Cantares 2:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Comienza aquí una nueva sección que acaba en Cnt 3:5, en la cual la sulamita refiere un incidente del pasado.

1. Cambia el escenario. Ya no estamos en el palacio de Jerusalén, sino en la residencia regia en el campo, probablemente al norte de Palestina. Pero los personajes son los mismos: La sulamita y las damas de la corte. El versículo Cnt 2:8 debe traducirse como en la New International Version: «¡Escuchad! ¡Mi amado! ¡Mirad, aquí viene, etc.!» En su imaginación, la sulamita oye a distancia los pasos de su amado y le ve saltando sobre los montes y brincando sobre los collados. También Abraham vio a distancia el día del Señor Jesús y se regocijó (Jua 8:56). Por el amor que nos tenía, el Señor Jesús vino dando grandes saltos: Del cielo al seno de una virgen; cargado con nuestros pecados, al madero (1Pe 2:24); del madero, a la tumba; de la tierra, al cielo. La maldición de la ley y la muerte en cruz han de ser soportadas, y hay que amarrar a todos los poderes de las tinieblas, pero, antes de las realizaciones de su amor, esas grandes montañas se convirtieron en llanuras. Cualquiera sea la oposición que se haga, en cualquier tiempo, a la liberación de la Iglesia de Dios, Cristo se abrirá paso por en medio de ella. Viene rápido, como el corzo y el cervatillo; el tiempo se les hacía largo, pero en realidad se apresuraba.

2. Vivamente se le representa su amado pastorcillo llegando ya al vallado, mirando por las ventanas y atisbando por las celosías (v. Cnt 2:9). Comenta Lehrman: El verbo hebreo para «atisbar» significa «chispear» y quizás insinúa que ella piensa que su rescatador está tan cerca que puede ver en ella el ardiente fulgor de los ojos de su amado. Con la misma viveza (v. Cnt 2:10), se representa al amado respondiendo (lit.), es decir, tomando la palabra, y diciéndole, etc. La invita a salir y a marcharse con él. Para mejor incitarla a seguirle, le dice que ha llegado ya la primavera con todas las agradables señales que anuncian la llegada de tan deseable estación del año: Pasó el invierno y las lluvias de marzo y abril (v. Cnt 2:11), han brotado las flores (v. Cnt 2:12), llegó el tiempo de la poda (más probable que de la canción) de las vides, y se ha oído la voz (no el canto) de la tórtola (v. Jer 8:7), lo que anuncia la llegada de la primavera. Durante todo el invierno, las flores están muertas y enterradas en sus raíces; no queda ninguna señal de ellas; pero en la primavera reviven y se muestran en toda su admirable variedad, y con todo el verdor y su múltiple colorido. Esta descripción de la primavera que retoma, como razón para venir a Cristo y con Cristo, es aplicable a la introducción del evangelio en la habitación de la dispensación de la Ley, durante la cual era invierno para la Iglesia. El evangelio de Cristo calienta lo que estaba frío y hace fructífero lo que antes estaba muerto y estéril; cuando llega a un lugar, pone en él gran belleza y gloria (2Co 3:7, 2Co 3:8). La estación primaveral es muy agradable; también lo es la dispensación de la gracia del evangelio. La liberación de la Iglesia del poder de sus enemigos perseguidores es como una primavera después de un invierno de sufrimiento y falta de libertad. Cuando han pasado las tormentas de la aflicción, cuando se oye la voz de la tórtola, el alegre sonido del evangelio de Cristo, predicado con toda libertad, levantémonos y vayamos (comp. v. Cnt 2:13).

3. Los higos de que habla el versículo Cnt 2:13 no son los que maduran en agosto, sino los primerizos o brevas, que son deliciosas. Y las vides en flor difunden su fragancia. Frutos primerizos y olor fragante se dan a conocer en la conversión de un pecador: salir del estado de la naturaleza al estado de la gracia es, también para él, el retorno de la primavera, un cambio total, un nuevo nacimiento. El alma que era dura y fría, estéril como la tierra en invierno, se vuelve fértil y fructífera como la tierra en primavera y, por grados también, como la tierra, produce su fruto hasta llevarlo a perfección. Este feliz cambio se debe únicamente a la influencia del sol de justicia. Un hijo de Dios, cuando está bajo el peso de dudas y temores, es como la tierra en invierno: las noches son largas y los días son oscuros y fríos; pero pronto retornará el consuelo: volverán a cantar los pájaros y aparecerán las flores. Levántate, pues, pobre alma, y ven. Los huesos que yacían en el sepulcro, como las raíces de las plantas en el suelo durante el invierno, reverdecerán como el césped (Isa 66:14, comp. con Isa 26:19). Aquello será un eterno adiós al invierno y una gozosa entrada en una perpetua primavera.

