Colosenses 1:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos el apóstol da gracias al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo (v. Col 1:3), y menciona ya la oración por los colosenses, detallada en los versículos Col 1:9. Son de notar los siguientes detalles:

1. En el encomio que Pablo hace de los fieles de Colosas, el apóstol da gracias a Dios por la conducta ejemplar de los colosenses (v. Col 1:3), con lo que atribuye toda la gloria a Dios, no a los hombres.

2. Es interesante la conjunción de las tres virtudes teologales (vv. Col 1:4, Col 1:5) en el fruto espiritual que la verdad del Evangelio ha hecho surgir en la iglesia de Colosas: «fe en Cristo Jesús, amor hacia todos los santos, a causa de la esperanza que os está reservada en los cielos». Como ha traducido la NVI, la fe y el amor de los colosenses brotan de la esperanza que los colosenses han puesto en la herencia que nos está reservada en los cielos. Esto no quiere decir que la esperanza (como actitud subjetiva) sea la raíz de la fe o del amor, sino que, al ponernos delante la meta de nuestro llamamiento (v. Efe 4:4), la esperanza (en sentido objetivo, esto es, lo esperado) es la que da pábulo a la fe y al amor. Otros lugares en que las tres virtudes aparecen combinadas son Rom 5:1-5; 1Co 13:13; Gál 5:5, Gál 5:6; Efe 4:2-5; 1Ts 1:3; 1Ts 5:8; Heb 6:10-12; Heb 10:22-24; 1Pe 1:3-8, 1Pe 1:21.

3. Como el vocablo «esperanza» tiene aquí (v. Col 1:5) un sentido objetivo, forma parte importante del mensaje, de la palabra verdadera del Evangelio (v. Col 1:5), con lo que se da a entender que la dimensión escatológica de la fe cristiana tiene una importancia primordial. Por eso, dice el propio apóstol en 1Co 15:19 que «si solamente en esta vida tenemos puesta nuestra esperanza en Cristo, somos los más dignos de lástima de todos los hombres». El Cristo que es el objeto de nuestra esperanza no es un Cristo muerto, acabado, sino el Cristo vivo, resucitado, al que esperamos de los cielos para que consume nuestra salvación (v. Heb 9:28). No es extraño, pues, que Pablo ponga aquí la esperanza, el Cristo esperado, como motivo de la fe y del amor. Véase también Rom 8:19; Rom 13:11; Efe 1:12, Efe 1:13. El vocablo griego para «reservada» (NVI, «depositada») es el mismo que vemos en Luc 19:20, con referencia a la mina que el mal siervo guardó envuelta en un pañuelo. «Así, la esperanza de la gloria está guardada cuidadosamente por Dios como un tesoro que un día compartirán (los colosenses) plenamente» (H. Carson).

4. Del Evangelio continúa diciendo Pablo (v. Col 1:6), que «está fructificando por todo el mundo, tal como lo ha hecho entre vosotros desde el día que lo oísteis y entendisteis la gracia de Dios en toda su verdad» (NVI). Lo mismo que el Señor en la parábola del sembrador, Pablo (v. también 1Pe 1:23) compara la predicación del Evangelio con la siembra de la Palabra de Dios, palabra viva y que, por tanto, hace surgir la vida espiritual en los que la reciben. Los que así la oyen, apunta el apóstol, conocen plenamente (gr. epegnóte) la gracia de Dios en toda su verdad; esto es, se percatan, como se percataron los colosenses, de que «el Evangelio de Cristo es don gratuito de la bondad divina; el Evangelio es gracia de Dios en verdad, en su verdadera realidad y eficacia, sin mezcla de error alguno» (P. Gutiérrez). Lo de «en todo el mundo» parece un eco de Mat 28:19; Mar 16:15; Hch 1:8; Rom 10:18. El lema de Pablo, como dice F. F. Bruce, «bien podría haber sido Todo el Evangelio para todo el mundo ».

5. El apóstol no se atribuye a sí mismo la gloria de haber ministrado a los colosenses la palabra del Evangelio, sino que, con toda humildad y sinceridad, reconoce que fue Epafras quien desempeñó este ministerio, aunque enviado por él mismo (v. Col 1:7). Con todo, Epafras no era ministro de Pablo sino consiervo amado y fiel ministro de Cristo. Este Epafras, del que leemos también en Col 4:12 y Flm 1:23, lleva un nombre que es abreviatura de Epafrodito, aunque no hay motivo para pensar que son una misma persona. El mismo que había predicado el Evangelio en Colosas, le llevó a Pablo (v. Col 1:8) un buen informe del amor que los fieles de Colosas le profesaban a él y a sus colaboradores. «Amor en el Espíritu» (comp. con Rom 15:30) es una frase que especifica admirablemente el carácter sobrenatural de este amor el cual es una gracia salida de la misma esencia de Dios (1Jn 4:8, 1Jn 4:16) e implantada por el Espíritu Santo en nuestro corazón (Rom 5:5).

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