Apocalipsis 3:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Apocalipsis 3:14 | Comentario Bíblico Online

1. Comienza aquí la séptima y última carta a las iglesias del Asia Menor. Es la más interesante y pintoresca de todas ellas y va dirigida a la iglesia en Laodicea.

(A) Esta ciudad se encontraba a 65 km al sureste de Filadelfia, junto al río Lico, en su confluencia con el río Meandro. Sus ruinas yacen junto a la actual Denizli y cerca de Honaz (la antigua Colosas), dentro del campo visual de las imponentes ruinas de la Hierápolis. Era un excelente nudo de comunicaciones, por converger en ella las tres vías más importantes de toda la región: Del noroeste, venía una por Tróade, Sardis y Filadelfia; por el nordeste, la de Dorilea y el norte de Frigia; y hacia el sureste, partía la que conducía a Atalia, Perge y Siria.

(B) Fue fundada por Antíoco II (261 246 a. de C.), quien le puso el nombre de su esposa Laodicea, que significa «justicia (o juicio) del pueblo». Ella le recompensó más tarde envenenándole. Desde el comienzo de la época romana, fue un gran centro comercial y administrativo. Sacudida por constantes terremotos durante los años 60 y 61 de nuestra era, no aceptó ninguna ayuda monetaria, orgullosa de su riqueza, aunque se le concedió exención de impuestos, a fin de ayudar a sus habitantes a reconstruir la ciudad.

(C) Tres notas destacaban en Laodicea: (a) Las fructuosas operaciones bancarias y las numerosas transacciones comerciales, de donde procedía su opulencia; (b) La floreciente industria de tejidos, especialmente en fina lana negra, y sus famosas alfombras; (c) Era sede de una prestigiosa escuela de medicina, sobre todo de oculistas como Zeuxis y Alejandro Filetes. Las tres son aludidas en el mensaje que comentamos.

(D) La iglesia fue fundada probablemente por Epafras de Colosas. En la ciudad había termas, teatros, estadio y gimnasio. Laodicea fue destruida por completo el año 1042 por el guerrero asiático Temur.

(E) La severidad de la carta, en la que todo son reproches, sin alabanza alguna ni honrosas excepciones, va sin embargo mezclada con fina ironía y delicada ternura. De entre las siete cartas, es la única que se asemeja en fraseología y argumentación al estilo de Pablo; quizá se deba esto a resonancias de la epístola del apóstol a esta ciudad, epístola de la que se nos informa en Col 4:16Col 4:16, aunque no faltan comentaristas que identifican dicha epístola con la que figura en el Nuevo Testamento como dirigida a los efesios.

2. Con tres títulos se presenta el Señor (v. Apo 3:14) al comienzo del mensaje: «Éstas son las palabras del Amén, del testigo fiel y veraz (gr. alethinós, como en el v. Apo 3:7), del soberano de la creación de Dios» (NVI).

(A) «El Amén» (comp. con 2Co 1:19-21) significa que Cristo es aquel «en quien la revelación de Dios halla su perfecta respuesta y su cumplimiento» (F. F. Bruce, ob. cit., pág. 1.687). Esto requiere ulterior explicación:

(a) El vocablo hebreo amén se deriva del verbo amán, sustentar (como soporte que da firmeza y seguridad), y de ese verbo se forman muchos vocablos bíblicos que vienen a constituir una interesante familia de términos de la misma raíz amán. Los principales son: amón, arquitecto (v. Pro 8:2, Pro 8:30); emunah, fe, fidelidad; emet, verdad, seguridad; omná, columna; amná, educación; amaná, decreto, pacto confirmado.

(b) Este vocablo amén que vemos aquí, significa «firme, fiel, veraz»; y, como adverbio, «de cierto, así es, así sea». Repetido (amén, amén), tiene aspecto de fórmula de juramento o doxología; con esta repetición aparece numerosas veces en el Evangelio según Juan (hebr. amén veamén). En Isa 65:16, se dice de Dios «Dios firme, veraz» (Eloey amén). Por eso, se dice en 2Co 1:20 que Cristo es el Sí y el Amén de Dios, porque en Él se hacen definitivamente firmes las promesas divinas. Cristo es, pues, el garante de la verdad divina en su calidad de único Mediador entre Dios y los hombres (1Ti 2:5); por lo que resulta el soporte firme, inconmovible, en una ciudad sacudida tantas veces por los terremotos, y cuya iglesia se halla lejos de la firmeza que el Señor tiene derecho a esperar de ella.

