Hace bastante tiempo escribimos una entrada acerca de los sueños húmedos, esos sueños eróticos involuntarios que un hombre puede experimentar. Para un joven soltero que está dejando el pecado sexual, y que se esfuerza por no masturbarse ni tener relaciones sexuales, una emisión nocturna acompañada de un sueño con imágenes eróticas puede causar confusión. Por una parte, la sensación de emisión es placentera, pero por otro, las imágenes están fuera de control, y pueden ser recuerdos sexuales que cuando uno está despierto prefiere olvidar, o tentaciones nunca antes consideradas, e incluso ilegales. Cuando durante el día las luchas conscientes contra el pecado producen buen fruto, el pasar una noche soñando con pecado puede ser defraudante, y por esa combinación de placer con imágenes pecaminosas, y si uno ha sido criado en un ambiente legalista de culpabilidad, la situación puede ser más engañosa todavía.
Eso mismo me sucedió hace un tiempo, con bastante frecuencia. Primero consideré estos sueños como algo pasajero, pero conforme se fueron repitiendo, y haciéndose cada vez más extraños, empecé a preocuparme mucho; me sentía cargado, y lleno de culpa y preguntándome si mi corazón realmente quería involucrarse en actividades sexuales que nunca hubiera considerado estando despierto, y si hasta ahora estaba notando esta naturaleza pervertida.
Al contarle a varios amigos, compañeros de responsabilidad en este proceso de pureza, me enseñaron algunas verdades que vale la pena compartir con los amigos que leen este blog, y que pueden estar pasando por lo mismo.
1. Ese no soy yo.
Me sirvió entender que el que aparecía en esos sueños no soy yo, y éstos no son verdad, no son mi realidad, no debo tomarlos como ciertos. Cuando estoy despierto, puedo estar consciente de todo a mi alrededor, puedo decidir lo que quiero pensar. Las imágenes no significan que eso tenga que suceder.
2. Si los sueños eróticos son memorias de pecado, puedo trabajar en ello.
Si identifico que algo que soñé es un recuerdo de algo que hice o que quise hacer, puedo examinar si es un secreto que está saliendo a luz, o si ya lo he confesado con un compañero de responsabilidad, y si le he pedido perdón a Dios por ello. De cualquier manera, el Espíritu Santo me ayuda, y puedo sacarlo de mi.
3. Mi sexualidad es mucho más que unos sueños.
Mi identidad como hombre no se define por mis sueños. Mi identidad sexual son mis valores, mis preferencias, mis experiencias, la orientación y dirección que le doy a mis atracciones como hombre, el dominio propio que me da el Espíritu Santo, y sobre todo, la restauración de todo eso que Dios está haciendo en mi. Nada de eso se invalida, por un sueño, ni tampoco tiene el poder de modificar lo que siento y lo que pienso de mí mismo.
4. No hay normas para regir los sueños.
Por más que intente hallarle causa y efecto a un sueño erótico, realmente no es mi llamado interpretarlos, y pues… hasta los sueños más inocentes son extraños. Tampoco hay una norma que diga cuantos sueños húmedos y cuantas emisiones nocturnas tiene un hombre normal al mes. Simplemente el cuerpo lo hace cuando lo necesita; es un desgaste mental hallarles sentido.
5. La confesión y la entrega de cuentas ayudan mucho.
Si reconozco que conscientemente he deseado o visto imágenes sexuales durante el día, puedo pedir perdón a Dios por mi negligencia, y Él es fiel y justo para perdonarme y limpiarme de toda maldad. Si ya lo he confesado a un amigo de confianza, puedo pedirle que ore por mi y puedo seguir adelante, sin culpa.
Ahora estimado amigo, si como alguno de nosotros, estás saliendo del pecado sexual, y ésto es parte de tus luchas, te animo a seguir adelante, lo estás haciendo bien. Fortalece tus hábitos de pureza, y mantente en contacto con tu comunidad. Todo estará bien.
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