Si la ley es aprobada, pasará al Senado, donde los demócratas, que son mayoría en esa cámara, han asegurado que la rechazarán. Eso es, al menos, lo que los líderes demócratas han dicho hasta ahora. Hay que esperar a saber qué dicen cuando tengan delante un texto que evita la suspensión de pagos, aunque sea temporalmente. ¿Rechazarla, asumiendo unilateralmente la responsabilidad histórica de la primera quiebra de EE UU? ¿No se impondrá finalmente el criterio de que más vale esto que nada y que es mejor pagar el precio de darle una victoria política a los republicanos que conducir al país hacia el desastre? ¿Y el presidente? ¿Vetaría la ley si el Senado termina aceptando los términos de Boehner? Quizá habrá que esperar aún algunos días para saberlo —el plazo para la suspensión de pagos se cumple el 2 de agosto—. De momento, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Garner, ha declarado que la ley de Boehner no es una opción realista porque no tiene posibilidades de pasar en el Senado.
Lo veremos pronto. Quizá hoy o a lo largo de este fin de semana, el líder demócrata, Harry Reid, tiene que presentar algo a votación. Tiene varias opciones: presentar por separado la ley Boehner y la que él mismo ha elaborado para elevar el techo de deuda hasta finales de 2012, intentar una fusión de ambos textos o renunciar a su iniciativa y someter a votación únicamente la ley de la Cámara con enmiendas pactadas con los senadores republicanos.
Ninguna de esas opciones se antoja válida para evitar la suspensión de pagos. El rechazo de la ley Boehner y la aprobación de la ley Reid, sin más, no parece una solución porque esta última no tiene ninguna posibilidad de pasar en la Cámara de Representantes, a menos que el liderazgo republicano rompiera con el Tea Party, lo que no parece probable. La reforma del texto de Boehner, a su vez, supone que esa nueva versión debería otra vez ser votada por la Cámara de Representantes, donde probablemente moriría.
Da la impresión de que, con la ley Boehner, los republicanos han ido todo los lejos que podían ir y que cualquier corrección que se le incluya para aproximarla a los deseos de los demócratas y de la Casa Blanca está condenada a ser bloqueada por el Tea Party en la Cámara. Si a Boehner le ha costado un esfuerzo gigantesco alcanzar el consenso interno para su propuesta actual —solo lo ha conseguido tras prometer otra votación sobre la enmienda constitucional que prohíba los presupuestos deficitarios—, cabe imaginar las dificultades que encontraría para aprobar una versión más moderada. Dicho crudamente, a día de hoy, el único horizonte que se vislumbra es el de ley Boehner o la suspensión de pagos.
Fuente: El País
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