(B) En segundo lugar, Cristo se presenta como «el testigo fiel y veraz» (conceptos que también se incluyen en el vocablo amén), con el matiz de «alguien que sabe lo que dice y dice lo que sabe»: infinitamente sincero, contra la tremenda hipocresía de esta comunidad de fariseos.

(C) En tercer lugar, el Señor se presenta como «el principio de la creación de Dios» (lit.). Esto requiere análisis especial, por cuanto los llamados «Testigos de Jehová» hallan aquí uno de sus argumentos contra la Deidad del Salvador, como si la frase significase que Cristo es el primero de los seres creados por Dios. Es de notar, sin embargo, que el original no dice prótos, primero, sino arkhé, principio. ¿En qué sentido? Dos son las soluciones: (a) Como en Jua 1:3; Col 1:16Col 1:16, puede significar que Cristo es Aquel por medio de quien Dios creó todas las cosas (comp. con Pro 8:22.). Así lo interpretan la mayoría de los autores; (b) También podría significar, como en Col 1:15Col 1:15, que Cristo es el jefe o soberano (el arconte) de toda la creación (comp. con el v. Apo 3:21). El primer sentido es el más probable, pero ambos (el de creador-arquitecto comp. con Pro 8:30; Mat 16:18 y el de jefe soberano) se aplican bien a Cristo como al Fundador y Señor de la Iglesia, y preparan la reprensión dirigida a la comunidad cristiana de Laodicea, cuyos miembros, como dice Bartina (ob. cit., pág. 665), «pecaban de autosuficiencia religiosa errada».

3. Como no halla aquí el Señor nada que alabar, sigue inmediatamente la reprensión (v. Apo 3:15): «Conozco (lit. sé) tus obras, que no eres ni frío ni caliente. ¡Ojalá fueses lo uno o lo otro!» (NVI). En esta «tibieza» no se expresa una condición mediocre, sino malísima, pues el estado de esta iglesia es comparado por el Señor a algo muy expresivo para los habitantes de Laodicea: De Colosas y de Hierápolis, por unas cañerías de las que aún se conservan restos, venían a Laodicea las aguas termales que, poco a poco, se iban entibiando a su paso bajo el terreno hasta llegar a las termas de los baños de la ciudad, cruzándose a veces con el agua fresca, potable, que procedía de los manantiales próximos a la ciudad.

«Nada más mareante, dice Bartina en el mismo lugar, que el agua termal, fuertemente mineral, tibia.» El agua termal, entibiada por el terreno o por la mezcla con el agua potable, resultaba demasiado fría para el baño; demasiado tibia, nauseabunda, para beberla. Lo mismo pasaba con la iglesia de Laodicea: No se mencionan herejías, contiendas ni inmoralidades de baja estofa, sino, lo que es peor, orgullo farisaico, crudo materialismo, marcada indiferencia, autosuficiencia arrogante y engreimiento espiritual. Y, como dice Grau (ob. cit., pág. 137), «hay más esperanza para el frío que para el indolente». En efecto, de un rebelde como Saulo sacó el Señor el gran apóstol de los gentiles; en cambio, un Agripa se quedó en un «casi cristiano» (v. el comentario a Hch 26:28). De ahí la amarga queja de Cristo: «Ojalá fueses frío o caliente!» (lit.).

