Daniel 5:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. En este momento de apuro aparece en la sala del banquete (v. Dan 5:10) la reina, es decir, la reina madre; con la mayor probabilidad, la viuda de Nabucodonosor y abuela de Belsasar, más bien que la mujer de Nabónido, quien se hallaba prisionero de Ciro en estos momentos. Como sabemos por Est 1:9, entre otros lugares, las mujeres tenían su banquete aparte de los hombres. Para calmar la turbación de Belsasar y de los demás comensales, le aconseja llamar a Daniel, del que hace (vv. Dan 5:11, Dan 5:12) elogios parecidos a los que le solía tributar Nabucodonosor. Habla de Daniel muy honoríficamente, como de alguien en quien se había hallado (v. Dan 5:11) sabiduría semejante a la de los dioses. Era evidente que estaba inspirado por los dioses, por cuanto (v. Dan 5:12) sabía interpretar sueños, descifrar enigmas y resolver dudas. La reina madre estaba segura (v. Dan 5:12, al final) de que Daniel le daría a Belsasar la interpretación del escrito en la pared.

II. Fue, pues, traído Daniel a la presencia del rey (v. Dan 5:13), el cual le pregunta con altivez: «¿Eres tú Daniel, de los hijos de la cautividad de Judá, que mi padre trajo de Judá?» No obstante la altivez que estas expresiones denotan, el rey reconoce (vv. Dan 5:14-16) que ninguno de los sabios y astrólogos convocados ha podido mostrarle la interpretación del asunto, y le promete las mismas recompensas que ha prometido a ellos si podían hacerlo.

III. La interpretación que Daniel dio de aquellos extraños signos no calmó de ningún modo los temores del rey. Daniel era ya bastante entrado en años, mientras que Belsasar era joven; por tanto, parece tomarse mayor libertad en hablarle llana y rotundamente que la que había mostrado en ocasiones parecidas, cuando hablaba con Nabucodonosor.

1. Se pone, pues, a leer el escrito que tanta alarma estaba causando y a interpretarlo (v. Dan 5:17). Comienza menospreciando las recompensas que el rey ofrece, pues él no es de los que adivinan por dinero: «Tus dones sean para ti le dice al rey , pues te van a durar muy poco, y da tus recompensas a otros». También nosotros debemos cumplir con nuestro deber, leer los escritos de Dios y dar a conocer su interpretación.

2. Refiere (vv. Dan 5:18, Dan 5:19) la forma en que se condujo Dios con el abuelo de Belsasar, el gran Nabucodonosor, la gran dignidad y el enorme poder con que la Providencia le había favorecido. Su poder era tan fuerte que resultaba irresistible. Su autoridad, tan absoluta que venía a ser incontrolable: «A quien quería mataba, y a quien quería dejaba con vida, sin consideración a si eran inocentes o culpables las personas a las que así trataba; engrandecía a quien quería, y a quien quería humillaba».

3. También le refiere (vv. Dan 5:20, Dan 5:21) los pecados de que había sido culpable Nabucodonosor, y con los que había provocado a Dios contra él. La descripción misma de su poder (v. Dan 5:19) ya insinuaba el abuso de ese poder. Pero mayor fue su pecado cuando (v. Dan 5:20) su corazón se ensoberbeció, y su espíritu se endureció en su orgullo. Por lo cual, Dios le infligió un tremendo correctivo, pues (v. Dan 5:20) fue depuesto del trono de su reino y despojado de su gloria, pero no para quedar como simple ciudadano, sino (v. Dan 5:21, repite casi a la letra Dan 4:25) que «fue echado de entre los hijos de los hombres, etc.». Un detalle que no había sido mencionado en el capítulo Dan 4:1-37 es que «con los asnos monteses fue su morada» (v. Dan 5:21).

4. Después de referir el pecado y el castigo de Nabucodonosor, Daniel presenta los cargos contra el propio Belsasar.

(A) A pesar de conocer (v. Dan 5:22) todo eso, es decir, todo lo que le había sucedido a su abuelo Nabucodonosor, Belsasar no se había humillado. No había recibido el aviso que contenía el castigo de Dios a Nabucodonosor; no había escarmentado en cabeza ajena.

(B) Había afrentado al Dios verdadero con mayor desvergüenza que la de su abuelo, como lo atestiguaba la orgía de aquella noche (v. Dan 5:23): «Te has ensoberbecido contra el Señor del cielo, has profanado los vasos de Su casa, y has convertido en instrumentos de tu iniquidad los utensilios del santuario de Israel».

