Colosenses 1:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Tras de la mención de la redención efectuada por medio de Cristo, el apóstol declara en sublimes afirmaciones la supremacía del Salvador.

1. Presenta primero al Señor Jesucristo como Señor del Universo (vv. Col 1:15-17). Dice de Él que es:

(A) «La imagen (gr. eikón, semejanza como se halla en una estatua de la persona) del Dios invisible» (v. Col 1:15). Aunque esta expresión no alcanza la profundidad que tiene en Heb 1:3, ya que también se aplica al hombre en general (1Co 11:7), su sentido ha de verse en el trasfondo de toda la porción. Lo que aquí quiere Pablo poner de relieve es que en Cristo es donde únicamente se puede contemplar al Invisible (v. Jua 1:18; Jua 6:46; Jua 14:9; 2Co 4:4-6; 1Ti 6:16; Heb 11:27). Más sobre esto, en el comentario a 3:10.

(B) «El primogénito de toda la creación» (v. Col 1:15). Esta afirmación fue interpretada por los arrianos, y lo es hoy día por los Testigos de Jehová, en el sentido de que Cristo fue el primer ser que Dios creó. Las interpretaciones ortodoxas son dos: (a) El Cristo preencarnado fue engendrado (gr. protótokos, el mismo término de Luc 2:7) antes de la creación del Universo, esto es, en la eternidad. Esta es la opinión de Lightfoot y de muchos otros; (b) el Cristo encarnado es el heredero y el dueño absoluto de todo el Universo creado. Ésta es la opinión, a mi juicio, más probable, si tenemos en cuenta la importancia que en el Antiguo Testamento tenía el título de «Primogénito» (hebr. bekor): el que recibía la heredad, el honor, la autoridad sobre los demás hermanos, etc. Dice P. Gutiérrez: «Al aplicar estos títulos a Jesucristo, Hijo de Dios, deducimos que a Él, como Primogénito, le incumben la anterioridad, prioridad de existencia (Jua 8:56-59), la trascendencia de naturaleza y, sobre todo, el imperio y la heredad absoluta de todas las criaturas».

(C) Al dejar a un lado el texto de Heb 1:3, cuyo comentario puede verse en su lugar, el parecido del versículo Col 1:16 con Jua 1:3, que habla del Verbo preencarnado, induce a muchos autores a entender también este versículo como aplicado a Cristo en su estado anterior a la encarnación, pero la frase final «hacia Él» (lit.) presenta una objeción tremenda contra dicha opinión, ya que, en el seno de la Trinidad, el Hijo no es la meta de la creación, sino el Padre. Opino, pues, con Gutiérrez (es una opinión, no una afirmación dogmática), que el apóstol sigue refiriéndose en toda la porción a Jesucristo Hombre. De Él, pues, dice Pablo lo siguiente, tras de hacer una división entre «las cosas de los cielos y de la tierra, las visibles y las invisibles, etc.» (toda la creación, comp. con Gén 1:1 ): «Porque en Él fueron creadas todas las cosas … todo ha sido creado por medio de Él y hacia Él» (lit.). ¿Qué significan estas afirmaciones?

(a) Que todo ha sido creado en … no ha de entenderse en el sentido platónico (y de la teología medieval) de que el Verbo es la idea-modelo de todo lo que Dios creó, sino como interpretan Lightfoot, Masson, Gutiérrez, «Todas las cosas fueron creadas en Cristo como en su centro de unidad, de cohesión, que confiere a todo ser su verdadero valor y realidad. En Cristo fueron hechas todas las cosas como en su punto de cita, de encuentro» (v. también Efe 1:10).

(b) «Por medio de Él», a la vista de 1Co 8:6, podría dar a entender con la mayor probabilidad que «Cristo puede considerarse en cierto sentido instrumento de la conservación de los seres en su existencia en cuanto Él es Mediador» (Gutiérrez).

(c) «Hacia Él», con vistas a Él, por cuanto «Todas las cosas están orientadas, dirigidas a Cristo como al culmen de su perfeccionamiento. Todo el universo creado está dirigido a Él, le está sometido; Él es la corona de la creación, el centro de unidad y reconciliación universal; Él es el primero y el último , alfa y omega de todo».

