) Este simbolismo se cumple perfectamente en relación con Cristo y con su Iglesia: (a) El contrato nupcial fue firmado cuando Cristo redimió a su Iglesia (v. Efe 5:26, Efe 5:27). Todo verdadero creyente está unido legalmente a Cristo en matrimonio. (b) La segunda etapa se cumplirá cuando Cristo venga a recoger a su Iglesia. (c) La tercera es la que vemos aquí, en el banquete de bodas, pues es muy significativo el que la esposa no sea llamada aquí numphé, novia, sino guné, mujer ya casada, lo cual da a entender claramente que el novio ya había venido a recoger a la novia y ya se había celebrado la ceremonia nupcial. No es, pues, insisto, la boda, sino el banquete lo que contemplamos aquí. De ahí que deberíamos leer el versículo Apo 19:7 de la forma siguiente: «Porque el banquete de bodas ha llegado».

3. Queda otro problema de hermenéutica en cuanto al vocablo esposa. Por ejemplo, en Oseas, Israel se describe como la esposa infiel de Jehová, que ha de ser restaurada en el Milenio a su posición de esposa fiel. Las normas de una correcta hermenéutica nos obligan a ver a Israel como ya casada con Jehová, aunque se haya mostrado infiel a su cónyuge. Esto contrasta con lo de Pablo en 2Co 11:2, donde la boda aparece como futura, y ello nos ayuda a distinguir entre los santos de la actual dispensación la Iglesia y los demás (los del Antiguo Testamento y los de la Gran Tribulación), los cuales pertenecen a la categoría de invitados al banquete de bodas, como veremos en el versículo Apo 19:9.

4. Como es ya costumbre en Apocalipsis, se nos dice (v. Apo 19:8) que a la Iglesia le fue dado estar cubierta de lino resplandeciente limpio (lit.), pero no significa que esta vestidura sea la gracia de la justificación, ya que, a renglón seguido, se nos aclara que este lino es las acciones justas de los santos. Dice Ryrie: «Las buenas obras de los creyentes constituirán el vestido de boda cuando la congregación de los fieles se unan a Él en matrimonio (cf. 2Co 11:2; Efe 5:26, Efe 5:27)». Las acertadas referencias que el propio Ryrie hace a dichos lugares aclaran una dificultad que podría presentarse, si comparamos el gr. dikaiómata (acciones justas) de este versículo con Isa 64:6; pero los LXX (la versión griega, llamada Septuaginta), con muy buen acierto, no vertieron el hebreo tsidqoteynu por dikaiómata, obras justas, sino por dikaiosune, ¡justicia! Con ello tenemos, por una parte, que la justicia cumplida es posible únicamente con base en la justicia imputada; y, por otra, que las acciones justas de los fieles aparecen aquí como lino resplandeciente limpio, porque la Iglesia ha llegado ya a la etapa netamente escatológica, definitiva, y se halla ya glorificada, sin mancha ni arruga ni cosa semejante (Efe 5:27). Todavía podríamos matizar más, y decir que este rico vestido es, por una parte, divino, pues ha sido dado de gracia (y con esa misma gracia conservado comp. con 1Co 15:10 ) y, por otra parte, humano, pues a la cooperación humana se debe también el que se haya conservado limpio. Dice Bartina (ob. cit., pág. 805): «Contrasta grandemente el atuendo y el color de la esposa con los vestidos y el adorno de la gran meretriz». Y, algo más adelante, añade: «La gracia de Dios y el bien obrar del hombre forman … un todo en el camino de la salvación, pero la gracia de Dios es la primera y principal».

5. ¿Quiénes son los invitados al banquete de bodas del Cordero? (v. Apo 19:9). Los autores antidispensacionalistas (Bartina y Salguero entre los católicos; Grau, Hendriksen, Bruce, etc., entre los evangélicos) dicen que los invitados son los propios miembros de la Iglesia, considerados individualmente. Dice Bruce (ob. cit., pág. 1.706): «Mientras que la querida comunidad es la Esposa, sus miembros individuales pueden ser considerados como huéspedes de la boda». Esta opinión sufre una grave equivocación. Véase el comentario a Mat 25:1 y ss. Allí, las diez vírgenes o doncellas (Israel) son invitadas a las bodas, pero está muy claro que no son la novia; de lo contrario, no sería posible el que algunas se quedasen fuera de la sala del banquete. Véase también el comentario a Jua 3:29, donde el propio Juan el Bautista («más que profeta» según el Señor Jesús ) no se tiene a sí mismo como parte integrante de la «novia», sino solamente como «invitado» especial, por ser algo así como el «padrino del novio». Podemos, pues, asegurar que los invitados, que aquí son proclamados «bienaventurados», son los santos de todas las edades que no pertenecen a la dispensación actual. «Ninguna novia dice W. R. Newell (The Book of the Revelation, pág. 297) necesita invitación para su propia boda.» Walvoord comenta que, sin embargo, las diferencias no deberían enfatizarse más de lo que la Biblia dice. «Cada uno añade tiene sus ventajas peculiares y su sitio particular en el programa divino.»

6. El ángel del versículo Apo 19:9 parece ser el mismo de Apo 14:13, pero hay que distinguirlo del de Apo 21:5, pues este último da mandamiento de Dios. La frase: «Éstas son las palabras verdaderas (genuinas) de Dios» se repite, con ligeras variantes, en Apo 21:5; Apo 22:6 y sirven de énfasis. Es probable, como sugiere Bartina, que el vocablo griego lógoi, como el hebreo dabar, signifique no sólo lo que Juan ha oído, sino también lo que ha visto en las distintas escenas del Apocalipsis. Que son «de Dios» significa que Él lo ha dicho y lo ha dispuesto, por lo que, como añade Bartina, «tendrán infalible cumplimiento».

7. No es extraño que, ante esta sensacional revelación, Juan se postrase en tierra (v. Apo 19:10) para adorar al ángel, «no porque creyera que fuera Dios, sino porque representaba a Dios, cuyo legado era» (Bartina, ob. cit., pág. 806). El ángel se lo impide rápidamente, como lo indica la frase elíptica del original: «¡Mira que no!», como si dijese: «¡Ten mucho cuidado y no hagas tal cosa!» Y le explica la razón: «Porque yo soy tan siervo de Dios como tú y tus hermanos …» La frase «¡a Dios adora!», en medio del versículo Apo 19:10 (comp. con Deu 6:13; Mat 4:10; Luc 4:8), forma un inciso que el ángel ha creído necesario añadir de inmediato, pero el final de la frase anterior es conveniente leerlo junto con la frase posterior, la última del versículo.

8. Prescindiendo del inciso, el versículo Apo 19:10 dice así: «… Consiervo tuyo soy y de tus hermanos los que tienen el testimonio de Jesús … Porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía». Los ángeles, lo mismo que los profetas del Antiguo Testamento y los apóstoles y los profetas del Nuevo Testamento, son legados de Dios (v. 2Co 5:18-20), y forman así una especie de corporación que tiene el encargo de dar testimonio de Jesús, porque el espíritu (no el Espíritu Santo), es decir, el núcleo mismo y la intencionalidad de la profecía (y profecía es todo lo que Juan ha visto y oído en las visiones de este libro) «tiene por objeto poner ante nuestra vista la belleza y el encanto de nuestro Señor y Salvador Jesucristo» (Walvoord, ob. cit., pág. 273). Y, como la Escritura está inspirada por Dios, y al Espíritu Santo compete el llevarnos a toda la verdad (Jua 16:13), Él nos ha de mostrar también lo futuro relacionado con la persona y la majestad de Cristo.

9. Aquí está el clímax del libro del Apocalipsis. «Lo que precede es prólogo, y lo que sigue es epílogo» (Walvoord, ob. cit., pág. 274). Con el Sal 2:1-12 al fondo, vemos el contraste entre el humilde, manso, despreciado y sufriente Cristo del Evangelio, y el triunfante, glorioso, soberano y majestuoso Señor de la Segunda Venida. La escena que viene marca el punto culminante en el que desemboca toda la Historia. ¡Qué pobre es la teología que minimiza la Segunda Venida, y qué limitada es la esperanza cristiana que no la incluya como el glorioso clímax del programa de Dios de exaltar a su Hijo (Flp 2:9-11) y poner a toda la creación bajo el control y la soberanía de Cristo!

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