Ezequiel 24:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Con estos versículos concluyen las profecías de Ezequiel acerca de la destrucción de Jerusalén; porque después de esto, aunque va a profetizar mucho acerca de otras naciones, ya no dirá nada más acerca de Jerusalén hasta que se entere de su destrucción, casi tres años después (cap. Eze 33:1-33).

1. La señal con la que ahora había de ser presentada al pueblo la destrucción de Jerusalén.

(A) Tiene que perder a su buena esposa, la que le iba a ser quitada súbitamente por la muerte. Dios se lo comunicó de antemano (v. Eze 24:16). Una esposa querida es, según la poética expresión del texto sagrado, «el encanto de los ojos» de un buen marido. Cuando el encanto de nuestros ojos nos es arrebatado de un golpe, debemos ver y reconocer en ello la mano de Dios: «He aquí que yo te quito de golpe el deleite de tus ojos».

(B) Tiene que negarse a sí mismo la satisfacción de hacer duelo por su esposa (vv. Eze 24:16, Eze 24:17), lo cual habría sido un honor hacia ella y, al mismo tiempo, un alivio a la opresión de su propio corazón. Pero a Ezequiel no se le permite hacer esto, aunque quizá pensará el pueblo mal de él por no hacerlo. Tiene que suspirar en silencio y evitar toda otra señal de luto (comp. con 2Sa 15:30; Miq 3:7), como la de comer pan de enlutados (v. Eze 24:17, al final), es decir, las provisiones que sus vecinos y amigos habrían de traerle, como era costumbre en tales casos, pues se suponía que el enlutado no tendría ánimos para proveerse por sí mismo de comida. Dice el rabino Fisch: «Es todavía una ley judía que la primera comida después del entierro les sea suministrada por otros».

(C) No podía haber cosa que tan profundamente fuese en contra de la disposición de la carne y de la sangre como el no hacer duelo por la muerte de una persona a quien tan entrañablemente amaba, pero Dios lo ordena así y Ezequiel obedece (v. Eze 24:18, al final): «… hice como me fue mandado». Apareció en público sin ninguna de las señales de duelo. Para convertirse en señal para el pueblo, Ezequiel tiene que poner por obra aquí un extraordinario ejercicio de abnegación.

2. La aplicación de la señal. El pueblo inquirió su significado (v. Eze 24:19): «¿No nos explicarás qué significan para nosotros estas cosas que haces?» Sabían que la muerte de su esposa le había causado gran aflicción y que no se portaría de una manera tan extraña si no tuviese algún motivo serio.

(A) Ezequiel tiene que explicarles que, si un fiel siervo de Dios pasaba por una tribulación como ésta sólo para probarlo, ¿podrá quedar impune una tal generación de rebeldes contra Dios? ¡No! ¡No quedarán sin castigo! Caerá el templo, que era el mayor orgullo de ellos (v. Eze 24:21): «He aquí yo profanaré mi santuario, la gloria de vuestro poderío, el encanto de vuestros ojos (¡la misma frase del v. Eze 24:16!) y la pasión de vuestra alma». Dios lo profanará entregándolo en manos del enemigo caldeo, para ser saqueado y consumido por el fuego. Caerán también a espada (v. Eze 24:21) los hijos y las hijas de ellos; «los que dejasteis» dice Dios , como se insinua que les habían de ser tanto más queridos cuanto que les habían quedado pocos, ya que habían perecido los demás bajo el hambre y la peste.

(B) Tiene que hacerles saber que, así como él no ha sollozado por su aflicción, tampoco ellos deberían sollozar por la suya (v. Eze 24:22): «Haréis de la manera que yo hice» (v. Eze 24:23): «… no endecharéis ni lloraréis». Lo que se avecina sobre ellos va a ser de tal calibre que van a quedar completamente abrumados bajo su peso, y las calamidades van a llegar con tal rapidez que los dejarán como aturdidos y entontecidos. Pero no habrá en ellos ni pizca de ese sentimiento de tristeza santa que conduce al arrepentimiento, sino sólo de esa amargura que lleva a la desesperación (v. Eze 24:23): «… os consumiréis a causa de vuestras maldades, y gemiréis unos con otros». Se consumirán en sus cauterizadas conciencias y mentes reprobadas, y gemirán, no a Dios en oración y confesión de sus pecados, sino unos con otros, quejándose de Dios (quizás estas expresiones de M. Henry sean demasiado duras nota del traductor , pues lo del «unos con otros» significa más bien que han de evitar toda manifestación externa de duelo).

3. «Cuando esto ocurra (v. Eze 24:24), como se predice aquí, cuando Jerusalén, que está hoy bajo asedio, esté completamente destruida, lo cual vosotros no podéis creer ahora que llegue jamás a suceder, entonces sabréis que yo soy el Señor Jehová, que os he avisado de ello de la manera más franca y benévola. Entonces recordaréis que Ezequiel os fue por señal».

4. Por especial dirección de la Providencia, el día en que Jerusalén (y con ella, el templo) caiga (v. Eze 24:25), vendrá a darle a Ezequiel la noticia (v. Eze 24:26) «uno que haya escapado para hacértelo oír con tus propios oídos», lo cual sucedió puntualmente (Eze 33:21). Pero, desde este momento hasta entonces, Ezequiel se mantuvo en silencio en cuanto a la suerte funesta que le esperaba al país de Israel, pues se le ordenó profetizar contra las naciones vecinas, como veremos en los capítulos siguientes. Después, desaparecerá esta «mudez» (v. Eze 33:22 al final) cuando Dios le ordene de nuevo «hablar a los hijos de tu pueblo» (Eze 33:2). Mientras Dios hablaba tan alto mediante la vara, no había tanta necesidad de que hablara mediante la palabra.

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