(D) Pablo añade en el versículo Col 1:17: «Y Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas tienen consistencia en Él». La preposición griega pro se entiende mucho mejor en sentido posicional («por delante de») que en sentido cronológico («antes que»). Recalca, pues, la primacía de dignidad o supremacía absoluta de Cristo sobre todas las cosas, que, además, tienen en Él su consistencia. El verbo griego sunístemi («consistir», esto es, «subsistir conjuntamente») se aplicaba en el griego clásico al modo con que los miembros del cuerpo humano mantienen su cohesión en el conjunto del organismo; con lo que el apóstol enfatiza de nuevo el papel que Jesucristo desempeña como principio de cohesión y armonía en el Universo. No puede perderse de vista, como observa Gutiérrez, que Pablo no intenta darnos una explicación filosófica, sino religiosa. Dice Masson: «Para san Pablo y sus cristianos, en la persona de Cristo actúa el Creador, el Salvador, el Dios de la historia de la salvación».

2. Con la mayor naturalidad, después de presentar a Cristo como Dueño del Universo, el apóstol lo presenta como Cabeza de la Iglesia (v. Col 1:18): «Y Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia, y Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para que en todo tenga la preeminencia». La idea de Cristo como Cabeza de la Iglesia, tan familiar para el apóstol, lo es también para nosotros, pues ya la hemos visto en 1Co 12:13; Efe 1:22, Efe 1:23; Efe 4:15, y la volveremos a ver en esta misma Epístola (Col 1:24; Col 2:19), por lo que no necesita de comentario. «Él es el principio» (gr. arkhé, comp. con Apo 3:14 ) no significa solamente que Cristo es el primero, sino también que es el verdadero manantial de la vida espiritual de la Iglesia. «El primogénito de entre los muertos» es una imagen muy expresiva para indicar que fue el primero en salir del sepulcro, que lo retenía como con dolores de parto (v. el comentario a Hch 2:24), viniendo así a ganar para todos los suyos la victoria sobre la muerte y el sepulcro, hecho «espíritu vivificante» (1Co 15:45, 1Co 15:55-57).

3. Finalmente, Pablo presenta a Cristo como al Reconciliador de todas las cosas.

(A) Al tener en cuenta que los herejes contra los que esta Epístola embiste eran una mezcla de judaizantes, gnósticos y místicos de tipo oriental, el apóstol no admite el escalafón de eones o deidades emanadas del Supremo Ser y encargadas de servir como intermediarios entre Dios y los hombres. «No hay más que un Mediador», dirá después (1Ti 2:5). Ahora le basta con asegurar que no hay necesidad de tales deidades inferiores, puesto que (v. Col 1:19) «tuvo a bien (el Padre) que en Él (Cristo) habitase toda la plenitud» (lit.). Notemos: (a) Que, aun cuando «el Padre» no está explícito, todo el contexto lo da a entender. (b) El verbo griego para «habitar» es katoikéo, que indica una residencia permanente. (c) «Toda la plenitud» indica, contra los herejes aludidos, toda la plenitud de la esencia y del poder de la Deidad, como en Col 2:9.

(B) Al residir permanentemente en Cristo la plenitud de la Deidad, no se necesitan más intermediarios para establecer una comunicación favorable de Dios con los seres humanos ni con una creación material supuestamente impura, ya que plugo también a Dios (v. Col 1:20) «por medio de Él (Cristo! reconciliar consigo todas las cosas (comp. con 2Co 5:18, 2Co 5:19), así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz». Nótense los siguientes detalles:

(a) El apóstol habla aquí de una reconciliación «cósmica», que nos recuerda lo que ya expresó en Rom 8:19. sobre el anhelo de redención latente en la creación entera.

