Efesios 1:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta sección, el apóstol prorrumpe en expresiones de acción de gracias por la fe y el amor de los fieles de Éfeso y eleva una ferviente oración a Dios para que les ilumine en orden a conocer convenientemente el misterio de Cristo.

1 «Por eso, dice Pablo (vv. Efe 1:15 y Efe 1:16), es decir, en vista de las ricas bendiciones otorgadas a los creyentes, por lo que a mí toca (éste es aquí el sentido de la conjunción kai), enterado de vuestra adhesión (lit. fe) al Señor Jesús y de vuestro amor a todos los consagrados (lit. santos), no ceso de dar gracias a Dios por vosotros cuando os encomiendo en mis oraciones» (Nueva Biblia Española). Por aquí se ve, una vez más, cómo la fe genuina en el Señor se traduce en obras de amor hacia los hermanos (v. Gál 5:6, Gál 5:13; 1Jn 4:20, entre muchos otros lugares). Pablo cumple aquí lo que él mismo prescribe a los fieles de Tesalónica (1Ts 5:17). «Orar sin cesar» no significa estar continuamente musitando rezos o jaculatorias, sino estar en constante actitud orante, en completa dependencia de la gracia de Dios y sumisión sin reservas a su divina voluntad. Si todo lo que hacemos, lo hacemos para gloria de Dios (1Co 10:31), toda nuestra vida será una continua oración.

2. En su constante oración a favor de los efesios, Pablo tiene un tema muy concreto: Que Dios (v. Efe 1:17) les de espíritu de sabiduría y de revelación en el conocimiento pleno de Él (Dios). Más bien que los «carismas» de sabiduría y de conocimiento (Leal, según 1Co 12:8), Pablo pide aquí para los efesios «espíritu», esto es, actitud espiritual (no el Espíritu Santo) de sabiduría y de revelación (conocimiento de verdades reveladas), conforme al uso del vocablo espíritu en lugares como 1Co 4:21; 2Co 4:13; Gál 6:1. El «conocimiento pleno de Dios» es, a la vez, el medio y el fin de una actitud motivada por la sabiduría y el profundo entendimiento que Dios imparte acerca de las verdades reveladas por Él mismo. Aunque el vocablo griego epígnosis carece en el griego vulgar del tiempo de Pablo del énfasis que el prefijo habría de darle, su sentido de «conocimiento pleno» o «reconocimiento experimental» es obvio por el contexto. Pablo llama a Dios «el Dios de nuestro Señor Jesucristo» (comp. con Mat 27:46; Jua 20:17; Rom 15:6) y «el Padre de la gloria», es decir, al que corresponde toda la gloria y del que toda verdadera gloria procede (comp. con Hch 7:2; 1Co 2:8).

3. Este «conocimiento pleno de Dios» requiere una previa operación del Espíritu Santo. El participio pasivo de pretérito perfecto en caso acusativo, con que se abre el versículo Efe 1:18, ha confundido a la mayoría de los traductores haciéndoles inventar imaginarias elipsis o prescindir de este importante detalle gramatical que, de no estar conectado con el verbo de del versículo Efe 1:17, sería una incorrección (la frase habría de estar en genitivo absoluto). Sólo la Nueva Biblia Española ha captado bien el sentido al traducir así el versículo Efe 1:18 «que tenga iluminados los ojos de vuestra alma» (lit. de vuestro corazón, conforme a los mejores MSS). Al estar el participio griego pephotisménous en pretérito perfecto, se indica que Dios, por su Espíritu, les iluminó previamente el interior espiritual con una luz que continúa brillando; pero Pablo ora, no sólo para que se mantenga brillando, sino también para que crezca y progrese conforme lo requieren los tres objetivos que persigue esta iluminación. Estos objetivos son los siguientes, según vierte la misma Nueva Biblia Española:

(A) «Para que comprendáis qué esperanza abre su llamamiento» (v Efe 1:18). En Efe 4:4, habla de llamamiento común de los fieles a una sola esperanza, esto es, una única esperanza para todos los creyentes, como uno de los fundamentos de la unidad eclesial. El objeto de esta esperanza no es otro que la herencia eterna (comp. con 1Pe 1:3.) a la que hemos sido llamados, y de la que la impronta del Espíritu en nosotros es las arras (vv. Efe 1:13, Efe 1:14). El apóstol lo declara explícitamente a continuación.

