Apocalipsis 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 3:1 | Comentario Bíblico Online

1. Tenemos aquí el mensaje a la iglesia de Sardis. Sardis o Sardes era una ciudad situada a unos 53 km al sureste de Tiatira. Esta ciudad está hoy en ruinas; sólo queda un pequeño pueblo (Sart) al lado de las viejas ruinas. Los detalles introductorios, así como el análisis de la carta, siguen a continuación.

(A) La ciudad se hallaba situada en un saliente del monte Tmolo, con su acrópolis a unos 400 m de la llanura. Desde ella se dominaba el valle del Hermo, por el que corre el río Pactol, llamado también «Porta-oro», sin duda por las pepitas de oro que arrastraba en su corriente, procedentes de las ricas minas de oro que atraviesan su subsuelo. Era un nudo natural de comunicaciones, lo cual influyó decisivamente en su historia. Fue capital del reino lidio, especialmente próspera bajo el reinado de Creso (560 a. de C.). La riqueza de este rey llegó a ser tan proverbial, que el nombre de «Creso» ha pasado a ser el símbolo de una persona extremadamente rica.

(B) Fue tomada por Ciro el Grande (el de la Biblia) el año 549 a. de C. Los ciudadanos de la misma la creían inexpugnable, por estar construida sobre una colina cuyos lados caían perpendicularmente sobre la llanura, pero se olvidaron de fortificar un punto débil: una pequeña quebrada, que Ciro aprovechó con sus buenos escaladores para tomar la ciudad de noche y por sorpresa. La segunda parte del versículo Apo 3:3 parece aludir a esta sorpresa, que no fue la única. Después de tres siglos de oscura historia, fue tomada de nuevo por sorpresa por Antíoco III el Grande (218 a. de C.) a pesar de la bravura de sus habitantes.

(C) Fue haciéndose más importante bajo el dominio de Roma, aunque la fundación de Pérgamo le fue restando importancia. El año 17 de nuestra era fue destruida casi totalmente por un violento terremoto (tercera sorpresa). Hacia el año 26 o 27 ya estaba reconstruida, gracias especialmente a la generosidad del emperador Tiberio. En agradecimiento, quiso levantar un templo en honor del emperador, pero le fue negado el permiso; el favor le fue concedido, en cambio, a Esmirna. Sin embargo, se le autorizó a levantar un templo a la madre de Tiberio, Livia.

(D) Predominaba allí el culto a Ceres, la Démeter («madre de los dioses») de los griegos. En el tiempo en que Juan escribía el Apocalipsis, Sardis decaía rápidamente, abocada a una muerte segura, a lo que parece aludir el versículo Apo 3:2, comparándola con la decadencia espiritual de su iglesia. En sus tiempos de esplendor, Sardis era renombrada por sus industrias de lana y de tintorería, y sus habitantes tenían fama de licenciosos y arrogantes (tanto por su riqueza en oro como por la supuesta inexpugnabilidad de la ciudad).

(E) La carta a Sardis es la más imprecatoria de todas, más aún que la dirigida a Laodicea, aunque también se mencionan unas pocas personas excelentes, lo que no ocurre en el caso de Laodicea.

(F) En la opinión de los que favorecen la interpretación futurista y ven en las iglesias de los capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22 una representación de la historia de la Iglesia a nivel vertical, Sardis representa la época de la Reforma desde 1517 hasta, aproximadamente, el año 1800. La Pilgrim Edition dice que Sardis «significa los que escaparon ». Véase la introducción al comentario a este libro donde se expone hasta qué punto puede aplicarse al tiempo de la Reforma lo que de Sardis se dice en los versículos Apo 3:1-6.

2. Al comenzar con el análisis de la carta, vemos que Cristo se presenta a esta iglesia (v. Apo 3:1) como «el que sostiene los siete espíritus de Dios y las siete estrellas» (NVI). La primera expresión nos recuerda la de Apo 1:4 y, como allí, significa el Espíritu Santo en cuanto que es poderoso para reanimar y dar vida a lo que queda con cierta vida, así como para derribar también es viento huracanado (v. Hch 2:2) las estructuras que se han quedado fosilizadas. Al añadir «de Dios», se enfatiza ese poder soberano. Las «siete estrellas» son mencionadas aquí, precisamente, porque su brillo debe reemplazar a «lo que queda y está a punto de morir» (v. Apo 3:2); esto es, a los pábilos que hay que despabilar («Sé vigilante …» Apo 3:2 ).