(b) Dentro de la reconciliación universal, Pablo especifica «las cosas que están en la tierra como las que están en los cielos». Según Knabenbauer, «éste es quizás el pasaje más oscuro de los escritos de san Pablo». Están de acuerdo los autores en que «las cosas que están en los cielos» son los ángeles. ¿En qué sentido pueden ser reconciliados, ya que no lo necesitan, si son los buenos, o no pueden obtenerlo (v. Heb 2:16), si se trata de los malos? Descartada así la opinión origenista de que llegará un día en que también los ángeles malos, incluido Satanás, y los condenados al infierno serán reconciliados con Dios y entrarán en el cielo, quedan dos soluciones: Primera, «al restablecerse por la muerte de Cristo el recto orden entre las criaturas y el Creador, los ángeles no permanecen ajenos a esta armonía restaurada: entran también ellos a formar parte en este concierto armónico y universal, en esta restauración cosmológica, según la cual todo se orienta a Cristo como a su centro de unidad» (Gutiérrez, siguiendo a Huby); segunda, la reconciliación obtenida por medio de la muerte de Cristo puede ser «libremente aceptada o impuesta por la fuerza» (F. F. Bruce). En este sentido, la derrota de los poderes maléficos (Col 2:15) en la cruz del Salvador da paso a una «reconciliación al nivel más amplio, que incluye así lo que habríamos de distinguir como pacificación» (Bruce). En tal sentido, ángeles y demonios, santos y pecadores, han de servir a los propósitos de Dios, de grado o por la fuerza (comp. con Flp 2:11).

(c) «Haciendo la paz mediante la sangre de su cruz» nos da a entender que la reconciliación fue hecha mediante el derramamiento de la sangre expiatoria (v. Lev 17:11) y que el sacrificio fue consumado mediante la muerte en la cruz del Calvario, y es su muerte en el madero señal de que Cristo fue hecho maldición (Gál 3:1-29; Gál 3:13) por nosotros.

(C) En los versículos Col 1:21, Col 1:22, el apóstol aplica esta reconciliación, como ya hecha efectiva, a los fieles de Colosas. Sus expresiones nos recuerdan los lugares ya conocidos, de Rom 5:10; Rom 7:4; 2Co 5:18-20; Efe 1:4; Efe 2:3, Efe 2:12, Efe 2:16; Efe 5:27. Dice así: «Y a vosotros también, que erais en otro tiempo extraños y enemigos en vuestra mente (gr. diánoia, pensamiento intencional, premeditado), en obras de las malas (lit.) pecando de pensamiento y de obra , ahora os ha reconciliado en su cuerpo de carne (lit. en el cuerpo de su carne), por medio de la muerte, para presentaros santos y sin mancha (comp. con Efe 5:27) e irreprensibles delante de Él (Dios)». El hecho de que la reconciliación fuese llevada a cabo «mediante el cuerpo de carne» de Jesucristo, no sólo nos da a entender que su muerte fue real, en un cuerpo como el nuestro, sujeto a todas las miserias humanas, excepto el pecado, sino también, a mi juicio, para hacer patente el error gnóstico de la maldad esencial de la materia.

(D) La reconciliación de los fieles de Colosas, mediante la muerte de Cristo, desplegará en ellos toda su eficacia salvífica y santificadora si, como añade el apóstol (v. Col 1:23), «permanecéis en la fe, firmes y estables, sin apartaros de la esperanza contenida en el Evangelio. Éste es el Evangelio que habéis oído y que ha sido proclamado a toda criatura (comp. con Mar 16:15) bajo los cielos, y del cual yo, Pablo, he sido hecho ministro» (v. por ej. Gál 2:7) (NVI). Dice Bruce: «Si la Biblia enseña la perseverancia final de los santos, también enseña que son santos los que al final perseveran en Cristo . La perseverancia es la prueba de la realidad». Quizá convendría aclarar que, en ese «ei gue», con que comienza el versículo Col 1:23, se advierte, como en otros lugares ya vistos, la esperanza fundada del propio Pablo de que los fieles de Colosas han de continuar firmes por el camino que tomaron al oír y recibir el Evangelio. Al decir que este Evangelio ha sido proclamado a toda criatura, es posible que el apóstol tenga en cuenta a los gnósticos, que distinguían entre «iniciados conocedores» y «simples creyentes». Contra ellos, parece decir Pablo: «El Evangelio no fue predicado sólo para iniciados, sino para todos los hombres».

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