(B) «Qué tesoro es la gloriosa herencia destinada a sus consagrados» (v. Efe 1:18). Pablo añade aquí un nuevo elemento a lo que acaba de pedir para los fieles de la región efesina. Pide que comprendan, no sólo cuál es esa esperanza, sino también qué riquezas atesora, cuán superabundante es dicha herencia gloriosa. La preposición griega en (lit. entre los santos) da a entender que «la comunión de los cristianos es la esfera en que se halla la herencia de Dios, así como es verdad también que es en, y a través de, Su Iglesia como la verdad del designio de Dios se da a conocer y es declarado (Efe 3:9-11, Efe 3:18)» (Foulkes).

(C) «Y qué extraordinaria (v. Efe 1:19) su potencia (gr. dúnamis, poder) en favor de los que creemos, conforme a la eficacia (gr. enérgueia, fuerza activa) de su poderosa fuerza» (lit. de la soberanía gr. krátos , de su fuerza gr. iskhús ), esto es, del poder dominador con que se impone su fuerza todopoderosa. No cabe mayor acumulación de epítetos para designar el poder con que Dios lleva a cabo sus obras, por lo que los creyentes pueden tener la más completa seguridad de que su Dios y Padre llevará a cabo por ellos todo lo que les ha revelado y prometido. En efecto, todos los vocablos griegos que puedan hallarse en un diccionario para expresar la magnitud de ese poder están aquí compactamente apiñados: huperbállon (de donde procede «hipérbole»), «que sobrepasa toda medida» (comp. con Efe 3:19); méguethos, «grandeza»; dúnamis, «poder»; enérgueia, «actividad eficaz»; krátos, «soberanía»; y, finalmente, iskhús, «fuerza».

4. Fue precisamente «en favor de los que creemos» (v. Efe 1:19) como mostró Dios esta fuerza poderosa suya «en Cristo (v. Efe 1:20), cuando le resucitó de los muertos (más exacto, de entre los muertos) y le sentó a su mano derecha en los cielos» (NVI). Como dirá después (2:5, 6), juntamente con Cristo nos dio vida, nos resucitó y nos sentó en los cielos (v. el comentario a dicho lugar). Esa misma fuerza poderosa de Dios se pone en plena actividad cada vez que es regenerado espiritualmente un pecador que se convierte, y se pondrá también en plena actividad cuando llegue el día de la resurrección corporal de todos los que durmieron en Cristo. Dice M. Henry: «Ciertamente ésa (la resurrección de Cristo) fue la gran prueba de la verdad del Evangelio de cara al mundo: pero la copia de ella en nosotros será la gran prueba para nosotros mismos».

5. En los tres últimos versículos de este capítulo (vv. Efe 1:21-23), el apóstol pone de relieve la excelsa elevación que el Señor Jesucristo obtuvo sobre toda la creación y, en particular, sobre la Iglesia, de la que fue constituido Cabeza:

(A) «Muy por encima (v. Efe 1:21) de todo principado (gr. arkhé), autoridad (gr. exouxía), poder (gr. dúnamis) y señorío (gr. kuriótes) y de todo nombre (es decir, de todo título notable) que se nombra (esto es, que es otorgado), no sólo en este siglo (en la edad presente), sino también en el venidero» (lit.). Esta última expresión corresponde al hebreo olam abá con que los rabinos designaban el futuro reinado del Mesías. Tres de los epítetos que aquí se usan son empleados por Pablo, en plural, en Col 1:16Col 1:16, para designar a los poderes espirituales, es decir, a las jerarquías angélicas (comp. con Heb 1:4-14). Todo lo sometió Dios Padre (v. Efe 1:22) bajo los pies de Cristo (comp. con Sal 8:6; 1Co 15:27). «El Padre ama al Hijo y ha puesto todas las cosas en sus manos» (Jua 3:35). Todo es de Cristo, como Cristo es de Dios (1Co 3:23).

