«Sólo tiene una vida»

El hombre, como la hierba son sus días; florece como la flor del campo, que pasó el viento por ella, y pereció.Salmo 103:15-16.

Creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano.1ª Corintios 15:58.

Esta inscripción, que puede leerse en caracteres luminosos en la autopista, recuerda a los conductores que un exceso de velocidad puede producir un accidente fatal. No hay «segunda oportunidad» como en algunos videojuegos. Todos nos sentimos interpelados. Efectivamente, sólo tenemos una vida para vivir en esta tierra, y cada día que pasa no vuelve. Además, nadie sabe los días que le quedan en esa cuenta regresiva cuyo final es la muerte física, pero igualmente la comparecencia ante nuestro Creador: “De la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).

Es primordial reconocer que todos necesitamos un Salvador que nos libere del juicio que la absoluta justicia de Dios reserva a los hombres pecadores. Ese Salvador es Jesucristo, quien por amor a nosotros llevó en nuestro lugar ese castigo en la cruz. Dio su vida, pero resucitó y ofrece gratuitamente la vida a todos los que creen en él. ¿Cómo rechazar o despreciar tal gracia?

«Sólo tiene una vida». Aunque ya seamos cristianos, también nos sentimos interpelados, pues a veces tenemos un comportamiento parecido al de los incrédulos. ¿Vivimos para nosotros mismos o para Aquel que murió por nosotros? ¿Qué lugar damos a Cristo? ¿Somos verdaderos adoradores? ¿Buscamos las “buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas”? (Efesios 2:10). Sepamos echar mano “de la vida que lo es en verdad” (1ª Timoteo 6:19, V. M.).


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