4. Enseguida viene la amenaza (v. Apo 3:16): «Así que, como eres tibio ni caliente ni frío , estoy a punto de escupirte de mi boca» (NVI). Este versículo contiene una seria amenaza del Señor, pero ha de notarse, como muy bien ha vertido la NVI, que el original no dice: «te escupiré …», sino «estoy a punto de escupirte …», con lo que se le ofrece a la iglesia de Laodicea una oportunidad de retornar al buen camino. La temperatura espiritual de la iglesia, tanto en su comunión con el Señor y entre los hermanos, como en su menguado afán de testificar del Evangelio, provocaba las náuseas de Jesucristo. Comenta Barchuk:

Deberían meditar sobre estas palabras los cristianos de nuestros días, porque estas palabras del Señor corresponden a nuestro período. Pensáis de vosotros mismos que no sois ateos, pero es que resulta difícil también llamaros hijos de Dios. Parecéis como no estar en el mundo, pero miráis siempre al mundo al igual que la mujer de Lot. Vuestras almas están como divididas en dos; en el templo sois santos, pero fuera de él, mundanos. Debido a que no se puede servir a Dios y a Mamón, las almas así divididas se han enfriado para Dios, mientras que se inclinan cada vez más hacia Mamón. Tales creyentes no pueden ser agradables a Dios (ob. cit., pág. 92).

Como puede observarse, Barchuk está entre los partidarios de aplicar el nivel vertical histórico a la representación de las siete iglesias de Apocalipsis capítulos Apo 2:1-29 y Apo 3:1-22, con lo que corresponde a la iglesia de Laodicea representar la época de nuestros días (desde comienzos del siglo XX), cuando las masas han caído en una total indiferencia con respecto a la religión y cuando las mismas iglesias, en su mayoría, no parecen contar para nada con el Señor (v. Apo 3:20).

5. ¿En qué se fundaba el engreimiento de los cristianos de Laodicea? El propio Señor lo expresa a continuación (v. Apo 3:17): «Pues dices: Rico soy y me he enriquecido (pretérito perfecto) y de nada tengo necesidad» (lit.). Parecidos al fariseo de la parábola, los cristianos de Laodicea, al disfrutar de su opulencia material y de sus comodidades, se creían especialmente bendecidos por Dios en la prosperidad de sus negocios, y le daban gracias como los antiguos «ashirim betorah» (prosperados en la Ley), los fariseos, que se jactaban de darle a Dios más de lo que Él les exigía («ayuno dos veces en sábado …» Luc 18:12 ). Dice Barchuk a este respecto:

Hay personas en las iglesias que suelen estar completamente satisfechas de sí mismas, por eso nunca están satisfechas de los demás. Éste es el peor elemento entre la humanidad. Ellos mismos con frecuencia sorprendidos se preguntan: ¿Por qué es que todos se alejan de ellos y no quieren tener con ellos nada en común? Y esto sucede porque estos suficientes de sí mismos, pero disconformes con los demás, son amadores de sí mismos, y fuera de sí ni aun distinguen el mundo de Dios. Ellos, o bien se alaban a sí mismos, o bien deshonran a los demás. Por eso resultan despectivos a todos.

6. La iglesia de Laodicea se jactaba de no necesitar de nada, pero el Señor Jesús le descubre su verdadera condición (v. Apo 3:17): «Y no sabes que tú (nótese el énfasis) eres el desventurado y miserable y menesteroso y ciego y desnudo» (lit.). Vale la pena examinar cada uno de estos epítetos, unidos todos, en el original, por un mismo artículo determinativo:

(A) Se creían prósperos en sus negocios, en sus beneficiosas transacciones bancarias, en su opulencia. Estos cristianos a medias creían que todo ello era «ventura» y «bendición de Dios». Pero el Señor les dice: ¿Tú te crees bendecido, bienaventurado? Pues yo, el Amén, te aseguro que eres «el desventurado» (gr. talaipóros sólo ocurre aquí y en Rom 7:24 ) por antonomasia. El oro de tus bancos no es moneda corriente en el Reino de Dios.

(B) Se creían autosuficientes, no necesitados de nadie ni de nada, pero, en realidad, son unos miserables, esto es, «dignos de lástima» (según la etimología. Gr. eleeinós, vocablo que sólo sale aquí y en 1Co 15:19).

(C) Se creían ricos hasta la opulencia, pero el Señor dice: «Eres el menesteroso» (gr. ptokhós, como el mendigo de Luc 16:20, Luc 16:22). «Menesteroso» es mucho más bajo que «pobre», pues no sólo carece de bienes de fortuna, sino que tiene que mendigar para poder sobrevivir. ¡Qué contraste con la iglesia de Esmirna! (Apo 2:9 «… tu pobreza ¡pero si eres rico!»)

