Apocalipsis 6:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Llegamos ahora a la apertura del sexto sello, con el cataclismo que sigue a continuación de dicha apertura. Veamos primero la apertura y los fenómenos que afectan a la naturaleza (vv. Apo 6:12-14), para ver después las reacciones de los habitantes de la tierra (vv. Apo 6:15-17).

1. Dicen los versículos Apo 6:12-14 en la NVI: «Yo paré atención cuando Él (el Cordero) abrió el sexto sello. Se produjo un gran terremoto. El sol se volvió negro como un saco tejido de pelo de cabra, la luna entera se puso roja como la sangre, y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como caen las brevas de una higuera cuando es sacudida por un viento impetuoso. El firmamento desapareció como un pergamino que se enrolla, y todas las montañas e islas fueron removidas de su lugar».

(A) Recordemos, una vez más, que Juan está en éxtasis; en este éxtasis tiene una visión en la que los eventos del día de Jehová le son revelados por medio de símbolos; no ve literalmente lo real, sino figuras simbólicas de lo real, que no por estar bajo figuras deja de ser real. Si esto no se tiene en cuenta, el Apocalipsis no se puede entender de ninguna manera.

(B) Podemos, pues, preguntarnos ahora: ¿De qué cataclismo se habla aquí? Que se trata de algo muy importante se ve por la fraseología misma con que comienza el versículo Apo 6:12Y vi o miré cuando abrió …») y que sólo aparece así en la apertura del primer sello, no en los demás. ¿Son puro simbolismo todos los fenómenos que aquí se narran? Dice G. R. Beasley-Murray (New Bible Commentary, pág. 1.179): «Todas estas señales de la consumación son demasiado regulares en los escritos escatológicos como para que puedan tomarse en sentido completamente figurado». Creo que deben tenerse en cuenta los siguientes principios:

(a) Las Escrituras nos ofrecen muchos ejemplos en que, dentro de un mismo contexto, se superponen, faltos de perspectiva temporal, sucesos que se refieren a tiempos muy distantes entre sí. Dos ejemplos claros tenemos en Isa 61:1, Isa 61:2, compárese con Luc 4:18-20, donde la mitad del versículo Apo 6:2 se refiere a la Segunda Venida de Cristo, mientras que la primera parte se cumplió ya en la Primera Venida, y Joe 2:28-32, compárese con Hch 2:17-21, donde Pedro cita a Joel, e incluye los versículos Hch 2:30-32 que, como Apo 6:12-14, se refieren al final de los tiempos.

(b) El hecho de que dichos fenómenos cataclísmicos, de carácter netamente apocalíptico, muestren en toda su fuerza la majestad, la santidad, el justo juicio y la soberanía de Dios, hace que tanto los profetas como los apóstoles los citen siempre que Dios muestra su poder salvífico de una manera extraordinaria. W. M. Smith asegura:

Aunque no se dice en forma específica en qué época han de colocarse estos mártires, el sexto sello habla sin duda de perturbaciones celestes tremendas que todavía no han ocurrido, pero que tendrán lugar al final de los tiempos … Los sucesos que se traslucen en la apertura del sexto sello deben situarse al final de los tiempos (ob. cit., pág. 1.507).

Y continúa diciendo que este tema se toca ya desde el profeta Joel (Joe 1:15; Joe 2:1, Joe 2:11, Joe 2:30, Joe 2:31). También en Isa 13:6-10; Isa 24:21-23; Isa 34:4 se reiteran estas predicciones, relacionándolas con el Día de Jehová.

(c) Notemos también que el Señor Jesucristo puso de relieve este hecho concreto en su Discurso del Olivete (Mat 24:29-31; Mar 13:24-26; Luc 21:11, Luc 21:25). «Todas estas perturbaciones dice W. Smith se refieren al período de después de la tribulación (Mat 24:29), con excepción de Luc 21:11, que implica que habrá ya algunas perturbaciones antes de la Tribulación misma».

(d) Notemos finalmente que en Apocalipsis, según la frecuente repetición del número siete, dichos fenómenos se mencionan siete veces: la primera, en los versículos que estamos comentando; otras cuatro, en los juicios a son de trompeta (Apo 8:8-13; Apo 9:1); la sexta, al derramarse las copas cuarta y quinta (Apo 16:8-10); y la séptima, al derramarse la séptima copa (Apo 16:17-21). Esta frecuente recurrencia apunta finalmente al tiempo, después del Milenio, en que la tierra y, al menos, nuestro sistema solar, serán consumidos por el fuego para dar paso a unos nuevos cielos y una nueva tierra (v. Apo 20:11; Apo 21:1, comp. con 2Pe 3:10-12).

