Éxodo 33:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Vuelto ya Moisés a la puerta del tabernáculo, se pone ahora a suplicar humilde e importunamente allí por dos favores muy grandes.

I. Pide fervientemente a Dios que garantice su presencia en medio de Israel para el resto de su viaje hasta Canaán, a pesar de las provocaciones de ellos. Obsérvese cuán admirablemente ordena Moisés la exposición de su causa delante de Dios: cómo apela ante Él, y cómo acelera la marcha.

1. Cómo apela. (A) Insiste en la comisión que Dios le había encomendado de sacar aquel pueblo (v. Éxo 33:12). Comienza diciendo: «Señor, eres tú mismo el que me has encomendado esta tarea, ¿y no me vas a reconocer?» (B) Toma pie del interés que Dios mismo tiene en él, y apela a las benignas expresiones de amabilidad que Dios ha tenido con él: Tú dices: Yo te he conocido por tu nombre (v. Éxo 33:12). Ahora, pues, si he hallado gracia en tus ojos añade Moisés , si de verdad es así, te ruego que me muestres ahora tu camino (v. Éxo 33:13). De este modo, pues, le toma la palabra a Dios: «Señor, si quieres hacer algo por mí, hazlo también por el pueblo». Así también nuestro Señor Jesús, en su intercesión, se presenta al Padre como alguien en quien el Padre se complace siempre, y así obtiene misericordia para nosotros con quienes el Padre está justamente descontento; y así nosotros somos colmados de gracia en el Amado (Efe 1:6). (C) Insinúa que también el pueblo, aunque es muy indigno, mantiene alguna relación con Dios: «Mira que esta gente es pueblo tuyo, un pueblo por el que tú has hecho grandes cosas, lo has rescatado para ti, y has sellado tu pacto con él, Señor, son tuyos, ¡no los dejes!» El padre ofendido se hace la siguiente consideración: «Mi hijo es insensato y díscolo pero es mi hijo y yo no puedo abandonarlo». (D) Expresa el gran valor que atribuye a la presencia de Dios. Al decir Dios: Mi presencia irá contigo, Moisés se aferra a esta promesa como a algo sin lo cual no puede moverse ni vivir: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí (v. Éxo 33:21). Por donde se ve que el singular conmigo se refiere a todo el pueblo, como en el versículo Éxo 33:2. (E) Concluye con un argumento tomado de la gloria de Dios: ¿Y en qué se conocerá aquí qu«he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos? ¿Cómo se manifestará este honor, sino en que tú andes con nosotros?

2. Obsérvese cómo acelera la marcha en sus peticiones. Obtuvo seguridad del favor de Dios: (A) Hacia él mismo: Te haré descansar (v. Éxo 33:14). Moisés no entró jamás en Canaán; con todo, Dios hizo buena su palabra de que le haría descansar (Dan 12:13). (B) Hacia el pueblo, por consideración a él. Las almas generosas piensan que no es bastante ir al cielo ellas mismas, sino que desean que todos sus amigos vayan allá también. Dios le va concediendo al mismo ritmo que él va pidiendo, porque Dios da a todos abundantemente y sin reproche (Stg 1:5). Veamos aquí el poder de la oración, y sintámonos estimulados a buscar, a pedir y a llamar, a orar sin cesar, a orar siempre sin desfallecer. Véase también en Moisés como tipo de Cristo, el poder de la intercesión de nuestro gran Sumo Sacerdote quien siempre vive para interceder por todos aquellos que se allegan a Dios por medio de Él, y el fundamento de ese poder tan grande. Es puramente por su propio mérito, no por ninguna cosa que vea en aquellos por quienes intercede; es porque has hallado gracia en mis ojos (v. Éxo 33:12). Ahora el asunto queda clarificado Dios está perfectamente reconciliado con ellos, su presencia en la columna de nube vuelve a ellos y continuará con ellos, todo está bien y de aquí en adelante, ya no oiremos más del becerro de oro en la historia de Israel.

II. Después de alcanzar esta cota, Moisés pide a Dios que le muestre su gloria, y también en esto es oído.

1. Moisés hace humildemente esta petición: Te ruego que me muestres tu gloria (v. Éxo 33:18). Moisés había obtenido victoria tras victoria en su oración, y consigue de Dios admirables favores, y el éxito de sus plegarias le proporcionó atrevimiento para continuar buscando el favor de Dios; cuanto más obtenía, más pedía «Muéstrame tu gloria». O, como dice el hebreo, «Hazme ver tu gloria», como si dijera: «Haz que sea visible para mí de alguna manera, y capacítame para soportar su vista». No que fuese tan ignorante como para pensar que la esencia divina podía verse con los OJOS del cuerpo, sino que deseaba adquirir un conocimiento más profundo de las cualidades eternas de Dios.

2. La benigna respuesta que Dios dio a su petición: (A) No le concedió lo que no podía ser otorgado, y para lo que Moisés no estaba capacitado: No podrás ver mi rostro (v. Éxo 33:20). Un descubrimiento completo de la gloria de Dios sobrepuja las facultades de cualquier mortal aunque se trate del gran Moisés. Hay un conocimiento y disfrute de Dios que está reservado para la vida eterna. Y aun entonces será imposible a toda criatura penetrar en lo más íntimo de la esencia divina (1Ti 6:16). (B) Le otorgó lo que le había de satisfacer abundantemente. (a) Oiría lo que tanto le había de agradar: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro (v. Éxo 33:19). Ya le había dado admirables ejemplos de su bondad al reconciliarse con Israel; pero esto era sólo la bondad en el arroyo; ahora le mostraría la bondad en su fuente: todo mi bien. Ésta fue una respuesta suficiente a su petición. «Muéstrame tu gloria dice Moisés . Yo te mostraré todo mi bien» dice Dios. Nótese que el bien de Dios es su gloria; y Él quiere que le conozcamos por la gloria de su misericordia más bien que por la gloria de su majestad. Nunca leemos: «Estaré enfadado con quien estaré enfadado», por la sencilla razón de que su ira es siempre justa y santa, pero sí: «Tendré misericordia del que tendré misericordia» (v. Éxo 33:19), porque su gracia es siempre libre y soberana. Nunca condena por privilegio, pero sí salva por privilegio. (b) Podría ver lo que podía soportar, y lo que sería bastante para él. Primeramente, estar a salvo en una hendidura de la peña (v. Éxo 33:22). Esta peña o roca era Cristo (1Co 10:4). Y sólo a través de Cristo tenemos el conocimiento de la gloria de Dios. Nadie puede ver su gloria, sino los que están asentados en esta roca y resguardados por ella. En segundo lugar, Moisés pudo ver de Dios quizá más que ninguna otra persona aquí en la tierra, pero no tanto como los que están en el Cielo. La vista de Dios que Moisés tuvo es como la vista que tenemos de un hombre que ha pasado delante de nosotros, de modo que ya no le vemos más que la espalda. En la creación vemos las huellas de sus pies y la obra de sus manos, en nuestra propia naturaleza, vemos la imagen y semejanza de Él. ¿Y la espalda? (v. Éxo 33:23). Cuando leemos en Isa 38:17 que Dios echa tras sus espaldas los pecados; y después en Isa 53:6, vemos que cargó sobre nuestro Salvador la iniquidad de todos nosotros, ya podemos entender que Jesucristo es la espalda de Dios; más aún el resplandor de su gloria, y la fiel representación de su ser real (Heb 1:3). Por eso, a la pregunta de Felipe: Muéstranos el Padre, contesta Jesús: El que me ha visto a mí, ha visto al Padre (Jua 14:9), puesto que en Él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad (Col 2:9).

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