Apocalipsis 21:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos se nos da una idea de lo que será en el cielo nuestra íntima comunión con Dios. Dicen así en la NVI:

«Y oí una voz potente, procedente del trono, que decía: Ahora Dios comparte su morada con los hombres y vivirá con ellos. Ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Ya no habrá muerte, ni desgracia luctuosa (gr. pénthos, lamentación), ni lamentos (gr. kraugué, grito de llanto como en Heb 5:7 ) ni trabajos (gr. pónos, trabajo duro, penoso generalmente, con dolor ; de dicho vocablo viene «pena»), porque el antiguo orden de cosas (lit. las primeras cosas no es el mismo vocablo de 2Co 5:17 ) ya pasó ».

1. Ésta es la última de las 21 veces en que se menciona, en este libro, la expresión «gran voz» o «voz potente». Como en las demás ocasiones, indica que es muy importante la revelación que sigue.

2. Lo que esta gran voz va a declarar ahora es introducido por un ¡he aquí! (lit.), que presta mayor solemnidad todavía a la declaración. Ésta se compone de una parte (v. Apo 21:3) que consta de afirmaciones, y otra (v. Apo 21:4) que consta de negaciones.

(A) El versículo Apo 21:3 dice literalmente: «He aquí la tienda de campaña (gr. skené) de Dios con los hombres, y acampará (gr. skenósei, el mismo verbo de Jua 1:14) con ellos, y ellos serán sus pueblos, y Dios mismo estará con ellos». Muchos MSS, aunque no los más importantes, añaden: «(siendo) Dios de ellos». Aparte de esta última posible variante, hay algunos detalles dignos de mención:

(a) En la primera frase, es de notar la preposición con (gr. metá, preposición de compañía), que refuerza el hecho, ya de sí admirable, de que Dios extienda, por decirlo así, la lona de Su tienda de campaña, Su morada celeste (¡la shekináh!), a fin de que allí se cobije también todo Su pueblo, como viviendo para siempre en una misma mansión. Hemos de recordar que, durante la peregrinación de Israel por el desierto, Dios moraba especialmente en Su tabernáculo, el cual estaba ubicado en medio del campamento y rodeado de todas las tiendas de campaña en las que cada familia israelita tenía su propia morada. Así es como también el Verbo de Dios, al hacerse hombre, acampó (gr. eskénosen, puso su tienda de campaña) entre nosotros (Jua 1:14), ya que el cuerpo humano se llama tabernáculo en 2Co 5:1, 2Co 5:4; 2Pe 1:13, 2Pe 1:14). En la mansión celestial eterna habrá un solo tabernáculo, donde nuestro Padre del Cielo vivirá con los Suyos para siempre, como en medio de una gran familia. Dice el Talmud (Pirke Abboth, III, 3): «Cuando dos se sientan y entre ellos hay palabras de la Torah, la shekináh reposa entre ellos» (comp. con Mat 18:20).

(b) El original dice, en la segunda parte del versículo: «y ellos serán sus pueblos». En efecto, el plural griego laoí está mejor atestiguado en los MSS. No obstante, esta variante no reviste gran importancia. Lo importante es que la frase, repetida 21 veces en la Escritura, según cómputo de J. B. Smith (A Revelation of Jesús Christ, pág. 283), es siempre expresión del pacto de Dios con Su pueblo. Esta vez, la renovación del pacto es definitiva y gloriosa, pues no sufrirá ya ninguna violación.

(B) Al ser ya perfecta la comunión, «bajo un mismo techo», de que disfrutarán los hijos de Dios con su Padre Celestial, desaparecerá, por eso mismo, enteramente y para siempre, de la escena todo aquello que era resultado de la primera ruptura de la comunión con Dios. En el cielo no habrá nada de lo que causa aflicción, pena, dolor o molestia. Dice el versículo Apo 21:4: «Él (Dios) enjugará toda lágrima de los ojos de ellos. Ya no habrá muerte, ni desgracia luctuosa, ni lamentos ni trabajos (se entiende, penosos), porque el antiguo orden de cosas ya pasó» (NVI).

(a) «Toda lágrima» significa «cada una, una por una». En realidad, no habrá lágrimas que enjugar, pues todas se habrán derramado en este mundo, no en el cielo. La frase es una figura para poner de relieve la ausencia de motivos para llorar: ya no habrá ningún pesar, ningún accidente, ninguna mala noticia, ninguna traición, ningún fracaso, ni persecución, envidia, celos, ambiciones insatisfechas, etc.

(b) Al estar ya completamente redimidos (v. Rom 8:18-24), estaremos libres de todo aquello que nuestro Redentor cargó sobre sí (v. Isa 53:4; 2Co 5:14, 2Co 5:21; 1Ti 2:6; Heb 2:14). Sin muerte (comp. con Apo 20:14; 1Co 15:26), tampoco habrá enfermedad (que es como el prólogo de la muerte) ni dolor (que es índice de nuestra fragilidad física y psíquica).

(c) Al no haber ya muerte, ni dolor ni enfermedad, no habrá de qué lamentarse, ni habrá trabajo que resulte penoso. Habrá pasado el orden de cosas actual, en que todas esas calamidades imperan, para volver, con creces, a la felicidad que se perdió en el Paraíso. Dice Bartina (ob. cit., pág. 828): «Se cumplirá en grado sumo definitivo lo profetizado por los videntes viejotestamentarios (Isa 25:8; Isa 35:10; Isa 65:17-19)». Se han de tener en cuenta los dos niveles de estas profecías.

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