(e) Por consiguiente, todos estos fenómenos simbolizan y anuncian la suprema intervención de Dios al final de la Historia. El sentido común debería bastarnos para hacernos ver que su cumplimiento literal no puede tener lugar antes de ese momento, porque, ¿cómo podría, de otro modo, subsistir en este mundo ningún ser viviente después de semejante cataclismo cósmico?

(C) Nos queda examinar algunos de los fenómenos que aquí se registran, pues no todos tienen la misma sincronización:

(a) En el versículo Apo 6:12 encontramos tres de los siete fenómenos que, según el sentido de plenitud y totalidad que es genérico con respecto al simbolismo del número siete, redondean la espectacularidad del acontecimiento: Primero, «un gran terremoto» (gr. seismós, de donde procede el vocablo castellano «sísmico», así como el que en España decimos «seísmo» y los latinoamericanos llaman, más correctamente, «sismo»). Este fenómeno aparece ya en Apo 11:13; Apo 16:18, así como en Eze 38:19; Joe 2:10; Amó 8:8; Mat 24:29. Segundo, «el sol se puso negro como saco de crines» (el vestido de saco negro era signo exterior de duelo). A este oscurecimiento del sol se alude ya en Isa 50:3. Recordemos que esta oscuridad ocurrió en la novena plaga que cayó sobre Egipto (Éxo 10:21-23) y durante las tres horas de eclipse en el Calvario (Mat 27:45 y paralelos). Tercero, «la luna se volvió toda como sangre». Por lugares como Isa 13:10; Eze 32:7 y otros, creemos que este enrojecimiento designa el color que adopta la luna en un eclipse total.

(b) En el versículo Apo 6:13 tenemos el cuarto fenómeno: la caída de astros del cielo sobre la tierra, a la que ya hay referencia en Isa 13:9, Isa 13:10. Como ya hemos hecho notar, es muy improbable que esto indique un hecho anterior al final del Milenio, a no ser que se trate de meteoritos. A este fenómeno, tanto como al siguiente, parece hacer referencia Isa 34:4, aunque allí se hace mención de las hojas de la higuera, pero aquí se habla de los higos tardíos (gr. Olúnthous), sacudidos por un fuerte viento.

(c) El quinto fenómeno es que «el cielo es decir, el firmamento se desvaneció como un pergamino que se enrolla» (v. Apo 6:14). De nuevo tenemos una referencia a Isa 34:4; Isa 40:20; 2Pe 3:10-12. Recordemos que ya Gén 1:6-8 llama «expansión» (hebr. raquiaj, plancha sólida) al firmamento. A pesar de su magnitud y de su dureza, se enrolla como un pergamino, ante la majestad omnipotente de Dios, especialmente si está ardiendo tal pergamino. El año 1935, un teniente coronel de Ingenieros escribió en el diario madrileño El Debate un largo artículo acerca de una mancha negra, ribeteada de rojo, que se observaba en un determinado punto del firmamento. Consideraba él dicha mancha como una rasgadura del éter que envuelve y llena el espacio cósmico, y concluía que el día en que la rasgadura alcanzase a nuestro sistema solar, éste podría desaparecer en poco tiempo. Se cumpliría así literalmente lo de «como un pergamino que se enrolla».

2. Los versículos Apo 6:15-17 nos describen los efectos que tal cataclismo ha de producir en las gentes inconversas de este período de la Gran Tribulación: «Entonces los reyes de la tierra, los príncipes (gr. meguistánes, magnates), los generales (lit. jefes de mil), los multimillonarios y los potentados, y todos los hombres, tanto esclavos como libres, fueron a esconderse en las cuevas y entre las rocas de los montes. Y gritaban a los montes y a las rocas: ¡Caed sobre nosotros y escondednos del rostro del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero! Porque ha llegado el día grande de la ira de ellos y ¿quién podrá aguantar en pie? » (NVI).

(A) Tenemos en el versículo Apo 6:15 siete clases de personas sobre las que cae la ira de Dios, y que corren presas del pavor a esconderse «en las cuevas y entre las rocas de los montes» (comp. con Isa 2:10). Estos siete grupos cubren todas las clases sociales, comienzan por los más altos en autoridad: los reyes; a éstos siguen los magnates: príncipes, gobernadores, etc.; después, los altos jefes militares; luego, los ricachones (gr. ploúsioi), cuyo dinero proporciona influencia, poder y prestigio social, siguiéndoles los potentados (gr. iskhuroí, fuertes según la mayoría inmensa de los MSS ), es decir, todos los que, por su educación superior o su linaje, disfrutan de poder en el mundo de la política, del arte, de la ciencia, etc. En sexto y séptimo lugar, los esclavos y los libres (esto es, simples ciudadanos no sujetos a servidumbre).

