Eclesiastés 12:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Eclesiastés 12:1 | Comentario Bíblico Online

1. Un llamamiento a los jóvenes para que piensen en Dios y tomen conciencia del deber que tienen para con Él mientras son jóvenes: «Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud» (v. Ecl 12:1). Como si dijera: «Los que sois jóvenes no os lisonjeéis con la esperanza de grandes cosas de parte del mundo, las cuales no satisfacen al alma; acordaos de vuestro Creador y os guardaréis así de los males que provienen de la futilidad de las criaturas». Este recuerdo del Creador es el mejor antídoto contra las especiales enfermedades morales de la juventud, las pasiones juveniles y la futilidad a que están sujetas la niñez y la adolescencia. Dios es nuestro Creador, Él nos hizo y no nosotros mismos; por tanto, es nuestro legítimo Dueño y Señor. Hemos de pagarle el honor, el respeto y la obediencia que le debemos como a nuestro Hacedor. La palabra Creador está en plural en hebreo, como en Job 35:10. Es un plural de intensidad, como Elohim.

2. Una razón que corrobora este mandato: «antes que vengan los días malos, y lleguen los años de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento». Como si dijese: «Hazlo pronto, enseguida, antes de que vengan la enfermedad y la muerte». Y aun antes de que llegue la vejez cuando ya no quedará otro contentamiento que el testimonio de una buena conciencia acerca de lo hecho en esta vida, y la expectación gozosa de una mejor vida en el Cielo.

3. Expone después en detalle las debilidades y miserias de la decrepitud, a fin de persuadirnos a no entregar al diablo la flor y nata de nuestra vida, y reservar para Dios las heces y los desperdicios. Si las miserias de la última edad van a ser como aquí se las describe, necesitaremos de algo que nos sostenga y consuele entonces, y nada mejor ni más efectivo que el testimonio de nuestra conciencia de haber recordado a tiempo a Dios. ¿Cómo podemos esperar que Dios nos ayude cuando seamos viejos, si no le servimos mientras somos jóvenes?

4. Describe las debilidades de la vejez con bellas metáforas, que han sido interpretadas de diversas maneras; la más probable es la siguiente: (A) Los fenómenos atmosféricos descritos en el versículo Ecl 12:2 indican los vaivenes de lucidez y oscuridad, de alivio y de dolor, que se suceden en la vejez; se alivia una molestia y pronto viene otra a sustituirla; (B) Los guardas de la casa son los brazos o, quizá, la columna vertebral con todo el costillar, que sostienen a la persona; (C) Los hombres fuertes son las piernas que se debilitan y encorvan en la vejez; (D) Las que muelen son las muelas y dientes que habrán disminuido o desaparecido. (E) Las que miran por las ventanas son los ojos. Como caso extraordinario de vigor en la vejez se nos propone el de Moisés, quien, a los 120 años, no había perdido su vigor ni se le habían oscurecido los ojos (Deu 34:7). (F) Las puertas de afuera (v. Ecl 12:4) son, con la mayor probabilidad, los oídos, cuya capacidad también se merma en la vejez. (G) El ruido del molino simboliza, según Cohen, el poder del estómago para digerir el alimento. (H) Levantarse a la voz del ave indica la fragilidad del sueño de los ancianos, a quienes el menor ruido turba, o la disminución del tiempo necesario para dormir, por lo que están inclinados a levantarse tan pronto como comienzan a cantar los pájaros. (I) Las hijas del canto podrían ser las notas musicales (Cohen) o la música en general (Ryrie), cuyo aprecio suele disminuir en la ancianidad. (J) El temor a las alturas indica la dificultad para subir cuestas, escaleras, montículos, etc. (K) Los terrores en el camino indican el miedo a caerse o a cualquier otro accidente mientras andan. (L) Lo del florecer del almendro es la más difícil de toda esta serie de metáforas, por lo que muchos exegetas prefieren la lectura (posible) de: La almendra, fruto muy apreciado en Oriente (v. Gén 43:11) será desdeñada, por falta de muelas en la vejez. (M) La langosta que se arrastra pesadamente indica la menguada movilidad de los ancianos. (N) Resultará ineficaz la alcaparra (lit.), la cual se usaba como condimento que estimulaba el deseo sexual, el cual habrá disminuido y, finalmente, perdido en la ancianidad.

5. La última parte del versículo Ecl 12:5, así como los versículos Ecl 12:6 y Ecl 12:7, nos colocan ya ante la muerte, cuando el hombre va a su morada eterna. «Los judíos, observa Cohen, todavía usan la frase Beth Olam, casa eterna, para designar al cementerio.» Esto se refiere al cuerpo, no al espíritu (comp. v. Ecl 12:7) y, dentro del contexto del Eclesiastés, no puede haber ninguna alusión a la otra vida, al tener en cuenta también todo lo que dice el Apóstol en 1Co 15:35. El cuerpo de carne y sangre que ahora tenemos no volverá a existir. La vida debajo del sol ha terminado y vemos ya el funeral, con los endechadores, o lamentadores alquilados por la familia, que hacen el duelo por la calle, camino del cementerio. Los cuatro símiles del versículo Ecl 12:6 son sumamente interesantes, rayando en el esoterismo: El cordón de plata es lo que llamamos «el hilo de la vida», que se quiebra en la muerte; el cuenco de oro es (probablemente) el cráneo, que encierra el cerebro, lo más noble del organismo humano; el cántaro que se quiebra, es sin duda, nuestro frágil vaso de arcilla (2Co 4:7, comp con Gén 2:7), y la rueda, la maquinaria necesaria para sostener el curso de la vida, se rompe sobre el pozo del que nuestro organismo recibía la constante provisión de «agua» para el sostenimiento de la vida. De esta forma (v. Ecl 12:7), la persona se disuelve en sus dos elementos componentes (comp. con Gén 2:7): el polvo que vuelve al lugar de origen (Gén 2:7; Gén 3:19), y el espíritu, el soplo que Dios introdujo por las narices, que vuelve a Dios que lo dio. Dice M. Henry, al final de esta porción: «El hombre es una extraña clase de criatura, un rayo del cielo, unido a un trozo de barro; se separan en la muerte, y cada uno se va al lugar de donde vino. El cuerpo, el trozo de barro, vuelve a su tierra. El alma, ese rayo de luz, vuelve a Dios que, cuando hizo al hombre del polvo de la tierra, sopló en su nariz un aliento de vida, para hacer de él un alma viviente» (Gén 2:7). El alma (debería decir, el espíritu o aliento nota del traductor ) no muere con el cuerpo; es redimida del poder del sepulcro (Sal 49:15. El salmo trata de la «vida» o de la «persona», no del alma. Nota del traductor); puede subsistir y subsistirá en un estado de separación del cuerpo, del mismo modo que una candela brilla y arde, más y mejor, cuando se la extrae de la oscura linterna.

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