Eclesiastés 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Vivimos en un mundo siempre cambiante. Los sucesos de cada día, así como las condiciones de la vida humana, difieren grandemente y estamos constantemente pasando y volviendo a pasar de un estado a otro. En la rueda de la naturaleza o curso de la existencia de que habla Santiago (Stg 3:6), hallamos toda clase de altibajos de los que está llena la ambigüedad de la existencia humana; para soportarlos bien, es preciso armarse de ecuanimidad, paz de conciencia y humilde dependencia de la providencia de Dios.

1. Una verdad de tipo general: «Todo tiene su tiempo» (v. Ecl 3:1). Aun las cosas y actividades que parecen ser contradictorias pueden, al cambiar las circunstancias, ser oportunas, es decir, hallar su conveniencia de tiempo y lugar.

2. Algunos de estos cambios se deben únicamente a la mano de Dios; otros dependen de la voluntad del hombre. En el cielo hay movimiento sin cambio, pero bajo el sol todo cambia. El Predicador comienza por los dos sucesos entre los que discurre, como entrecomillada, la vida del hombre sobre la tierra: Nacer y morir, como ocurre en el mundo de la naturaleza: sembrar y segar (v. Ecl 3:2). Matar y curar (dar vida) son prerrogativas de Dios (v. Ecl 3:3), aunque, por delegación expresa suya (Gén 9:6), los magistrados pueden imponer la pena de muerte en caso de asesinato. Como al individuo humano, así le ocurre a la casa donde vive (v. Ecl 3:3). La adversidad o la prosperidad (v. Ecl 3:4) ocasionan distintas condiciones de ánimo; ejemplos típicos son (v. Ecl 3:4) la muerte o la boda, respectivamente, de algún pariente o amigo íntimo. En consonancia con el paralelismo de sinonimia, claramente perceptible entre las dos frases de cada versículo, es muy probable la interpretación rabínica del versículo quinto en sentido sexual; para la segunda parte del mismo versículo véase Pro 5:20; Joe 2:16; 1Co 7:3-5. El versículo Ecl 3:6 es claro. El versículo Ecl 3:7 se refiere a rasgar los vestidos como señal de duelo y volverlos a coser cuando se pasó ya el luto; para la segunda parte del versículo compárese Lev 10:3; Job 2:12 y siguientes. El versículo Ecl 3:8 muestra, primero en los individuos, después entre las naciones, sentimientos opuestos de amistad y enemistad que, con mucha frecuencia se deben a causas ajenas a las partes en discordia.

3. Como conclusión a esta galería de vicisitudes humanas, ajenas tantas veces a la voluntad del hombre, el Predicador pregunta (v. Ecl 3:9): «¿Qué provecho saca el que trabaja, de aquello en que se afana?» La respuesta, como en Ecl 1:3, es: «Ninguno». El versículo Ecl 3:10 repite la idea de Ecl 1:13, pero con una notable diferencia: Aquí no se añade el adjetivo penoso al trabajo que Dios ha dado al hombre para que se ocupe en él; por eso, está en lo cierto la interpretación rabínica que conecta el versículo Ecl 3:10 con el Ecl 3:11, arrojando alguna luz a un difícil versículo.

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