Reflexiones – El Incorruptible Fabricio
El nombre de Fabricio Lucio, célebre general romano de los tiempos primitivos de expansión de la República, ha quedado en la historia como emblema de probidad, sencillez, desinterés e integridad ciudadanas. Se dice que "hallándose el famoso general en la más completa pobreza fue nombrado embajador por la República
Reflexiones Cristianas – Para Quien son las manzanas?
En cierta ocasión, un joven observaba a un hombre que tenía más de ochenta años que estaba sembrando un huerto de manzanos.
El anciano amorosa y cuidadosamente preparó el terreno, plantó los diminutos vástagos y les echó agua. Después de estar mirándolo por un rato, el joven dijo: «Usted no espera que va a comer manzanas de esos árboles, ¿verdad?»
Ilustraciones Cristianas – Como Niños
Ilustraciones Cristianas - Como Niños
"y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos" (Mateo 18:3).
En 1985, el diario...
Historias Cristianas – SOLO PÍDELO
Historias Cristianas - SOLO PÍDELO Durante la guerra Hispano-Americana, Clara Barton estaba supervisando el trabajo de la Cruz Roja Americana en Cuba. Un día, el Coronel Theodore Rooselvet acudió a verla, queriendo comprar alimentos...
Reflexiones Cristianas Diarias – La Valentía de Telemaco
Justo González, destacado historiador latinoamericano, señala que a principios del año 400 d.C. muchos “monjes occidentales trataron de oponerse a las injusticias y crímenes de su tiempo. Símbolo de ellos es Telémaco, el monje que se lanzó a la arena en el circo romano y detuvo un combate de gladiadores. La multitud enfurecida y supuestamente cristiana, lo mató. Pero a partir de esa fecha, y en respuesta a la acción de Telémaco, los combates de gladiadores fueron prohibidos por el emperador Honorio” (J.González, Historia del Cristianismo, Unilit, Tomo 1, p. 264).
Ilustraciones Cristianas – ¿A Quién Estás Cargando Aún?
Dos monjes que regresaban a su templo, llegaron a un arroyo donde encontraron una hermosa mujer que no se atrevía a cruzarlo, temerosa porque el arroyo había crecido y la corriente era fuerte. Uno de los monjes, el mayor, casi sin detenerse, la alzó en sus brazos y la llevó hasta la otra orilla. La mujer agradeció, ya que su hijo estaba gravemente enfermo y ella necesitaba cruzar ese arroyo para verlo.