Ezequiel 11:14 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de recibir instrucciones para despertar a los que se sentían cómodos en Sion, Ezequiel recibe en estos versículos palabras consoladoras para los que hacían duelo en Babilonia cuando se acordaban de Sion.

1. Los piadosos cautivos eran atropellados e insultados por los que continuaban en Jerusalén (v. Eze 11:15). Son «tus hermanos, sí, tus hermanos dice Dios al profeta , los hombres de tu parentela, y toda la casa de Israel». Dios los menciona con tanto énfasis, porque son los únicos que han conservado su integridad. No sólo eran de la misma familia que Ezequiel, sino también del mismo espíritu que él. Los que se hallaban todavía libres, y aun con relativa comodidad, se burlaban de sus hermanos que habían sido humillados y llevados al exilio, como si no perteneciesen ya a la congregación de Israel. Precisamente porque, en obediencia a la voluntad de Dios, se habían rendido al rey de Babilonia, los excomulgaban y decían: ¡Alejaos de Jehová! A nosotros es dada la tierra en posesión (v. Eze 11:15, al final). Como si dijesen: «El Dios de Israel no tiene nada que ver con vosotros, y al rendiros al rey de Babilonia, habéis renunciado a vuestros derechos a poseer la Tierra Prometida».

2. Las bondadosas promesas que Dios les hace. Los que les odiaban y los querían echar de la congregación de Israel, decían: «¡Que Jehová sea glorificado, para que podamos ver vuestra alegría!» (Isa 66:5). Pero lo que esos burladores decían por escarnio, iba a ser cierto de parte de su Dios, pues les iba a consolar de veras. Dios reconoce que Su mano se ha descargado contra ellos enviándolos al exilio, pero no les ha privado de Su presencia amorosa (v. Eze 11:16): «Aunque les he arrojado lejos entre las naciones, y les he esparcido por los países extranjeros, con todo eso les he sido por un pequeño santuario en las tierras adonde han llegado». ¡Qué conmovedor! Dice Fisch: «A la humillante alegación de los habitantes de Jerusalén de que los exiliados, al estar tan alejados del Templo, habían perdido la paternidad y la protección de Dios, replica el propio Jehová que ésos conservan todavía su relación con Él por medio de sus casas de adoración y de sus casas de estudio, cada una de las cuales cumplía el designio de un Templo en miniatura, en el que estaba presente el Espíritu de Dios». Los que se habían quedado en Jerusalén tenían aún el Templo, pero sin Dios; los que estaban en Babilonia tenían a Dios, aunque no tuvieran el Templo.

3. A su debido tiempo, Dios había de poner punto final a las aflicciones que sufrían, sacándolos del país de su cautiverio y estableciéndolos de nuevo, a ellos o a sus hijos, en su país (v. Eze 11:17). Y, lo que es todavía mejor, el cautiverio (v. Eze 11:18) les habrá curado eficazmente de sus idolatrías. Dios implantará en ellos los buenos principios y hará bueno el árbol (v. Eze 11:19). La promesa de la donación del nuevo espíritu y del nuevo corazón, ya insinuada en Jer 32:39, Jer 32:40 y, más detalladamente, en Eze 36:26, Eze 36:27, va más allá de lo que había de ocurrir en los propios exiliados, al llegar a un segundo nivel a la dispensación del Evangelio y, en un tercer nivel, a la del Milenio. Cuando el Señor Jesús le dijo a Nicodemo (Jua 3:10): «Tú eres el maestro (lit.) de Israel, ¿y no conoces estas cosas?», aludía a esto, porque «aquí está afirmada la verdad del nuevo nacimiento» (Feinberg). Un nuevo nombre, una nueva fachada, una reestructuración de las instituciones judías, no servirían para nada sin un nuevo espíritu. Y esto ha de ser obra de Dios, un regalo suyo conforme a Su promesa. De esta forma, la conducta de ellos (v. Eze 11:20) estará de acuerdo con los nuevos principios, de forma que guardarán la Ley de Dios y en ellos renovará Él Su pacto (v. Eze 11:20, al final, comp. con Lev 26:12): «y me serán por pueblo, y yo seré a ellos por Dios».

4. Pero aquellos que, dentro o fuera de las fronteras de Israel, tengan el corazón apegado a sus idolatrías (v. Eze 11:21) y a sus abominaciones, y carezcan de gracia, ¿cómo van a disfrutar de paz? El Señor Jehová (v. Eze 11:21) asegura: «Yo les echaré su camino (lit.) sobre sus propias cabezas»; es decir, «sufrirán las consecuencias de sus acciones» (Fisch).

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