Cantares 8:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Cantares 8:1 | Comentario Bíblico Online

1. Se resiente ahora la sulamita de las restricciones que le impone la etiqueta social. Si el pastorcillo fuese hermano suyo (v. Cnt 8:1), nadie tomaría a mal que estuviesen juntos y que se besasen en público, pero así no puede ofrecerle esas muestras de cariño, pues los orientales ni a su propia mujer hablaban en público; mucho menos, se atrevían a besarla o mostrarle ninguna otra señal de afecto conyugal. Entonces, podría llevarlo (v. Cnt 8:2), sin restricción ninguna, a casa de su madre, la cual le enseñaba, es decir, la adiestraba en cuanto al amor. Léase, pues, «ella (no, tú) me instruía», como traducen, con ligeras variantes, la Biblia de las Américas, la New I. Version y la New American Standard, así como el rabino Lerhman, quien hace notar que la segunda persona del singular masculina y la tercera femenina son idénticas (en el imperfecto, también llamado, menos propiamente, futuro). Incluso podría entenderse (líneas tercera y cuarta del v.) que su madre la instruía también (o solamente) en el modo de preparar la mezcla de vino y mosto de granadas (comp. con Cnt 7:2, donde el hebreo dice «vino mezclado»). ¡Cuán grande es el privilegio de los creyentes, puesto que Cristo no es solamente nuestro Esposo (2Co 11:2; Efe 5:27; Apo 19:7), sino también nuestro hermano primogénito (Rom 8:29; Heb 2:11.)!

2. El versículo Cnt 8:3 repite las frases de Cnt 2:6. Recordemos aquí que, de modo más sublime, la derecha de Dios nos sostiene (Sal 63:8). Más aún, del mismo modo que a Israel, también a nosotros van dirigidas las palabras de Moisés en Deu 33:27: «El eterno Dios es tu refugio, y acá abajo los brazos eternos». En cualquier aflicción, problema o aprieto en que nos veamos metidos, digamos como David (Sal 25:15): «Mis ojos están siempre vueltos hacia Jehová, porque él sacará mis pies de la red».

3. El versículo Cnt 8:4 repite las frases de Cnt 2:7; Cnt 3:5, con el significado ya conocido: el amor no se puede imponer desde fuera; es un sentimiento que brota espontáneo. El Señor mismo, que nos impone como mandamiento primero: «Yo soy Jehová tu Dios … No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxo 20:2, Éxo 20:3; Deu 5:6, Deu 5:7), nos manda amarle, pero no nos fuerza a ello. Nótese el condicional «si alguno …» en la invitación a recibir al Señor para tener comunión con Él (Apo 3:20).

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