Ezequiel 16:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ezequiel está ahora entre los cautivos en Babilonia; pero, así como Jeremías en Jerusalén escribió para uso de los deportados a Babilonia (Jer 29:1-32), así Ezequiel en Babilonia escribió para uso de Jerusalén. Además, Jeremías escribió a los deportados para consolarles, pero a Ezequiel se le ordena que escriba a los habitantes de Jerusalén para convencerles de pecado y humillarles.

1. La comisión de Ezequiel es aquí la siguiente (v. Eze 16:2): «Haz saber a Jerusalén sus abominaciones, esto es, sus pecados; pónselos delante de los ojos, a fin de que se den cuenta de ellos». Es menester que conozcamos nuestros pecados, a fin de que podamos confesarlos.

2. Para que Jerusalén pudiese darse cuenta de sus pecados, era preciso que se le hiciese a la memoria lo mucho que Dios había hecho por ella. En estos versículos se le recuerda los pobres comienzos desde los que Dios la había levantado y cuán indigna era ella del favor de Dios. Jerusalén representa aquí a toda la nación judía, como aclara bien todo el contexto posterior, la cual es comparada aquí a una niña desechada, de baja condición y abandonada.

(A) La extracción de la nación judía era vil (v. Eze 16:3): «Tu origen y tu nacimiento es de la tierra de Canaán; por naturaleza te viene el espíritu y la disposición de una cananea». Jerusalén había sido una ciudad de Canaán y la nación judía había venido a ser una familia, con residencia propia, en el país de Canaán. La frase final del versículo Eze 16:3 («tu padre fue un amorreo; y tu madre, una hetea») no indica la ascendencia física de los israelitas, sino, como dice Ryrie, «la genealogía moral de Israel». Como los amorreos y los heteos o hititas eran dos de las principales naciones que habitaban en Canaán (v. por ej. Jos 1:4; Amó 2:10), la mención de estos dos progenitores de Israel da a entender que al «haber tenido su origen allí, su carácter oral correspondía a su origen cananeo y a él se había adherido a lo largo de toda su historia» (Davidson, citado por Fisch).

(B) Los versículos Eze 16:4 y Eze 16:5 nos presentan, por medio de crudas metáforas, el estado en que la nación de Israel se hallaba al nacer como pueblo. Dice Asensio: «en el día de su nacimiento, no sólo nadie entre los conocidos y de casa le prestó los servicios normales que se prestan a todo neonato para salvar su vida y asegurar su salud, sino que se la arrojó, por el asco que inspiraba su vista, fuera de casa y se la dejó abandonada en campo abierto, forastera en la tierra de Egipto». Nótense los siguientes detalles:

(a) En el descuido con que se la trató, no le fue cortado el ombligo (v. Eze 16:4), es decir, no tuvo una existencia independiente, sino que nació como esclava en Egipto, adonde los patriarcas de Israel no tuvieron más remedio que emigrar, forzados por el hambre.

(b) No fue lavada con agua para limpiarla, ni fue salada con sal (v. Eze 16:4). Ni la lavaron para quitarle la sangre que se le había adherido (v. Eze 16:6) ni la frotaron con sal, lo cual se suponía que ayudaba a tener una piel limpia y fuerte. Dice Fisch: «En conexión con el nacimiento, el Dr. Masterman describe costumbres que perduran hoy en Palestina: Tan pronto como es cortado el ombligo, la comadrona frota enteramente al recién nacido con sal, agua y aceite, y lo faja apretadamente en pañales durante siete días; al final de este tiempo, retira los pañales sucios, lava y unge a la criatura, y la envuelve de nuevo en pañales por otros siete días y así sucesivamente hasta el cuadragésimo día».

(c) También es notable el que la criatura sea presentada como niña, no sólo porque el contexto posterior lo exige (su casamiento con el Señor), sino también para explicar el descuido con que se la trató al nacer. Dice Fisch: «En el mundo antiguo, y aun mucho más tarde, cuando el recién nacido resultaba ser una niña, era corriente que quedase expuesta a morir por negligencia. Ésta fue la condición de Israel en Egipto». En efecto, Egipto está representado, en el versículo Eze 16:5, por el campo al que fue arrojada la niña-Israel el día en que nació.

(d) La frase que, hacia el final del versículo Eze 16:5, hallamos en nuestra Reina-Valera («con menosprecio de tu vida»), dice textualmente en el original: «en el asco de tu alma»; es decir, por el asco que su vista producía en los que la veían. En efecto, los israelitas eran abominación para los egipcios, como hallamos en Gén 43:32; Gén 46:34. Lo peor es que, por sus rebeldías posteriores, se hicieron también abominables a Dios.

(e) En resumen, como hace notar M. Henry, «Dios los tomó para que fuesen Su pueblo, no porque en ellos viese algo atractivo o prometedor, sino porque así le pareció bien a Sus ojos».

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