4. Tras esta descripción de la llegada de la primavera, la ilusionada sulamita escucha la voz de su amado que la invita de nuevo (v. Cnt 2:13, comp. con v. Cnt 2:10) a salir y marcharse con él. «Paloma mía», dice el pastorcillo, «que estás … en lo escondido de escarpados parajes» (v. Cnt 2:14). «Las palomas, dice Lehrman, hacen sus nidos en las hendiduras de las rocas y se resisten a salir de allí cuando están asustadas. El amante pastor, impaciente por la tardanza de ella en unirse a él, la urge a que deje su escondite.» Así también, Cristo es la roca en la que el alma busca su refugio, como la paloma en las hendiduras de las rocas, cuando se siente perseguida por las aves de presa (Jer 48:28). A la invitación, une el amado dulces requiebros.

5. El versículo Cnt 2:15 es difícil de interpretar dentro de este contexto. Según Ryrie, «ambos (el pastorcillo y la sulamita) resuelven tomar medidas contra todo lo que pueda echar a perder sus relaciones». Según Lehrman, junto con el versículo Cnt 2:14, podría ser una canción popular en el tiempo de la cosecha. F. Asensio viene a dar como probables ambas opiniones. Cabe otra interpretación: los hermanos de la sulamita la envían de nuevo a cuidar la viña (comp. con Cnt 1:6). Pero entonces, ¿cómo se explica ese plural «cazadnos»? Aunque la interpretación literal de este versículo es tan difícil, la acomodación espiritual es sencilla. «El zorro, dice Watchman Nee, se come el fruto de la vid, pero las pequeñas raposas estropean los tiernos pámpanos.» Esto es, según M. Henry, A) Un encargo a los creyentes a que mortifiquen sus apetitos pecaminosos, pequeñas raposas que destruyen las gracias, aplastan los buenos comienzos e impiden que lleguen a la perfección. Cazad las pequeñas raposas, los comienzos del pecado, de esos pecados que parecen insignificantes, pero son tan peligrosos. (B) Un encargo a todos a impedir la extensión de opiniones y prácticas que tienden a corromper el sano juicio de los hombres, a viciar las conciencias, a poner en perplejidad las mentes y a desalentar las inclinaciones a la virtud.

6. Los versículos Cnt 2:16 y Cnt 2:17 constituyen: (A) Una ferviente profesión del amor que la sulamita y el pastorcillo se tienen recíprocamente, a pesar de todos los esfuerzos de los hermanos de ella por separarlos; (B) Una tierna, amorosa y urgente llamada al amado para que vuelva, ligero como el corzo o como el cervatillo, hasta que soplen las brisas del atardecer (éste es el sentido de la primera parte del v. Cnt 2:17) y huyan las sombras al ponerse el sol que las ocasionaba. En vano esperó la sulamita, pues llegó la noche (Cnt 3:1) sin que él apareciese sobre los montes de Báter. La Iglesia no duda de que llegará el frescor de la brisa del atardecer y de que huirán las sombras presentes, para dar paso a las realidades futuras. El vocablo hebreo báther significa división o separación. Según esto, caben varias interpretaciones: (a) montes con quebradas intermedias (probable, según Lehrman); (b) montes de separación, por el corte que parece efectuar el horizonte (según Dhorme); (c) montes de división de la víctima para el sacrificio (comp. con Gén 15:10) en dos partes iguales (según Joüon y Robert-Tournay). Estas dos últimas opiniones son expuestas por F. Asensio al relacionar nuestro Báter, dice, con la raíz btr, separar o cortar. Esta nostalgia de la sulamita por su amado puede aplicarse al Maranatha, ¡Señor, ven! que la Iglesia primitiva solía repetir en sus cultos con tensa y viva expectación de la Segunda Venida del Señor (v. el griego original de 1Co 16:22, comp. con Apo 22:20).

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