(D) Se creían tener «buena vista» espiritual en una ciudad famosa por sus colirios y sus prestigiosos oculistas, pero el Señor les hace notar que se engañan; la triste realidad es que son ciegos, pues no se percatan de su lamentable estado espiritual.

(E) En una ciudad famosa también por su industria en lana negra, por lo que podían cubrirse con costosas y rozagantes vestiduras de ese tejido, el Señor les hace ver que están desnudos espiritualmente, dejando al descubierto sus vergüenzas (comp. con v. Apo 3:18 y Apo 16:15).

Al llegar aquí, debemos preguntarnos a nosotros mismos: ¿Cuáles son mis riquezas? ¿Dónde está mi tesoro? (v. el comentario a Hch 3:6). ¿Me creo autosuficiente? ¿El-todo-lo-sabe? Lo peor de la condición de la iglesia en Laodicea era que estaban ciegos. Como dice Barchuk, «ser ciego es una gran desgracia. Pero la peor desgracia la vive aquel que no quiere ver su propia condición» (comp. con Jua 9:39-41).

7. A continuación (v. Apo 3:18) viene el consejo del Señor, no es un severo mandato, sino un tierno consejo: «Te aconsejo (es el consejo de un buen Padre y Maestro) que compres de mí: oro refinado al fuego, para que te hagas rico; ropas blancas para cubrirte y para que así no esté a la vista de todos tu vergonzosa desnudez; y colirio para ponerte en los ojos, a fin de que puedas ver» (NVI).

(A) Jesucristo es el único «Productor y Proveedor» (gr. arkhegós) de la vida (Hch 3:15) y de la fe (Heb 12:2); de todo lo que necesita un creyente para su riqueza espiritual; por eso, hay que adquirirlo de Él. No se trata de comprar con dinero, sino de adquirir gratis, según la fraseología similar de Isa 55:1, Isa 55:2, «oro refinado al fuego, para que seas rico»: el oro de la pureza santa, refinada con el fuego de las pruebas y de la disciplina; ésta es la verdadera riqueza, no la del negocio mundanal (v. Sal 18:31; Pro 30:5; Col 1:27; 1Pe 1:7).

(B) Cristo les ofrece también «ropas blancas para cubrirte y para que así no esté a la vista de todos tu vergonzosa desnudez». Las ropas blancas son símbolo de la justicia imputada (v. vv. Apo 3:4, Apo 3:5; Apo 4:4; Apo 6:11; Apo 7:9, Apo 7:13, Apo 7:14), de santidad de vida (v. Apo 19:8, Apo 19:14), de paz, de victoria y de alegría festiva, frente a las espléndidas telas de lana negra.

(C) Y, frente a los famosos polvos frigios, con los que fabricaban en Laodicea la pomada para las enfermedades de los ojos, Cristo les recomienda un «colirio» espiritual para los ojos del corazón, a fin de que así puedan apreciar los verdaderos valores de las cosas (comp. con Efe 1:17, Efe 1:18; 1Jn 2:20, 1Jn 2:27). Sólo el Espíritu Santo puede suministrarnos este valioso ungüento.

8. En esta carta, llena de reproches, nos sorprende y emociona lo que el Señor dice, en el versículo Apo 3:19, a la iglesia de Laodicea: «A los que yo quiero, les reprendo y los disciplino. Así que ten fervor y arrepiéntete» (NVI). La primera parte de este versículo nos recuerda Pro 3:12, del que viene a ser una cita (comp. con Heb 12:6), con la diferencia de que aquí se usa el verbo philó, verbo que indica un afecto entrañable. Dice Bartina: «Se emplea deliberadamente un verbo que entraña contenido emocional. Ese amor no es cruel en la educación, corrección o castigo, sino severo para bien del educando (Heb 12:5-11(ob. cit., págs. 666, 667). Y añade el Señor: «Sé celoso, pues, y arrepiéntete» (lit.). El primer verbo está en presente continuo; el segundo, en aoristo de urgencia y determinación decisiva. Dice Bruce (ob. cit., pág. 1.687): «El arrepentimiento había de implicar la sustitución de la complacencia por una celosa preocupación». Es de notar que el verbo zéleue (sé celoso) es de la misma raíz que el adjetivo zestós (caliente) de los versículos Apo 3:15 y Apo 3:16.