(B) El grito que todos ellos dan (v. Apo 6:16) a los montes y a las rocas para que les escondan del rostro airado del Omnipotente tiene como trasfondo a Luc 23:30; y éste, a Ose 10:8. Dice Bartina: «Era propio de los habitantes de Palestina, en tiempo de invasión o peligro, huir a los montes y esconderse en las cuevas de aquellos desiertos inaccesibles, para pasar inadvertidos y esperar a que se alejara la tormenta» (ob. cit., pág. 688).

(C) El rostro (gr. prosópou), es decir, la faz del hombre, lo que más salta a la vista, tiene en la Biblia, aplicado a Dios, simbolismo bipolar, pues puede hacer referencia tanto a la benevolencia como a la ira de Dios. Aquí es el rostro airado de Dios, de cuya vista quieren huir los impíos, hasta el punto de preferir la muerte, de forma que se los trague vivos la tierra. ¡El día de gracia ha terminado para ellos! Lo más impresionante es eso de «la ira del Cordero». Dice Grau (ob. cit., págs. 165, 166): «¿Quién hubiera pensado que era posible hablar de la ira del Cordero? ¿No es el cordero el más manso de los animales? Es la ira del amor, del amor despreciado, pisoteado una y mil veces, a pesar de haber llegado hasta lo sumo del sacrificio por nosotros».

(D) «El gran día de su ira» (v. Apo 6:17) es también el día de la pública manifestación de la gloria del Señor. En este versículo advertimos referencias a Joe 2:11 y Mal 3:2, y aunque dichas profecías tienen diversos niveles, como puede comprobarse al comparar Joe 2:28-32 con Hch 2:17-21, el sentido final y completo apunta al plano netamente escatológico, cuando el número siete de perfección en el reinado mesiánico del Milenio cederá el puesto al número ocho, símbolo de la eternidad. Hasta en matemáticas, un Apo 6:8 yacente es símbolo del infinito. Curiosamente, las letras del nombre griego Khristós (Cristo) forman el número 888. Para los que adoptan el sentido plenamente literal (quizá, mejor, literalista) de la cronología bíblica, la especie humana cumplirá el sexto día de Dios («mil años como un día») hacia el 2000 de nuestra era (mejor dicho, lo habrá cumplido ya hacia el año 1975); tras de esto, vendría el séptimo día (el Milenio, que todavía no ha venido); y el Milenio daría paso al octavo día, la suma perfección de la eternidad. Todas estas acrobacias de números y fechas suelen terminar en el más vergonzoso ridículo.

3. Para terminar con esta sección, conviene echar un vistazo a los seis sellos ya estudiados y comparar, como lo hace Walvoord (ob. cit., pág. 123), la secuencia del capítulo Apo 6:1-17 con la descripción que Jesucristo hizo del final de los tiempos (Mat 24:4-31): (A) La guerra de Mat 24:6, Mat 24:7 corresponde al segundo sello de Apo 6:3, Apo 6:4; (B) El hambre de Mat 24:7, al tercer sello de Apo 6:5, Apo 6:6; (C) La muerte de Mat 24:7-9, al cuarto sello de Apo 6:7, Apo 6:8; (D) El martirio de Mat 24:9, Mat 24:10, Mat 24:16-22, al quinto sello de Apo 6:9-11; (E) El oscurecimiento del sol y de la luna y la caída de las estrellas, de Mat 24:29, a lo de Apo 6:12-14; y (F) El tiempo de la ira de Dios en el juicio, de Mat 24:32-51; Mat 25:1-26, a lo de Apo 6:15-17.

4. El propio Walvoord ofrece, hacia el final de su comentario al cap. Apo 6:1-17, algunos pensamientos provechosos de carácter devocional, que no deben faltar en nuestro comentario. Dice Walvoord:

El día de ira está en contraste con el día de gracia. Aunque, en cada dispensación, Dios trata con los creyentes y los salva por gracia, la época actual está sumamente destinada a manifestar gracia, no sólo como el camino de salvación, sino también como el camino de vida. Dios no está pensando hoy en hacer que recaiga sobre el pecado el juicio divino. Aun cuando pueda haber algunas formas de castigo inmediato, Dios no está, en su mayor parte, ajustando cuentas ahora. Ni los justos son premiados ni los malvados son castigados hoy de forma definitiva. Este día de gracia será seguido por el día de Jehová (ingl. Of the Lord), que bosqueja desde temprano, en su proceso, el día de ira (ob. cit., pág. 138).

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