Filipenses 4:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En estos versículos tenemos un maravilloso programa de psicología práctica y hasta de psiquiatría.

1. El apóstol comienza recomendando una actitud generosa hacia los demás con un vocablo griego que no tiene traducción exacta en castellano ni aun en latín, con lo que las versiones andan a la caza de lo que más se le parece sin dar jamás con el sentido preciso. Digamos que el griego epiéikeia no equivale a «modestia» ni «bondad» ni «amabilidad». Lo que más se le parece es «mesura» (RV 1977). Así que to epieikés (v. Flp 4:5, que es el adjetivo correspondiente) equivale a «lo mesurado», como traduje en mi Interlineal Griego-Español. Para tener una idea aproximada del significado preciso del vocablo griego, diremos que se aplica en jurisprudencia para indicar una interpretación moderada y equitativa de la ley en casos en que las circunstancias piden una rebaja de la sentencia que se impondría en estricta justicia si no se tuviesen en consideración las circunstancias aludidas. Lenski cita el conocido adagio latino: «summum ius, summa iniuria», que podemos traducir un poco libremente, pero de forma esclarecedora: «la justicia estricta es una estricta injusticia». Lo que Pablo, pues, recomienda aquí es una actitud cristiana de condescendencia con los demás, mezcla de compasión y comprensión (aunque sin lenidad en lo moral ni transigencia en las doctrinas fundamentales), precisamente en vista de que ¡el Señor está cerca!, no en sentido espacial («junto a nosotros»), sino escatológico («a punto de venir»), y desea que esta actitud sea notoria a todos.

2. A esta actitud hacia los demás, añade el apóstol (v. Flp 4:6) otra actitud hacia nuestro propio interior: «Por nada os inquietéis (comp. con Sal 37:5; Mat 6:25; 1Pe 5:7), sino que sean presentadas vuestras peticiones delante de Dios mediante oración y ruego con acción de gracias». Pablo nos asegura aquí que nuestras oraciones a Dios serán atendidas (v. Efe 3:20). Es cierto que Dios sabe lo que necesitamos; no oramos para informar a Dios de nuestra necesidad, sino de la conciencia que tenemos de nuestra necesidad, pues para bien recibir es menester confesar nuestra mendicidad. ¡Qué gran lección de psicoterapia! ¡Y cómo está este elemento interior unido a nuestra actitud hacia los demás! Dice Lenski: «Ciertamente, a menos que podamos en forma constante desembarazarnos de nuestras preocupaciones antes de que ellas nos perturben, nuestro gozo cesará y esta condescendencia noble y bondadosa habrá de desaparecer».

3. De este modo (v. Flp 4:7), la paz de Dios, esto es, la que Dios da (comp. con Jua 14:17), al ser el fruto de la condescendencia con los demás y de nuestra oración confiada a Dios, no sólo calmará todos nuestros temores sobre el futuro, sino que también contribuirá a desvanecer las disensiones que puedan surgir en la comunidad cristiana (v. Flp 4:2). Esta paz, dice el apóstol, sobrepasa a todo entendimiento, no en el sentido de que el cristiano no la pueda comprender, sino en el de que supera todos los esfuerzos, cálculos y preocupaciones que el entendimiento pueda imaginar e intentar poner en práctica para poner en paz el corazón y el propio pensamiento. Lenski ve un ejemplo de esto en el Sal 73:1-28: «Ahí está la mente que trata de guardarse y protegerse a sí misma. ¿Por qué permite Dios que yo sufra así? ¿Por qué permite Él que el impío florezca y prospere? En los versículos Sal 73:16 y Sal 73:22, el salmista confiesa la incapacidad de su propia mente para protegerle en contra de los asaltos de tales pensamientos. En los versículos Sal 73:23 y Sal 73:24, hace que la paz de Dios sea su refugio, donde todos sus pensamientos atormentadores son contestados y apaciguados».

4. «Por lo demás (v. el comentario a 3:1), hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo respetable, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buena reputación; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad (lit. tened en cuenta estas cosas)». El verbo logízomai ocurre 40 veces en el Nuevo Testamento y siempre indica una consideración en que se valora convenientemente algo en favor o en contra. Es, por tanto, algo más que un simple «pensar»; es acoger con nuestra mente, dándole el valor que se merece, a todo eso que Pablo enumera en esa lista de seis cosas, cerrada por ese epifonema de «si hay algo excelente o digno de alabanza» (NVI). Para el sentido del griego areté, que no concuerda exactamente con lo que hoy entendemos por «virtud», véase el comentario a 1Pe 2:9. Las seis cosas que Pablo enumera y en las que exhorta a tener puesto el pensamiento son las siguientes:

(A) «Todo lo que es verdadero», lo real, lo que tiene sustancia, lo que no es producto de la fantasía, ni suena a ficción e hipocresía.

(B) «Todo lo respetable», todo lo noble, lo decoroso, serio y recomendable.

(C) «Todo lo justo», lo que puede ser aprobado por Dios, por ser cumplimiento fiel de las obligaciones que tenemos hacia Él, hacia el prójimo y hacia nosotros mismos.

(D) «Todo lo puro», lo moralmente limpio en todo sentido, no sólo en el de castidad (comp. con 2Co 6:6; 2Co 7:11; 2Co 11:2; 1Ti 5:22; Tit 2:5).

(E) «Todo lo amable», como da a entender el vocablo griego prosphilé (única vez que sale en todo el Nuevo Testamento), es todo lo verdadero y bueno en cuanto atrae los afectos puros, no corrompidos por el vicio.

(F) «Todo lo que es de buena reputación» (gr. eúphemon, único en el Nuevo Testamento) es lo que merece buena fama, que se hable bien de ello. Pablo usa un vocablo de la misma raíz (euphemía), junto con su contrario (dusphemía) en 2Co 6:8: «a través … de calumnia y de buena fama», como si dijese: «Los malvados se burlan de nosotros y de nuestra doctrina y de nuestra vida; pero esto no nos mancha, sino que los mancha a ellos» (Lenski).

De la misma manera que la salud física depende, en buena parte, de la dieta alimentaria que una persona se impone (o a la que se somete con gusto), así también nuestra salud mental y espiritual depende, en mayor proporción todavía que la corporal, de lo que nutre a nuestra mente. De ahí la importancia tremenda de nutrir la mente de los niños con esa serie de vitaminas espirituales que el apóstol enumera. Por desgracia, lo que los medios de comunicación, especialmente la televisión, les suministran, más contribuye a dañarles la salud espiritual que a fomentarla.

5. Y así como la dieta es insuficiente sin el ejercicio, también eso que el apóstol recomienda se necesita ponerlo por obra (v. Flp 4:9). En realidad, quien les de a esas cosas que Pablo enumera el valor que tienen y se merecen en la estima de los hombres, no podrá menos de llevarlas a la práctica. Pero hay un nuevo estímulo: al imitar al apóstol (comp. con Flp 3:17) lo conseguirán: «lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, ponedlo por obra». Los dos primeros verbos, como observa Lightfoot, tienen que ver con lo que Pablo les enseñó; los dos últimos, con lo que Pablo mismo practicaba de palabra («oísteis») y de obra («visteis»). En el versículo Flp 4:7 había mencionado la paz de Dios; ahora (v. Flp 4:9) menciona al Dios de paz. Con esto último, parece poner de relieve el apóstol que esa paz que pone fin a todas las ansiedades porque procede de Dios, tiene una realidad sólida, «tan objetiva como Dios mismo lo es» (Lenski).

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