9. Sigue (v. Apo 3:20) una promesa, delicada, tierna, afectuosa, dentro de una amarga queja, aunque sólo insinuada: «¡Aquí me tienes! Estoy de pie a la puerta y llamando. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré y comeré con él, y él conmigo» (NVI).

(A) Comencemos por decir que este versículo se usa muchísimo en mensajes de evangelismo y hasta se insinúa, en ese sentido, en nuestros himnarios, como si el inconverso debiese abrir a Cristo la puerta de su corazón. Esta interpretación es incorrecta, porque: (a) Es Dios, por medio de su Espíritu, quien abre los oídos y el corazón (v. por ej. Hch 16:14); (b) El Señor no se está dirigiendo a inconversos, sino a una iglesia cristiana.

(B) El versículo comienza por un idoú («mira, he aquí») para llamar la atención sobre alguien que pide hospedaje: Jesús se presenta como un peregrino y apela a la hospitalidad, tan desarrollada y practicada por los orientales, y quiere llegar a una amistad más sólida (v. Luc 24:13-35, y comp. con Cnt 5:2; Mat 13:29; Mat 24:33; Luc 12:36; Luc 22:29; Stg 5:9).

(C) ¿A qué puerta llama Jesús? Ya hemos advertido que Cristo se está dirigiendo a una iglesia; primero, a la iglesia como congregación; pero también a los individuos que son miembros de dicha iglesia:

(a) Ante todo, la puerta es la de la iglesia, de la que está, en la práctica, excluido como Señor y Salvador, puesto que sus miembros son tibios y se sienten engreídos de su posición, sin necesidad de nada (v. Apo 3:17); al ser autosuficientes, no se percatan de la necesidad de depender, en todo y por todo, del Señor Jesucristo. Dice Ryrie: «¡Cuán increíble es que Cristo haya de ser impedido de entrar en su propia Iglesia! ¡Cuán bondadoso como para estar todavía solicitando entrar!»

(b) Pero la llamada se hace, sobre todo, a individuos, como se ve por la segunda parte del versículo: «Si alguien escucha mi voz …». Como si dijese: «¿No habrá alguien en esa comunidad que desee tener íntima comunión conmigo?» Como Diógenes, linterna en mano, buscaba entre la multitud reunida en el ágora un hombre, puesto que la masa congregada en la plaza «eran gente decía él , pero no hombres (personas con sentido de responsabilidad)», así también Cristo, ante una iglesia tan tibia que está a punto de vomitarla de su boca, llama a la puerta de cada individuo, para ver si hay alguien, en toda la congregación, que esté dispuesto a oírle y obedecerle, ya que «escuchar, en la Biblia, equivale a obedecer».

(D) Repitamos que la obra de la salvación, tanto de la justificación como de la santificación, es de iniciativa enteramente divina: Es primero Cristo el que hace oír su voz. Compárese con Rom 10:20, que, a su vez, cita de Isa 65:1: «Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí». Comenta Hendriksen (ob. cit., pág. 78): «Es Él el que está llamando, y esta voz del Señor en el Evangelio, aplicada al corazón por el Espíritu, es el poder de Dios para su salvación. De este modo, hallamos que este pasaje hace completa justicia, tanto a la soberanía de la gracia divina, como a la humana responsabilidad» (comp. con 1Co 15:10).

(E) La comida con Cristo, expresada en este versículo en términos de mutua comunión («comeré con él, y él conmigo» NVI ), es, según el simbolismo oriental, una indicación de especial amistad y de relación íntima pactada. Por tanto, indica aquí los dones mesiánicos que Cristo da a sus amigos ya en este mundo, aparte del premio escatológico que se menciona en el versículo siguiente. Dice Morgan (citado por Walvoord, ob. cit., pág. 97):

El único remedio contra la tibieza es la readmisión del Cristo excluido. La apostasía ha de ser confrontada con la fidelidad de Él, la laxitud con la convicción nacida de la autoridad de Él, la pobreza con el hecho de la riqueza de Él, el frío con el poderoso fuego del entusiasmo de Él, y la muerte con la vida divina que hay en Su don.