3. Continúa diciendo (v. Apo 3:1) el Señor: «Sé tus obras, que tienes nombre de que vives, y estás muerto» (lit.).

(A) Los comentarios católicos, al partir de la base de que el ángel es el pastor de la iglesia, y al suponer que las frases van dirigidas a él personalmente, discuten si dicho pastor se llamaba Zósimo («el que vive») o Gregorio («el que vela»), y aseguran que dicho pastor, aunque ortodoxo en doctrina, estaba en pecado mortal habitual.

(B) Para los evangélicos, no cabe duda de que dichas frases aluden al estado general de la iglesia de Sardis, la cual estaba viviendo (como la población pagana de Sardis en lo material) de las pasadas glorias, de recuerdos antiguos, de la rutina de unas formas eclesiales hueras, de unas estructuras carentes de vida, de una ortodoxia muerta. Exteriormente, no aparecía nada reprochable. No se mencionan enseñanzas falsas, problemas personales o eclesiales, persecuciones que apremien. Como dice J. Grau, «acaso su problema era la absoluta ausencia de los mismos» (ob. cit., pág. 127). Era una iglesia «pacífica», con la paz propia de los cementerios. «Gozaba, dice Hendriksen (ob. cit., pág. 73), de una buena reputación que no merecía».

(C) Pero al Señor no se le oculta el estado interior de su Iglesia y, por ello, puede decir, sin equivocarse, qué grupo es realmente una «iglesia viva» y qué grupo es sólo la apariencia de «iglesia»; qué es lo que vive realmente y qué es lo que sólo aparenta tener vida. El Profesor Grau hace (ob. cit., pág. 130) las siguientes aplicaciones, válidas para una iglesia del siglo XX:

(a) «Muchos que profesan ser cristianos, miembros de iglesia, tal vez por haber hecho una decisión un día (decisión sin arrepentimiento, decisión sin saber lo que se hacía, etc.) no son más que aquellos de quienes escribió Pablo en 2Ti 3:5 que tienen la forma de la piedad, pero han negado la eficacia de la misma (cf. Mat 7:21-23)».

(b) «¡Qué terrible posibilidad! Tener nombre de que uno vive , es decir: no sólo creerlo uno mismo, sino los demás. Tener nombre, y sólo el nombre. Tener fama de espiritualidad y que luego el Señor diga: ¡Estás muerto! »

(c) «Cuando hoy Jesús, en medio de la Iglesia, observa, ¿no halla esferas y formas desprovistas de sentido íntimo?É»

(d) «Hemos de confesar constantemente nuestra dependencia del Señor y de su Santo Espíritu. Solamente Él puede renovarnos y capacitarnos para su servicio y una adoración alegre y gozosa.»

4. Tras del reproche del versículo Apo 3:1, viene el consejo o exhortación, seguido de una amenaza (vv. Apo 3:2, Apo 3:3): «¡Despierta! Fortalece lo que queda y está a punto de morir, porque no he hallado tus obras debidamente cumplidas a los ojos de mi Dios. Recuerda, por tanto, lo que has recibido y escuchado; obsérvalo y arrepiéntete. Pero si no te despiertas, llegaré como un ladrón, sin que sepas la hora en que vendré sobre ti» (NVI).

(A) Comienza la exhortación con un «¡Hazte vigilante!» (lit. Gr. guínou gregorón; dos presentes: el primero en imperativo; el segundo, en participio). Como si dijese: «Ponte en vela», «¡Despierta!», como ha vertido bien la NVI. Así como la ciudad había sido tomada por sorpresa en dos ocasiones, por no estar en vela sus defensores, así también la iglesia de Sardis estaba a merced de Satanás por falta general de vigilancia.

(B) «Y consolida lo restante que estaba a punto de morir» (lit.). Lo que quedaba, las formas y las estructuras, las personas y las instituciones organizadas, la ortodoxia misma, estaban a punto de morir por falta de espíritu interior. El Señor expresa el motivo: «Porque no he hallado tus obras cumplidas (o llenas) a los ojos de mi Dios» (lit.). Había allí «obras», sí, pero estaban vacías de contenido interior (fe, amor, servicio, esperanza, etc.); estaban, en una palabra, «faltas de peso» (comp. con Dan 5:27) y necesitadas de refuerzo. El rabino D. Kimchi, al comentar el Sal 1:2, dice: «Si alguien se aparta del mal camino, pero no obra el bien, no hace su obra perfecta (hebr. hashelim ma hasehu) y no es declarado como bendecido». Las obras han de estar perfectas o completas, no sólo delante de los hombres, sino especialmente «a los ojos de mi Dios», a quien nada se le oculta. El original dice, en todos los MSS, theoú mou, mi Dios, y no entiendo cómo ese mi llegó a ser omitido en el Textus Receptus, pasando con esa omisión a todas las versiones antiguas.

