Daniel 6:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Mucho se ha escrito acerca de la identidad del Darío de Dan 5:31, que es el mismo del capítulo presente y de Dan 11:1. En espera de futuras investigaciones que logren aclarar el asunto, la opinión más probable a juicio de este traductor (y de otros autores) es que Darío es un segundo nombre de Gubaru, a quien Ciro puso por gobernador de Babilonia al capturar la ciudad. Sin detenernos más en este asunto, pasamos a ver lo que de Daniel nos dice esta porción.

1. Lo primero que vemos es su promoción al más alto cargo del gabinete gubernamental. Darío nombró (v. Dan 6:1) 120 sátrapas o gobernadores de provincia (en tiempos de Ester habían ascendido a 127 v. Est 1:1). Sobre ellos (v. Dan 6:2) estableció un triunvirato, «tres ministros (lit. presidentes) a quienes habían de rendir cuentas los sátrapas, para que el rey no saliese perjudicado». Dice Alonso Díaz: «El daño que no debía sufrir el rey era sin duda en materia de tributos». De los tres presidentes del gobierno de la nación, Daniel era superior, es decir, descollaba, no sólo sobre los sátrapas, sino también sobre los otros dos presidentes, pues había en él un espíritu superior. Así que el rey pensó en (esto es, proyectó) ponerlo sobre todo el reino».

2. Varias circunstancias parecían estar en contra de Daniel: (A) Había ocupado el cargo de primer ministro en el régimen caído (quizá sólo durante el reinado de Nabucodonosor, no de sus sucesores). (B) Era nativo de un reino extranjero, de un reino destruido y, además, había sido deportado a Babilonia como un cautivo. (C) Por otra parte, Daniel tenía ahora unos 85 años; ¡demasiado viejo para los menesteres de primer ministro de la nación! Pero el rey Darío no lo halló tan viejo como para no poder gobernar el timón del Estado y, sobre todo, se percató pronto de que había en él algo realmente extraordinario, pues lo halló sabio, prudente y virtuoso sin tacha (v. Dan 6:4); y aun probablemente había oído que era inspirado por los dioses. Por lo tanto, proyectó hacer de él como su mano derecha.

3. Los sátrapas y los otros dos presidentes comenzaron a tenerle envidia, pues veían que era el favorito del rey. La causa de la envidia es alguna cosa buena, pero el efecto de la envidia es siempre el mal. Los que envidiaban a Daniel no se conformaban con ningún otro mal sino con su ruina total. Así que se pusieron a espiarle (v. Dan 6:4): «buscaban ocasión para acusar a Daniel en lo tocante a la administración del reino». Al fin, concluyeron que no podrían hallar nada de que acusarle, a no ser (v. Dan 6:5, al final) en relación con la ley de su Dios. Parece ser que a Daniel no se le había obligado a seguir la religión del Estado, sino que era libre para proseguir con sus devociones propias de un piadoso judío, sin que ello le incapacitase para ocupar los más altos puestos del gobierno de la nación.

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