Cantares 7:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Al obedecer a la invitación del rey, la sulamita vuelve sobre sus pasos. La gracia misma con que ella camina suscita la admiración de Salomón, por lo que comienza ahora (v. Cnt 7:1) por alabar los pies de ella. «Hija de príncipe» no significa aquí a la letra «hija de rey» como en el Sal 45:13, sino poseedora de una belleza de cuerpo y de carácter, semejante a la de las nacidas de noble familia. En un nuevo requiebro, el rey alaba los muslos de la sulamita, aunque es más probable que los versículos Cnt 7:1-6 refieran alabanzas de las damas de la corte mientras la visten en sus habitaciones privadas, antes de presentarla de nuevo al rey, ya que solamente al estar desnuda, podían apreciarse los encantos que se alaban en el versículo Cnt 7:2.

2. La comparación de los muslos o, mejor, de las caderas de la sulamita con las ajorcas artísticamente enlazadas como anillos de una cadena que se bambolea al andar (v. Cnt 7:1), sugiere el contoneo de las caderas que tanto puede influir en el poder seductor de una mujer. Estas joyas enlazadas, que así se mueven al caminar, simbolizan la belleza espiritual escondida a los ojos de la carne, de una congregación cristiana que, viviendo por el Espíritu, avanzan también codo con codo, según implica el original, por el Espíritu (Gál 5:25). La alabanza del ombligo (v. Cnt 7:2, ver el comentario a Pro 3:8) es totalmente ajena a la imaginación occidental, pero a las damas de la corte de Salomón se les antoja parecido a una copa redonda (hebr. agán hasahar, y ser este último vocablo la única vez que sale en la Biblia). Dice el Midrás: «Hay lugares en que a la luna se la llama Sahara. Sahar es una alusión a los asientos del Sanedrín en filas semicirculares, como una media luna, que es semejante a la figura de una era». El ombligo, como ya vimos en Pro 3:8, equivalía a la fuente de energías del cuerpo humano, al tuétano de los huesos, aunque es probable que representase también, como reminiscencia del cordón umbilical, el vehículo de la alimentación obtenido, en principio, de la madre. En sentido espiritual vendría a significar la próspera condición, sana y madura, del creyente.

3. Si en el hebreo sahar hemos visto la figura de una era, no es extraño ver mencionado en la segunda parte del versículo, el vientre como montón de trigo, más que por el cereal mismo, por el color moreno claro del trigo, después que ha sido trillado y aventado en la era. Es muy rara, después del montón de trigo, la añadidura de la frase «cercado de lirios». Quizás aluda de nuevo al color (o colores) del vestido que lleva. Ginsburg da la siguiente explicación: «Las eras … estaban al aire libre y, después que el trigo había sido trillado, aventado y amontonado, cada montón era cercado con espinos para evitar que se lo comiese el ganado. En ocasiones festivas, el trigo era decorado con flores. Para hacer más lisonjero el cumplido, el enamorado rey cambia las cercas de espinos en lirios». El versículo Cnt 7:4 lo hemos visto ya en Cnt 4:5. Aquí no se añade la segunda parte de aquel versículo. La razón podría ser que los lirios de allí ya se han mencionado aquí en el versículo anterior. Algunos de los elementos del versículo Cnt 7:4 se han visto ya, pero aquí aparecen con ciertas variantes y se añade uno nuevo: (A) El cuello como torre, no de David (Cnt 4:4), sino de marfil. En Cnt 4:4 prevalecía la idea de fuerza, aquí prevalece la idea de fina belleza, suave como el marfil, pero el elemento dominante (torre) permanece el mismo. En Cnt 4:1, los ojos eran como palomas; ahora son como los estanques de Jesbón, junto a la puerta de Bat-Rabim. No se conoce ningún lugar de este nombre, pero como Bath Rabbim significa «la hija de multitudes», es probable que de a entender una ciudad populosa, que en este caso sería la propia Jesbón, antigua capital de Sijón el rey de los amorreos, después que éstos echaron a los moabitas (v. Núm 21:25; Jos 9:10). Era famosa por su fertilidad y tranquilidad, por lo que la mirada suave y clara de la sulamita sugiere la paz y belleza de los estanques de Jesbón. Muy raro resulta el requiebro que menciona la nariz como la torre del Líbano, etc., pues una nariz demasiado grande nunca ha sido indicio de belleza femenina, pero lo más probable es que la comparación no tenga nada que ver con el tamaño, sino con la exacta posición y la excelente proporción con el resto del rostro.

