Cantares 8:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. En los versículos Cnt 8:8-10, la sulamita refiere reminiscencias de cuando era todavía muy joven, cuando no tenía pechos todavía y sus hermanos discutían lo que harían con ella cuando fuese pedida en matrimonio, según el significado de la frase «cuando de ella se hable». Pedir en matrimonio se llama «hablar con» en 1Sa 25:39. Sus hermanos la iban a poner a prueba: si resultaba fuerte para resistir las tentaciones, como un muro (v. Cnt 8:9), le harían regalos de plata. Dice Lehrman: «Las mujeres solían llevar una especie de cuerno de plata en la cabeza, ornamento que apreciaban mucho ellas. El Talmud registra que el rabino Akiba hizo para su novia un adorno de oro que representaba a Jerusalén». Pero, si la hermana resultaba ser una puerta, que daba entrada a las tentaciones, entonces la defenderían cercándola con gruesas planchas de cedro, cuya madera es muy dura. A estas sospechas de sus hermanos, replica ella con sano orgullo (v. Cnt 8:10) que no es puerta, sino muro, como lo ha demostrado ahora que está ya bien desarrollada: «Y mis pechos como torres», y viene a decirles: «¿Dónde está la recompensa que me prometisteis?» La última parte del versículo Cnt 8:10 debe traducirse, con la mayor probabilidad, del modo siguiente: «Entonces fui a sus ojos (o, así soy a sus ojos), es decir, a los ojos de él, del amado, como quien ha encontrado la paz». El sentido es clarísimo: Una vez que ella ha demostrado a sus hermanos que era fuerte como un muro, ellos han quedado satisfechos, le han dado la recompensa que le prometieron, y a los ojos de su amado es como quien disfruta ya de toda clase de bendiciones, pues hasta sus familiares ven ya con buenos ojos este matrimonio al que tantos obstáculos se habían opuesto; contra el incendio del amor nada ni nadie ha podido (vv. Cnt 8:6 y Cnt 8:7).

2. Todavía no ha terminado ella de recordar experiencias pasadas. Dice que Salomón tenía una viña en Baal-Hamón (v. Cnt 8:11), lugar que no ha podido ser identificado; una viña tan magnífica y productiva que los guardas arrendatarios de ella le pagaban anualmente, cada uno mil monedas de plata. Esa magnífica viña era uno de los atractivos con que Salomón esperaba seducir a la sulamita, pero ella (v. Cnt 8:12) la desprecia y dice diciendo: «Mi viña, la que es mía, está delante de mí»; es decir, «Yo no tengo más que una viña, pequeña, de la que soy dueña, no arrendataria; con ella me contento». Y añade: «Las mil (monedas) serán tuyas, Salomón, y doscientas para los que guardan su fruto». No se trata de una devolución de la sulamita a Salomón con una especie de «propina» para los guardianes, según opina F. Asensio. El meollo (quizá metafórico) de todo esto es que, a pesar de las fuertes tentaciones, ella ha permanecido leal a su amado. ¡Ojalá fuésemos nosotros tan leales a nuestro amante Salvador!

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