(B) En particular, Dios (vv. Efe 1:22, Efe 1:23) «lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo (comp. con Efe 4:12; Efe 5:30; 1Co 12:27; Col 1:18, Col 1:24; Col 2:19), la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo». Ese «sobre todas las cosas» del versículo Efe 1:22, no sólo indica el señorío del que es cabeza de la Iglesia (pues es aquí el «señorío» lo que se pone de relieve en la capitalidad de Cristo con respecto a su Cuerpo que es la Iglesia), sino además, y directamente, el señorío que ejerce sobre todas las cosas a favor de la Iglesia Dice Foulkes: «Es dada a la Iglesia, y para beneficio de la Iglesia, una Cabeza que es también Cabeza sobre todas las cosas. La Iglesia tiene autoridad y poder para sobrepujar toda oposición, porque su Jefe y Cabeza es el Señor de todo».

(C) Especial estudio requiere la última frase del capítulo (v. Efe 1:23): «la plenitud de Aquel que todo lo llena en todo (o en todos)». Esta frase ha hecho correr ríos de tinta, por la doble dificultad que presenta el original:

(a) En primer lugar, el término griego pléroma, plenitud (ya hecha, como indica el sufijo ma) aparece siempre, en las epístolas paulinas, en sentido activo («lo que llena». V. Efe 3:19; Efe 4:13; Col 1:19; Col 2:9), pero la Iglesia no llena, no complementa Su Persona (v. el comentario a Col 1:24). Es cierto que la Cabeza no es el Cristo total sin el Cuerpo, lo mismo que, en cuanto Rey, no lo es perfectamente sin reino ni súbditos, pero la idea de que la Iglesia completa a Cristo es antipaulina y, por tanto, antibíblica y va en contra de todo el contexto anterior, donde el énfasis recae en la exaltación y la soberanía de Cristo. Es pues, la Iglesia la que es llenada por Cristo con todo aquello de que está llena espiritualmente. Cabe una alternativa, dada como probable por Hendriksen y defendida por aquel gran conocedor de la Biblia que fue Bullinger, según la cual, el término pléroma no tiene aquí significación activa ni pasiva, sino «quiescente», como en Rom 11:12, Rom 11:25, donde significa el «número completo». Aquí significaría la totalidad de los creyentes que forman el Cuerpo de la Iglesia.

(b) La segunda dificultad es ofrecida por el participio plerouménou, el cual no está en forma activa («el que llena»), sino media («el que llena para sí») o pasiva («el que es llenado»), y está además en tiempo presente (continuo). Ahora bien, es evidente que Cristo no es llenado en todas las cosas en todos. La mejor versión sería, pues: «la plenitud de Aquel que está continuamente llenando para Sí (en la Iglesia) todas las cosas en todos» Dice Leal: «En el contexto se trata de la exaltación e influjo de Cristo, Cabeza de la Iglesia, lo cual es más claro si Cristo es quien llena y completa a la Iglesia. Esta misma idea la tenemos en Col 2:9Col 2:9, Col 2:10 y luego en Efe 3:19. La sintaxis es más regular y fluida si ta pánta en pásin expresan el complemento directo y el instrumental respectivamente». Hay una opinión alternativa, mencionada por Foulkes y sostenida por eminentes autores, según la cual el participio estaría en forma pasiva, pero referido a Cristo. La versión, o paráfrasis, sería como sigue: «la Iglesia, que es su cuerpo y, como tal, contiene dentro de sí la plenitud de Aquel que, a su vez, recibe de Dios su completa plenitud».

El pensamiento sería entonces el mismo que el apóstol expresa en Col 2:9Col 2:9, Col 2:19. Sin embargo, en el contexto actual, esta opinión no hace otra cosa (a mi juicio) que añadir nuevas complicaciones. Sin ir más lejos, ¿cómo podría aplicarse a la persona de Cristo en sentido pasivo ese participio de presente continuativo? Por muy erudita que sea la argumentación de J. Alonso a favor de esta interpretación (v. en el Nuevo Testamento Trilingüe de Bover-O Callagham, sobre este lugar), el sentido de Efe 1:23 no puede ser el que él propugna («La Iglesia está llena por Cristo, que está lleno a su vez por Dios de manera constante»), puesto que bastaría leer Heb 1:14 para refutarlo: «Porque con un solo sacrificio ha perfeccionado para siempre a los que van siendo santificados» (lit.). LA APLICACIÓN DE ESTA OBRA ES UNA TAREA QUE COMPETE AL ESPÍRITU SANTO, NO AL HIJO. Y Cristo no necesita ser «completado por Dios de manera constante».

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