(C) También había afrentado a Dios, al dar alabanza (v. Dan 5:23) a dioses de plata y oro, de bronce, de hierro, de madera y de piedra (¡nótese el descenso gradual de «categoría» en el material de los dioses!), que ni ven, ni oyen, ni saben, como si hubiesen de ser preferidos al Dios vivo y verdadero, que ve, oye y sabe todo.

(D) Finalmente, había errado el fin último de su vida, pues «no has dado gloria le dice (v. Dan 5:23, al final ) al Dios en cuya mano está tu vida y todos tus caminos» (lit.). Este es un cargo universal, que se yergue en el tribunal de Dios contra todos los pecadores inconversos (comp. con Rom 1:21). No sólo nos viene de Su mano el primer aliento de vida, sino que continúa constantemente estando en Su mano. Igualmente están en Su mano todos nuestros caminos: cuanto hacemos y cuanto dejamos de hacer. Todos somos reos ante su tribunal, pues todos hemos pecado y hemos estado destituidos (mientras inconversos) de la gloria de Dios (Rom 3:23).

5. A continuación, procede a leerle la sentencia (vv. Dan 5:24-28), según lo que estaba escrito en la pared. «Entonces (v. Dan 5:24), precisamente cuando tú has llegado a tal colmo de impiedad como para atropellar las cosas más sagradas; entonces, cuando tú estabas en medio de tu banquete sacrílego e idolátrico, entonces fue enviada de Su presencia, de la presencia de Dios, la mano que trazó esta escritura. Y (v. Dan 5:25) la escritura que trazó es: MeNÉ, MeNÉ, TeQEL y PARSÍN». Las versiones antiguas, incluida la Reina-Valera anterior a la de 1977, escribían la última de esas cuatro palabras «UPARSÍN», pero la «u» de esa palabra es simplemente la conjunción copulativa «y». Daniel da a continuación la interpretación de cada palabra:

(A) «Ésta es (v. Dan 5:26) la interpretación del asunto (es decir, del mensaje): MeNÉ: Contó Dios tu reino, y le ha puesto fin». Como me es la forma nominal del verbo maná, que significa contar completamente, hasta el fin, el vocablo significa un número al que se pone fin; por eso (es probable) aparece repetido dicho vocablo. La aplicación es clara: Dios ha contado los días del reinado de Belsasar y les ha puesto fin. Ha dicho: «¡Basta!»

(B) «TeQEL: Has sido pesado en la balanza (v. Dan 5:27) y has sido hallado falto de peso». El vocablo teqel es la forma nominal del verbo arameo taqal, que significa pesar. En las alabanzas de Dios, Belsasar ha sido hallado falto de peso, demasiado ligero (como indica el verbo hebreo afín al arameo). Hay un peso malo, que oprime como el plomo e impide correr la carrera de la fe: es el pecado (Heb 12:1); pero hay otro peso bueno, que vale más que el oro y ayuda a volar hasta el cielo; es un peso de gloria (2Co 4:17). Belsasar pesaba mucho en la balanza del pecado; pero no pesaba nada en la balanza de la virtud. Por aquí vemos que Dios no pronuncia Su juicio contra Belsasar hasta que ha pesado sus acciones y ha considerado los méritos de su caso.

(C) «PERÉS: Tu reino ha sido dividido y dado a los medos y a los persas» (v. Dan 5:28) como un botín para ser repartido entre ambos. El vocablo perés es la forma nominal del verbo parás, que significa dividir. Su significado es, pues, división, y es el singular de parsín, según aparece en el versículo Dan 5:25, al final. La diferencia, según la opinión de este traductor, se explica de la manera siguiente: En el versículo Dan 5:25, el vocablo está en plural porque el reparto es doble: el reino va a ser entregado a los medos y a los persas. En el versículo Dan 5:28 usa el singular: (a) porque los medos y los persas son mencionados explícitamente; (b) para que el juego de palabras resulte más relevante, ya que, en lugar de parsay, persas, usa parás, Persia, con lo que el parecido con perés, división, salta mejor a la vista.

6. Belsasar quedó lo bastante convencido por su propia conciencia de la racionalidad de todo lo que Daniel había dicho, por lo que concedió a Daniel la recompensa que le había prometido (v. Dan 5:29): «mandó revestirle de púrpura, ponerle en el cuello un collar de oro y proclamar que él era el tercer señor del reino» (v. el comentario al v. 16). Si aceptó Daniel el agasajo, quizá fue por no disgustar más innecesariamente al que ya era «reo en capilla», a quien se suele conceder su última voluntad.

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