(C) «Recuerda, pues, cómo has recibido y oíste» (lit.), añade el Señor (v. Apo 3:3); es decir, «trae a la memoria, como un recordatorio, lo mucho y bueno (cuánto y de qué calidad) que oíste, al recibir el mensaje de salvación, con sus promesas, sus privilegios y, también, con exigencia de verdadero discipulado: todo eso lo tienes recibido (en pretérito perfecto, frente al aoristo «oíste»), pero lo tienes bajo la ceniza, frío, inactivo, agonizante». «Guárdalo y arrepiéntete» continúa el Señor . Por «guardar», usa el verbo teréo que, como sabemos, implica algo interior, una observancia cordial, no el verbo phulasso, que comporta una vigilancia desde el exterior. «Arrepiéntete» está en aoristo, con lo que indica la urgencia del cambio de mentalidad, de una vez por todas, mientras que térei, «guarda», está en presente, porque indica algo que debe continuar.

(D) Ahora viene (v. Apo 3:3) la amenaza: «Pues si no te pones en vela (de nuevo, en aoristo), vendré como un ladrón y en modo alguno conocerás a qué hora vendré sobre ti» (lit.). Si la iglesia no despierta y se mantiene en vela, el Señor vendrá de improviso, como lo indica el verbo éxo, ya visto en Apo 2:25, visitándola por sorpresa, sin que pueda percatarse (gnos es aoristo de subjuntivo) de momento, como le había ocurrido a la ciudad en las dos ocasiones en que fue tomada por el enemigo.

5. Después del fuerte reproche inicial, y de la consiguiente seria amonestación, viene (v. Apo 3:4) un pequeño oasis de consuelo: «Con todo, tienes algunas pocas personas en Sardes que no han manchado sus ropas. Ésas andarán conmigo vestidas de blanco, porque son dignas de ello» (NVI).

(A) Vemos primero que el original no dice psukhás, personas en general (v. Hch 2:41), sino onómata («nombres»), es decir, personas bien conocidas por su propio nombre (como el hebr. shemoth en Núm 1:2, Núm 1:20). Este grupito de fieles, de cristianos consecuentes con su profesión de fe, no habían manchado sus ropas, no habían sido infieles al Señor contaminándose con la fornicación idolátrica. Los creyentes recordarían su industria de lana, que saldría tan blanca de los talleres. Ni siquiera los paganos consentían que se tomase parte en sus cultos con los vestidos manchados. Entre los judíos, si caía una mancha en las vestiduras de los sacerdotes, no podían servir a Jehová en el templo; si lo hacían, su ministerio era rechazado.

(B) La promesa que Cristo hace a estos fieles cristianos de Sardes es de carácter escatológico: «Andarán conmigo vestidas de blanco» (NVI). Compárese con Apo 6:11; Apo 7:13. Lo de «porque son dignas» no significa que sus obras hayan merecido estas vestiduras, sino porque, al haber nacido de nuevo, han sido blanqueadas por la sangre del Cordero y las han guardado limpias (comp. con Sal 119:9) de idolatría e inmoralidad por medio de su obediencia a la Palabra de Dios, y capacitados por la gracia del Señor y el poder de su Espíritu. Los judíos, de acuerdo con el apócrifo de 2Es 2:40, tienen en su Targum el dicho siguiente: «Los que caminan con Dios durante su vida, son dignos de caminar con Él después de su muerte». Recordemos que el vocablo griego áxios, más bien que «digno», significa «competente, cualificado» (comp. con Mat 3:8; Jua 1:27, por ejemplo). En su etimología (axis), significa equilibrio en el fiel de la balanza, e indica que en la conducta digna y paciente del buen cristiano hay algo que corresponde al «excelente y eterno PESO de gloria», al que se refiere Pablo en 2Co 4:17.