4. Para entender la comparación de la cabeza con el monte Carmel, etc., del versículo Cnt 7:5, es menester conocer bien la situación de dicho monte, majestuosamente erguido entre el mar Mediterráneo y la llanura del noroeste de Palestina. Así también, la cabeza de la sulamita está bien plantada y erguida como dicho monte. Así como las pestañas aparecen en Pro 6:25 como la red en que la mujer extraña, ajena, prende a los incautos, así también aquí la red con que el rey está prendido no son precisamente las pestañas en este momento, sino las trenzas.

5. El final del versículo Cnt 7:5 da a entender claramente que no es el rey el que habla, sino otras personas. En cambio, el versículo Cnt 7:6 parece comenzar una nueva serie de requiebros, ahora del propio rey. De seguro, en los versículos Cnt 7:7-9. Parece ser que el rey ha escuchado la descripción poética que de la belleza de la sulamita han hecho las damas de la corte y, contagiado del mismo entusiasmo lírico, prorrumpe arrebatadamente en ese «¡Qué hermosa eres y cuán suave, oh amor deleitoso!», del versículo Cnt 7:6. Si se hace de aquí alguna aplicación espiritual, es de notar que la belleza interior del creyente (o de la Iglesia) no es nativa (v. Efe 2:1.), sino recibida: no nacimos hermosos, sino que somos hermoseados por la pura gracia de Dios. Por otro lado, si Salomón representa en esta pieza poética al mundo, ¿qué significarían estos requiebros en labios de los mundanos, sino una tentación a usar para el mal los encantos con que Dios nos ha favorecido? Esto ocurre con frecuencia cuando algún indrédulo lisonjea y tienta a un mismo tiempo a un creyente ilustrado, diciéndole: «¡Qué lastima que un hombre del talento y de las cualidades de usted crea todavía en esas añagazas de la religión!» Es menester, como la sulamita, poseer un ferviente amor al Esposo y tener la santa osadía de rechazar tales insinuaciones.

6. El rey comienza otra vez a ensalzar en detalle la hermosa figura de la sulamita, y compara su talle a la palmera (v. Cnt 7:7). Tres árboles llamaban la atención de los israelitas: la majestuosa palmera, el erguido y alto cedro y el gracioso ciprés. Como ya hemos visto en otros lugares, el vocablo hebreo para «palmera» es tamar, por lo que ocurre varias veces en la Biblia como nombre de mujer. Menciona de nuevo sus pechos, pero ahora los compara con los racimos de uva de una viña que él aspira a poseer. Tan enamorado está, que piensa incluso en subirse a la palmera (v. Cnt 7:8) con desdén de su regia majestad, con tal de poder alcanzar su fruto y ganarse también los racimos de uva de sus pechos.

7. A esto añade, una vez más, alabanzas de la boca de ella. Es cierto que el hebreo dice literalmente (v. Cnt 7:8): «el olor de tu nariz», pero como el aliento se supone, ya desde Gén 2:7, introducido por las narices, lo que aquí alaba el regio lisonjeador es el perfume que desprende el aliento de ella y que a él se le antoja como el de las apetitosas manzanas (comp. con Cnt 2:3-5). Hallamos también una nueva mención del paladar, para indicar que la conversación de la sulamita le resulta más dulce que el vino más generoso, que se entra a mi amado suavemente. Esta última frase resulta absolutamente desconcertante en boca del rey, por lo que prestigiosos exegetas como D. Buzy, G. Gerleman, W. Rudolph y también la Good News Bible y la New I. Version hacen un corte abrupto, pero inevitable si hemos de mantener la integridad del texto masorético, y, después de la primera línea del versículo Cnt 7:9, hasta el final del capítulo, ponen en boca de ella todas las frases restantes. El versículo Cnt 7:9 quedaría, pues, así: (Habla el rey) «Y tu paladar como el mejor vino». (Habla ella): «Sí, el vino que se entra a mi amado suavemente (comp. con Pro 23:31), y hace hablar los labios de los adormecidos» (y sigue hablando la sulamita en los vv. siguientes). La última frase significa que ese vino se entra suave, de forma que, sin darse cuenta, el que lo bebe cae en el típico sopor de los ebrios, quienes, sin embargo, suelen, en sueños, musitar frases incoherentes. Lerhman sugiere otra interpretación: El vino que se entra suave «produce tal animación que, a menudo, rompe el silencio y hace hablar a los labios silenciosos». En otras palabras, hasta los tímidos, los reservados y los retraídos se vuelven locuaces tras un par de vasos del buen vino. Esto es una realidad, pero es dudoso que sea ése el significado de la frase en el texto.

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