Ezequiel 36:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora que Dios se vuelve hacia Israel en Su misericordia, el profeta debe hablar palabras buenas y consoladoras (v. Eze 36:1 y, de nuevo, en v. Eze 36:4): Montes de Israel, oíd palabra de Jehová». Y lo que dice a los montes lo dice también (v. Eze 36:4) «a los collados, a los arroyos, a los valles, a las ruinas asoladas y a las ciudades desamparadas». Comenta Fisch: «Ezequiel proclama la reversión de la sentencia que había pronunciado en Eze 6:3». Dicha enumeración se repite, en parte, en el versículo Eze 36:6, el cual viene a ser un resumen de los versículos Eze 36:4 y Eze 36:5. Los caldeos se habían llevado deportados a los habitantes del país, pero no se pudieron llevar los montes, ni los collados, arroyos y valles; sin embargo, se mencionan por la sencilla razón de que, aun sin llevárselos, el enemigo se había hecho el amo de todo eso, lo había codiciado y devastado (v. Eze 36:5).

1. La mirada compasiva que Dios echa sobre la presente condición deplorable del país de Israel. Ha llegado a ser entregado al pillaje y al escarnio de las otras naciones alrededor (v. Eze 36:4, al final). (A) Sus enemigos se han enriquecido con el botín que han sacado de allí. Nadie pensó que fuese un crimen despojar a un israelita. Cuando una persona ha quedado malparada, es frecuente el grito: «¡Duro con él!» (B) Los israelitas han venido a ser la burla de sus enemigos, que decían (v. Eze 36:2): «¡Ea!, también las antiguas (mejor que eternas) alturas nos han sido dadas por heredad». Pero Dios se ha ofendido de esas bravatas y las ha tomado como una circunstancia agravante de la presente calamidad de Israel (v. Eze 36:3, al final): «y andáis en boca de habladores y en la difamación de la gente».

2. Las expresiones del justo desagrado de Dios contra los que se alegraban (en especial, Idumea) de las desolaciones de la tierra de Israel.

(A) Habían trinchado para sí grandes porciones de la tierra de Dios, pues Suya era ciertamente (v. Eze 36:5): «… se apropiaron entre ellos mi tierra por heredad», por lo que no sólo habían invadido la propiedad del prójimo, sino que habían usurpado también la prerrogativa de Dios. Y los que no habían tenido oportunidad de hacer presa en el pueblo de Dios, se habían burlado de él (v. Eze 36:6, al final): «habéis llevado el oprobio de las naciones».

(B) Dios ha determinado pedirles cuentas por ello, y ello «en el fuego dice de mi celo» (v. Eze 36:5). Es el celo de Su santidad y de Su veracidad, pero es también el celo de Su honor como único Salvador de Su pueblo. Ellos hablaban de forma denigrante contra el pueblo de Dios; por tanto, Dios habla en su celo y en su furor (v. Eze 36:6). Y con juramento afirma (v. Eze 36:7): «las naciones que están a vuestro alrededor han de llevar su afrenta».

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