6. El versículo Apo 3:5 contiene la promesa: «El que venza será también vestido de blanco, como ellas. No borraré jamás su nombre del libro de la vida, sino que reconoceré su nombre en presencia de mi Padre y de sus ángeles» (NVI). La promesa, pues, es doble:

(A) En la primera, se nota una alusión a las industrias de lana de la ciudad de Sardis. El verbo griego que Juan usa aquí es mucho más fuerte que el que se emplea corrientemente para «vestir». Literalmente dice: «Será cubierto (envuelto) en vestiduras blancas». El verbo da a entender que todo el ropaje que cubre a la persona es de un blanco espléndido, significando la participación en la gloria del Cristo resucitado, como premio con que Dios recompensa una conducta inmaculada.

(a) En efecto, el blanco es símbolo de victoria, de paz, de pureza, de alegría festiva. «En el mundo pagano del Asia Menor, dice Bartina (ob. cit., pág. 660), como en toda el área griega, fue corriente ofrecer espléndidos y variados vestidos a las divinidades como don votivo.» Y continúa: «Gracias a una inscripción, hallada por los austríacos en las excavaciones de Éfeso, se sabe que se condenó a muerte a cuarenta y cinco habitantes de Sardes por haber maltratado, a causa de rivalidades religiosas, a unos embajadores de Artemisa efesina que llevaban una ofrenda de vestidos a la estatua de la diosa que se veneraba en un templo de Sardes».

(b) Lo que no sabemos es lo que opinará el jesuita Bartina sobre la semejanza de estos «dones votivos» a las divinidades paganas con los mantos y joyas de precio incalculable con que los catolicorromanos de España adornan las imágenes y peanas de sus «santos», especialmente de la Virgen María.

(c) Por su parte, J. Gill cita a Maimónides, quien dice lo siguiente acerca del examen que el Sanedrín hacía a los candidatos levitas para el sacerdocio:

Examinaban a los sacerdotes respecto a sus genealogías y defectos de cualquier clase; cualquier sacerdote en cuya genealogía se hallase algo defectuoso era vestido y cubierto de negro, y echado del tribunal; pero todo el que era hallado perfecto y recto era vestido de blanco, y entraba a tomar parte en el ministerio con sus hermanos los sacerdotes.

(B) La segunda promesa del Señor a dichas personas de Sardis es (v. Apo 3:5): «No borraré jamás su nombre del libro de la vida, sino que reconoceré su nombre en presencia de mi Padre y de sus ángeles» (NVI). El original repite, en sus dos formas, el adverbio simple de negación: ou me. Esta repetición como sabemos (v. por ej. Jua 6:37), es enfática y equivale a «de ninguna manera», «en absoluto», «jamás». La promesa se halla primero en forma negativa («no borraré …») y después en forma positiva («reconoceré …»).

(a) La primera parte de la promesa requiere una explicación. Sería equivocado, un grueso error, contrario al conjunto de la Palabra de Dios, deducir de aquí que los que han sido escritos en el libro de la vida del Cordero pueden ser borrados de él y perder así la salvación adquirida. La frase ha de entenderse en el contexto histórico en que se redactó. Se alude aquí, lo mismo que en Apo 22:19 (según el Sinaítico y unos pocos códices unciales) compárese con Apo 13:8; Apo 20:12, Apo 20:15; Apo 21:27 , a la descripción personal en los registros de los respectivos municipios; en esos registros se iban añadiendo los nombres de los que nacían o venían a residir en la localidad, y se iban borrando los de los que morían o se marchaban a residir en otro lugar; poco más o menos, como suele hacerse hoy en el censo.

(b) Es probable que haya aquí una especial alusión al registro del pueblo de Israel, pues los que eran inscritos en él adquirían derecho a las promesas de prosperidad mesiánica (v. Éxo 32:32; Sal 69:28; Isa 4:3) y, después, a los bienes escatológicos (v. Dan 12:1 y comp. con Luc 10:20; Flp 4:3; Heb 13:23). En conclusión, «ser borrado» de este registro, lo mismo que «no estar inscrito», equivale a «quedar excluido».

(c) Finalmente, el Señor les asegura: «confesaré (gr. homologuéso), es decir, reconoceré, no negaré (comp. con Jua 1:20), su nombre delante de (mejor, a los ojos de) mi Padre y a los ojos de sus ángeles» (lit.). Los nombres de estos adalides de la fe, de estos verdaderos discípulos del Crucificado, no serán olvidados; Cristo los reconocerá delante de Dios Padre y de sus ángeles, como Él mismo prometió en Luc 9:26.

7. El versículo Apo 3:6 contiene el estribillo común, que, en estas cuatro últimas cartas, aparece al final, como ya lo hemos visto en Apo 2:29.

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