10. Con el llamamiento común «Al que venza» (v. Apo 3:21), viene la promesa escatológica; «le daré el derecho de sentarse conmigo en mi trono, de la misma manera que yo vencí y me senté con mi Padre en su trono» NVI). Es el trono de Dios y del Cordero (Apo 22:1), que han de compartir los que tengan parte en la primera resurrección (Apo 20:4; Apo 22:5). Con esta comunión íntima entre el creyente y Cristo, la cual empieza ya en esta vida, pero se hará manifiesta en la Segunda Venida del Señor (1Jn 3:2), se realiza lo que leemos en Jua 14:23; Jua 15:5; 1Jn 2:24, etc. Termina el mensaje (v. Apo 3:22) con el consabido estribillo: «Quien tenga oídos, que escuche lo que el Espíritu dice a las iglesias» (NVI).

11. Al final del comentario a los capítulos 2 y 3 del Apocalipsis, conviene hacer una pausa para reflexionar.

(A) Las condiciones de estas siete iglesias existen también hoy, y han existido siempre, sea cual sea la opinión que se tenga, a nivel histórico, sobre lo que cada iglesia pueda representar. La gran pregunta es: ¿Son fieles al encargo de Cristo las iglesias de hoy? ¿Retienen de veras el nombre del Señor y llevan en alto sus lámparas en medio de las tinieblas de este mundo?

(B) Las tentaciones a seguir al mundo y negar a Cristo vienen, como entonces, desde tres direcciones: (a) el miedo a la persecución; (b) la adulación a los poderosos; (c) la constante invitación a participar de los placeres de esta vida. Con todo eso, se puede asegurar la posición social, pero se pierde el fervor espiritual. Cuando los que se profesan cristianos ceden a estas tentaciones, caen en el deplorable estado de la iglesia de Laodicea, aunque todo parezca marchar en orden dentro de los muros del edificio que lleva el nombre de «templo», «iglesia» o «capilla evangélica». Se pierde la convicción de pecado y no se advierte la necesidad de un sincero cambio de mentalidad delante del Señor. ¿Cómo se va a golpear alguien el pecho en señal de contrición, si se cree en paz con Dios y en orden con la iglesia, sin advertir esa lastimosa tibieza que lleva a la indolencia, a la indiferencia, al compromiso con el mundo? Dice Hendriksen acerca de su propia experiencia:

El autor de este libro ha tenido contacto personal con esta actitud de parte de algunos miembros de iglesia. No hay nada que hacer con tales gentes. Con los que nunca han entrado en contacto con el Evangelio y, por ello, son «fríos» a este respecto, se puede hacer algo. Con creyentes sinceros y humildes se puede trabajar con gozo. Pero con estos «somos-una-gente-tan-buena-aquí-en Laodicea», no se puede hacer nada. Cristo mismo no los pudo soportar (ob cit., págs. 76, 77).

¡No permita el Señor que nuestras asambleas, ni nosotros como miembros individuales de ellas, caigamos en el estado lastimoso en que se hallaba esta «desventurada, miserable, menesterosa, ciega y desnuda» iglesia de Laodicea! De los apóstatas dice Pedro (2Pe 2:22, al citar de Pro 26:11) que son como «el perro que se vuelve hacia lo que ha vomitado». ¿Vamos a ser así nosotros? ¿Qué haremos, pues, si por no ser ni fríos ni calientes, se dispone el Señor a vomitarnos de su boca?

Apocalipsis 3:14 explicación
Apocalipsis 3:14 reflexión para meditar
Apocalipsis 3:14 resumen corto para entender
Apocalipsis 3:14 explicación teológica para estudiar
Apocalipsis 3:14 resumen para niños
Apocalipsis 3:14 interpretación bíblica del texto

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí