Apocalipsis 20:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 20:1 | Comentario Bíblico Online

Dicen estos versículos en la NVI: «Y vi un ángel que bajaba del cielo con la llave del Abismo y con una gran cadena en la mano. Sujetó al dragón, aquella serpiente antigua que es el diablo, o Satanás, y lo encadenó por mil años. Lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y puso encima un sello, para impedir que engañase a las naciones por más tiempo, hasta que se cumplieran los mil años. Después de ellos, será puesto en libertad por breve tiempo».

1. Antes de pasar al análisis de estos versículos, conviene decir algo, para información de los lectores, acerca de los sistemas de interpretación de este pasaje:

(A) Los amilenaristas sostienen que la resurrección primera que vemos en los versículos Apo 20:4 y Apo 20:6 es espiritual (el nuevo nacimiento). Piensan que el Milenio comenzó con la Primera Venida de Cristo. Satanás fue atado cuando Cristo triunfó sobre él en la Cruz. El reinado de los fieles con el Señor será en el cielo, no en la tierra. Difieren mucho acerca de los detalles. Es la opinión de gran parte de los autores modernos, como Berkhof, Hendriksen, Vos, Grau, Lloyd-Jones y muchos otros, incluidos Agustín de Hipona y los Reformadores del siglo XVI.

(B) Los postmilenaristas, como Elliott, Whitby y Vitringa, dicen que la primera resurrección es la de los principios, la doctrina, el espíritu y el carácter de los santos y mártires ya difuntos; será una resurrección, en parte espiritual, en parte eclesiástica, y en parte nacional para los judíos que serán restaurados como nación y convertidos (v. para toda esta introducción Walvoord, ob. cit., págs. 282 295).

(C) Los premilenaristas sostienen que todo lo que leemos en este capítulo Apo 20:1-15 de Apocalipsis, como todo lo que afecta a la historia y a la profecía, ha de entenderse en sentido literal, como se han cumplido en sentido literal las profecías del Antiguo Testamento referentes a la Primera Venida de Cristo. Esto no quiere decir que descartemos los simbolismos en que aparecen recubiertos los hechos a la vista de Juan. Que un ángel ha de bajar del cielo para encerrar al diablo en un abismo y tenerlo recluido allí, de forma que carezca del poder necesario para recobrar por sí mismo la libertad de movimientos y salir del Abismo, es un hecho futuro cuyo cumplimiento literal no se puede negar. Pero que la llave, la cadena, el sello, etc., son simbólicos, en el sentido de que no son como los que conocemos, de naturaleza material, es igualmente evidente, ya que tanto el ángel como el diablo son seres espirituales. Con todo, nada tendría de extraño que el ángel usase medios materiales como signos externos del poder espiritual que ejerce. Hasta el siglo IV de nuestra era, casi todos los escritores eclesiásticos (entre ellos, Papías, Justino, Ireneo y Tertuliano) fueron premilenaristas.

(D) Existen tres clases de premilenarismo en cuanto al Apocalipsis en general:

(a) La escuela llamada histórica defiende que los capítulos Apo 1:1-20 al Apo 19:1-21 se han cumplido ya en la historia, pero los capítulos Apo 20:1-15; Apo 21:1-27; Apo 22:1-21 son futuros y han de entenderse en sentido literal (así, por ej., E. H. Horne).

(b) La escuela soteriológica comprende algunos premilenaristas de la «Teología del Pacto». Según éstos, el reino político de Cristo y la futura prominencia de Israel están subordinados al aspecto soteriológico (así, entre otros pocos, G. Ladd).

(c) La forma más popular del premilenarismo sostiene que el Milenio es el cumplimiento real y perfecto del reino teocrático, por la promesa hecha a David de que su reino y el trono davídico sobre Israel había de ser eterno, como lo confirma el anuncio de Gabriel a María (v. Luc 1:32, Luc 1:33 también Isa 9:6, Isa 9:7 ). Entre los defensores de esta escuela destacan J. N. Darby, H. A. Ironside, C. H. Mackintosh, A. Gaebelein, C. I. Scofield, E. Sauer, W. Newell, L. S. Chafer, J. Walvoord, J. D. Pentecost, Ch. C. Ryrie, Ch. L. Feinberg, W. Smith y muchos otros que alargarían demasiado la lista.

(d) Por la prominencia que todos estos autores dan a Israel, dentro y fuera de la presente dispensación de la Iglesia, a esta línea de pensamiento se la llama, consiguientemente, dispensacionalista. Con esta interpretación, todo encaja perfectamente. Los acontecimientos postreros de los capítulos Apo 19:1-21 y Apo 20:1-15 se desarrollan en una secuencia que está marcada por los siete «Y vi» de Apo 19:11, Apo 19:17, Apo 19:19; Apo 20:1, Apo 20:4, Apo 20:11, Apo 20:12. Nótese también el «cuando» de Apo 20:7. Todo el libro, desde el capítulo Apo 6:1-17, se explica admirablemente con un desarrollo en espiral, que es fácilmente identificable.

(e) El Dr. M. Lloyd-Jones, en el casete número 7 de sus estudios sobre el Apocalipsis, hace alarde de su reconocido talento, al encontrar cerca de veinte objeciones (que él estima contundentes) contra la línea premilenarista. Por el tremendo prestigio de que gozaba, y no sólo en la Gran Bretaña, me ha parecido oportuno considerar las más salientes, a las que pueden reducirse las demás. Su argumentación muestra, una vez más, cómo, partiendo de premisas equivocadas, se puede montar todo un tinglado de afirmaciones que, en realidad, carecen de toda base.

Primera objeción: En todo el Nuevo Testamento no aparece indicio alguno del Milenio. ¿Es que no son suficientes las seis veces en que esos mil años se repiten en este capítulo? Tampoco la concepción virginal de Cristo se halla en ningún lugar del Nuevo Testamento, excepto Mat 1:18. ¿Diremos, por eso, que no tiene base en la Escritura? ¿Y qué diremos de los numerosos pasajes proféticos del Antiguo Testamento que se refieren al futuro reino mesiánico en la tierra, aunque no se le llame de mil años?

Segunda objeción: Hace del Reino de Dios algo terrenal y lo pospone enteramente para el futuro. Me extraña que alguien tan experto en las Sagradas Escrituras como el Dr. Lloyd-Jones no se percatase de que el concepto de «Reino de Dios» o «Reino de los cielos» abarca, como dice E. Trenchard, «muchas provincias». Efectivamente, el «Reino» comprende bendiciones espirituales que están ya al alcance de todos los que cumplen las condiciones de arrepentimiento y fe (v. Mar 1:15, por ej.), con las que todo creyente entra en la esfera espiritual de dicho Reino, al hacerse súbdito del Rey, pero hay otras promesas benditas de tipo material que se cumplirán únicamente en el reino mesiánico milenario. Recuérdese que Jesús el Mesías nunca es llamado «Rey de la Iglesia», sino «Rey de Israel».

Tercera objeción: Ya no existe ninguna distinción entre judíos y gentiles. No hay distinción en cuanto a la salvación eterna, pero sigue habiéndola en cuanto a la procedencia racial: El judío que se hace cristiano, no por eso deja de ser judío, y lo mismo digamos del gentil. Si, como suelen hacer todos los antidispensacionalistas, entendemos así (como Lloyd-Jones) Gál 3:28, ¿acaso diremos que ya han desaparecido todas las diferencias entre esclavo y libre, entre varón y mujer?

Cuarta objeción: Si existiese el Milenio, Cristo no vendría como viene el ladrón. Esta objeción puede valer contra los postmilenaristas, pero no contra los premilenaristas, pues éstos ponen el Milenio después de la Segunda Venida de Cristo.

Quinta objeción, y que al Dr. Lloyd-Jones le parece una de las más contundentes: Si se admite el Milenio en la tierra, tendríamos en este mundo santos ya glorificados conviviendo con otros que estarían todavía en la carne, ¡algunos de ellos, pecadores! El argumento tendría fuerza si los santos ya glorificados conviviesen con pecadores en el cielo, donde no puede entrar nada manchado; pero ¿es que los santos se van a manchar por convivir con pecadores (en su interior, no lo olvidemos) en una tierra purificada, que (incluso físicamente) se hallará en unas condiciones óptimas?

Sexta objeción: El premilenarismo pone dos Segundas Venidas de Cristo y tres resurrecciones. Ningún premilenarista admite dos Segundas Venidas, ya que, en el arrebatamiento de la Iglesia, no es propiamente Cristo quien viene a la tierra, sino que es la Iglesia la que sube «para recibir al Señor en el aire» (1Ts 4:17). No es sino siete años después cuando posa sus pies sobre el Olivete (Zac 14:4). En cuanto a las resurrecciones, no admitimos tres, sino dos, conforme indica claramente Apo 20:4-6. Lo que ocurre es que, en la primera, hay varias fases, ya indicadas en 1Co 15:23, 1Co 15:24.

Séptima objeción: Las Escrituras hablan del «último día»; y el último día es último día. El «último día» de que hablan las Escrituras no es otro que el «Día de Jehová», y el Día de Jehová no es un día de 24 horas, sino un determinado período de tiempo (puede ser mil años y algo más) en el que Dios ejecutará sus últimos juicios sobre la humanidad. Basta un ligero repaso a los libros proféticos de la Biblia (en especial, en los Profetas Menores) para percatarse de ello.

2. Pasando ya al análisis de los versículos Apo 20:1-3, se nos dice (v. Apo 20:1) que Juan vio un ángel. Son 14 las veces que, en Apocalipsis, Juan ve un ángel (Apo 7:2; Apo 8:1; Apo 10:1; Apo 14:6, Apo 14:8, Apo 14:9, Apo 14:15, Apo 14:17, Apo 14:18; Apo 17:1; Apo 18:1; Apo 19:17; Apo 20:1; Apo 21:9). El ángel del v. Apo 20:1 tiene, por delegación divina, la llave del abismo (v. Apo 9:1, Apo 9:2, Apo 9:11 y comp. con Luc 8:31; Rom 10:7). El abismo es lugar de demonios y espíritus inmundos. Este ángel tiene encomendadas 6 funciones: A) Prender al dragón. B) Atarlo y tenerlo atado por mil años. C) Arrojarlo al abismo. D) Usar una llave para encerrar allí al diablo. E) Sellar la prisión. F) Volver a soltar al diablo al final de esos mil años. No cabe otro lenguaje más apto para indicar la incapacidad del diablo en orden a hacer daño durante ese tiempo. Dicen los amilenaristas que Satanás está atado ya. Cómo se puede sostener eso a la vista de tantos lugares del Nuevo Testamento en contra de tal opinión, es cosa que nunca pude explicarme (v. Hch 5:3; 2Co 4:3, 2Co 4:4; 2Co 11:14; Efe 2:2; 1Ts 2:18; 2Ti 2:26; 1Pe 5:8).

3. Notará el lector que, como en Apo 12:9, se le dan (v. Apo 19:2) al diablo los cuatro epítetos que lo identifican perfectamente: «… dragón, aquella serpiente antigua … el diablo … Satanás». Pero dirá alguien: «¿Es que el diablo no está, y ha estado siempre, en el infierno? ¡Pues no! La Palabra de Dios nos asegura que eso no es así: Hasta Apo 12:8 (comp. con Efe 6:11, Efe 6:12), vemos que el diablo y la mayor parte de sus ángeles (excepto los de Jud. v. Jud 1:6) están ubicados en el cielo atmosférico. Desde allí, será arrojado a la tierra en lo más álgido de la Gran Tribulación (v. Apo 12:9). Ahora, en el tiempo señalado en el versículo Apo 19:3 del presente capítulo, es arrojado de la tierra al Abismo (que no es todavía el infierno). Finalmente, en el versículo Apo 19:10, lo vemos arrojado ya al lago de azufre ardiente, es decir, al infierno.

4. Durante los mil años en que el diablo está en su encierro temporal, no definitivo, tenemos el reino mesiánico milenario en la tierra. La expresión «mil años» se repite seis veces en los versículos Apo 19:2-7, lo cual es bastante para que su sentido literal sea admitido, teniendo en cuenta que aun lo que sale una sola vez en la Biblia es Palabra de Dios (2Ti 3:16) y como tal debe ser acogida, respetada y estudiada sin prejuicios. El vocablo «milenio» procede del latín «millennium», compuesto de mille, mil, y annus, año. El concepto de «milenio», en sentido literal, es defendido, como ya hemos dicho al comienzo de esta porción, por todos los que defienden la condición futura de los versículos Apo 19:1-10 de este capítulo, no sólo por los dispensacionalistas.

Por aquí se puede echar de ver el doble error que comete D. Macleod (The Spirit of Promise, pág. 55) al enumerar, entre los que añaden al Evangelio un plus de añadidura corruptora, a los que defienden el Milenio. Dice así: «Para los gálatas, era Cristo más la circuncisión. Para el catolicismo medieval, fue Cristo más los sacramentos. Para Wesley, Cristo más una perfección sin pecado. Para el dispensacionalismo, Cristo más un milenio terrenal». Digo que su error es doble, porque: (A) Lo del milenio terrenal no es sólo doctrina de los dispensacionalistas, sino de todos los milenaristas, incluidos los postmilenaristas. (B) Pero el error más grave es pensar que el milenio terrenal es un plus erróneo, una especie de excrecencia nociva que se añade a la cristología, siendo así que, en la trama general de la Escritura, ya desde el Antiguo Testamento, el milenio forma parte integrante de la cristología (v. por ej. Isa 2:1-4; Isa 9:6, Isa 9:7; Isa 11:1; Isa 30:15-33; capítulos enteros o considerables porciones de ellos , como los cap. Isa 35:1-10, Isa 44:1-28, Isa 49:1-26, Isa 60:1-22; Isa 61:1-11; Isa 62:1-12; Isa 63:1-19; Isa 64:1-12; Isa 65:1-25; Isa 66:1-24; Jer 23:5, Jer 23:6; y grandes porciones en todos los demás profetas).

5. No podemos dejar sin analizar algunas expresiones interesantes de los versículos Apo 20:2 y Apo 20:3:

(A) El verbo que la NVI vierte por «sujetó», y la Reina-Valera por «prendió» es, en el original, ekrátesen, cuya raíz (krátos) indica que no sólo lo sujetó, sino que lo domeñó, «le pudo», como decimos vulgarmente en España.

(B) «Selló por encima de él» (v. Apo 20:3. Lit.) es un hebraísmo para indicar que la puerta del Abismo, colocada en la parte superior, no en uno de los lados (como se usa en los domicilios horizontales), quedó sellada con el sello inviolable de Dios. Dice Bartina (ob. cit., pág. 819): «Era propio de los reyes antiguos sellar con su sello las cosas que querían que permanecieran intactas». Éste fue, en efecto, el caso de Dan 6:17 (v. el comentario a dicho lugar).

(C) El fin de este encarcelamiento del diablo es «para que no engañase (gr. hína me planése, para que no extraviase) más a las naciones» (v. Apo 20:3). Como veremos al estudiar los versículos Apo 20:7-9, el corazón del hombre no habrá cambiado tampoco en este reinado de paz y de prosperidad del Milenio, por lo que Cristo tendrá que gobernar, aun entonces, con cetro de hierro y, al final del Milenio, se descubrirán los perversos pensamientos del corazón humano (comp. con Jer 17:9).

(D) La expresión «por poco tiempo» (v. Apo 20:3, al final) significa que, entre el reclutamiento de los últimos enemigos para dar la batalla en la llanura palestinense y su destrucción por obra del fuego bajado del cielo (algo parecido a lo que sucedió en Sodoma y Gomorra), ha de pasar poco tiempo, quizá muy pocos días, dados los medios de transporte que ya tenemos en la actualidad y que, en aquellos días, es de suponer que sean más rápidos todavía.

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