instrúyeme y aprenderé tus mandatos.
Me miran los que te respetan
y se regocijan,
porque he confiado en tu palabra.
Señor, bien sé
que tus mandamientos son justos,
que con razón me humillaste.
Que tu amor sea mi consuelo
según prometiste a tu siervo.
Que me alcance tu compasión, y viviré,
porque tu ley es mi delicia.
Sean confundidos
los orgullosos que me calumnian,
yo meditaré tus decretos.
Vuelvan a mi los que te honran:
que conozcan tus preceptos.
Sea mi corazón íntegro en tus normas,
así no quedaré avergonzado.
Pero aunque una determinada situación puede producir estos diferentes sentimientos, hay matices esenciales e importantes entre ellos. El más importante, sin duda, es que a diferencia de los otros, la compasión nunca nos puede dejar indiferentes y nos ha de mover necesariamente a la acción en beneficio de la persona en necesidad.
Porque la etimología de la palabra compasión es, precisamente, sufrir con, identificarse con el otro y, lo que es más importante, hacer nuestra su necesidad, involucrarnos, llevar la carga juntos.
Eso es lo que el salmista dice que Dios hace con nosotros. Ante nuestra situación de necesidad no se muestra indiferente, sufre con nosotros y se involucra. Para mí es muy importante. Significa que Dios no se queda al margen sino que activamente hace suyo mi dolor, postración y sufrimiento.
Es alentador, sin embargo, también es retador. Lo es porque sin duda el Señor espera de mi hacia otros la misma actitud y acción que tiene hacia mí.
La compasión nos lleva a la acción, no nos deja indiferentes.
Una oración
Por el conocimiento de las buenas noticias en Croacia.
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