Colosenses 2:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El apóstol concluye este capítulo con un ataque a la falsa ascética. Damos el texto de estos cuatro versículos según la NVI: «Si habéis muerto (lit. moristeis, aoristo que señala algo que se llevó a cabo de una vez por todas, comp. con Rom 6:3. ) a los principios básicos de este mundo (gr. ton stoikhéion tou kósmou, la tan conocida frase, v. Col 2:8 y Gál 4:3, Gál 4:9 ), ¿por qué, como si aún pertenecierais a él, os sometéis a sus preceptos: ¡no tomes!, ¡no gustes!, ¡no toques!? Estos están llamados a perecer con el uso, porque están basados en mandamientos y enseñanzas de hombres. Tales preceptos tienen, sin duda, apariencia de sabiduría, con su afectada piedad, su falsa humildad y severo trato del cuerpo, pero carecen de todo valor para restringir la sensualidad».

1. El apóstol supone que los fieles de Colosas han muerto con Cristo a todos los ritos y preceptos que tengan que ver con el exterior de la persona. Para quien vive en Cristo, no hay «tabú» que pueda hacerle bien ni mal. No olvidemos el desprecio que los gnósticos sentían hacia todo lo material. La muerte y resurrección con Cristo traslada a la persona a un mundo diferente, a una esfera superior en que la santidad no se mide por centímetros de manga o falda ni por centilitros de alcohol, etc., sino que todo lo no dañoso para la salud, tanto espiritual como corporal (y supuesta la ausencia de escándalo al hermano débil), le es permitido al cristiano con acción de gracias (v. el v. Col 2:16, así como Rom 14:14-17; 1Co 10:23-31). Me temo que muchos creyentes, sanos en doctrina, fallan algún tanto en esto (especialmente en Inglaterra y Estados Unidos), al dar culto a lo que Thieme llama «los cinco grandes (tabúes)»: no fumar, no beber, no jugar a los naipes, no bailar y no ir al cine. Éstos no son medios, sino el resultado, de una genuina espiritualidad. Es cierto que hemos de separarnos de lo mundano, pero, como bien apunta Thieme: «La separación es PARA Dios. La genuina espiritualidad es el resultado de la espiritualidad … nunca el medio». Hasta dónde se puede llegar en ese falso puritanismo, se echa de ver en la celebración de la Cena del Señor, donde muchas congregaciones usan zumo de uva, y hasta líquidos que nada tienen que ver con la uva, por no usar el vino (gr. oinos) que el Señor usó sin duda, como se usaba, y se usa, entre los judíos. Basta leer Mat 11:19; Luc 7:34 para ver que el Señor bebía vino («oinopótes», bebedor de vino, dicen ambos evangelistas) y, ¡para colmo, su primer milagro consistió en convertir gran cantidad de agua en vino!

2. El apóstol hace ver (v. Col 2:22) que los «tabúes» del versículo Col 2:21 (en orden descendente, hasta llegar a lo de no toques gr. thígues, ni siquiera levemente ) no sirven para nada, por dos razones: (A) Porque son mandamientos de hombres, que privan al creyente de la libertad que obtuvo en Cristo; (B) porque se destruyen con el uso, por donde se echa de ver su carácter perecedero.

3. Pablo profundiza más todavía (v. Col 2:23) en la inutilidad de tales ejercicios de falsa ascética, al hacer notar que (A) tienen una mal ganada reputación de sabiduría (gr. lógon sophías); (B) promueven una religión acuñada por el propio individuo, al margen de la voluntad de Dios; (C) representan una falsa humildad (comp. con el v. Col 2:18) y (D) imponen un severo trato al cuerpo conforme a la idea gnóstica de la maldad innata de la materia. Triste cosa es que estos errores se hayan perpetuado en la ascética de la Iglesia de Roma con los famosos flagelantes, dentro y fuera de monasterios y conventos, que azotan las propias carnes con disciplinas y cilicios.

4. El apóstol sentencia con un atinado juicio la inutilidad de tales ejercicios, al decir que «carecen de todo valor para restringir la sensualidad». No sólo carecen de valor, sino que son nocivos en dos importantes aspectos: (A) Promueven la soberbia espiritual, por la que tales personas miden el nivel de su santidad con el rasero de tan falsa ascética; (B) es bien sabido que los azotes en las posaderas, lejos de aplacar los estímulos de la carne, más bien les dan pábulo.

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