Gálatas 3:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Como hace notar Trenchard, al comienzo del versículo Gál 3:15, Pablo «al dejar el tono un tanto duro de la sección Gál 3:1-6, se dirige a los gálatas con ternura, llamándoles hermanos, y pasar a recordarles un simple hecho de la experiencia de toda nación civilizada». Esto es lo que significa la frase: «Pablo en términos humanos». Como si dijera: «Pongamos un ejemplo de la vida humana ordinaria», ya que «hasta ahora había argüido de la Escritura» (Leal).

2. A continuación, y con gran maestría, Pablo demuestra que la herencia (v. Heb 11:8-10) de la vida eterna que habían de recibir en Cristo los creyentes no pudo ser invalidada al ser promulgada la Ley en el Sinaí (vv. Gál 3:15-18), por lo que la justificación por fe en la promesa tiene validez perpetua y universal. En efecto, como asegura el apóstol:

(A) «Un pacto, aunque sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade» (v. Gál 3:15). Esto es especialmente cierto de Dios, no sólo por la inmutabilidad de sus designios (v. por ej. 1Sa 15:29), sino también porque acompañó con juramento la promesa que hizo a Abraham. Por eso leemos en Heb 6:17, Heb 6:18: «Y como Dios quería mostrar con la mayor claridad a los herederos de la promesa la naturaleza inmutable de su designio, lo confirmó con un juramento. Dios obró de este modo a fin de que, mediante dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos más ánimos nosotros, los que en busca de refugio nos hemos asido fuertemente a la esperanza que tenemos ante nosotros» (NVI).

(B) Esta promesa, añade el apóstol, fue hecha a Abraham y a su simiente (v. Gál 3:16). Y, con una acomodación de corte rabínico (ya que «simiente» quiere decir, sin lugar a dudas, «descendencia»), arguye Pablo que ese singular «simiente» alude claramente a Cristo. No tiene muchas probabilidades la opinión que ve aquí en «Cristo» al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia y podemos asegurar que Pablo pensaba en la persona de Jesucristo, pero como centro de recepción y de irradiación universal de la promesa hecha a Abraham. El plural «promesas», que hallamos en este versículo Gál 3:16, es probable que se refiera a «las diversas seguridades que Dios dio al patriarca en el curso de los incidentes que ocupan los capítulos Gén 12:1-20 a Gén 22:1-24 del Génesis» (Trenchard).

(C) Al dar un paso más, el apóstol muestra (vv. Gál 3:17, Gál 3:18) que el pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo, es decir, el pacto abrahámico (v. el contexto anterior), no pudo ser abrogado por la Ley, es decir, por el pacto sinaítico y, por consiguiente, la promesa hecha a Abraham conserva toda su validez y vigencia. Esto lo demuestra de dos maneras:

(a) El pacto abrahámico fue ratificado 430 años antes de promulgarse la Ley en el Sinaí (v. Gál 3:17), es decir, 30 años antes del nacimiento de Isaac, con quien comenzaba la descendencia de Abraham (v. Gén 15:13, en donde hallamos descontados 30 años). La promesa era, pues, cronológicamente anterior a la Ley, por lo cual no podía ser invalidada por el pacto sinaítico.

(b) La herencia en Cristo de todos los creyentes no depende de la Ley, sino de la promesa (v. Gál 3:18). Si dependiera de la Ley, ya no sería en virtud de la promesa. Pero cabe una objeción: «¿No era el pacto sinaítico obra de Dios y, por tanto válido e inmutable como el pacto abrahámico?» A esto hay que responder que, efectivamente, el pacto sinaítico era obra de Dios, pero, con la particularidad de que era un pacto sin promesa firme, porque, al revés de los demás pactos, era bilateral (entre Dios y el pueblo) y condicional: Dios se obligaba a bendecir al pueblo con tal de que el pueblo cumpliese la Ley (condición no cumplida), por lo que la justificación por la fe sola es principio permanente (desde Adán hasta el final del mundo), SIN EXCLUIR EL TIEMPO DE LA DISPENSACIÓN DE LA LEY. Como digo en mi libro Escatología II, página 255, al hablar del pacto sinaítico:

«A la vista de la fraseología que recorre todo el libro del Deuteronomio, y que puede resumirse en la frase de Jesús, tras de citar los dos mandamientos en que se resume toda la Ley, «haz esto y vivirás» (Luc 10:28), parecería que el elemento condicional de este pacto deja completamente en la sombra al elemento incondicional, pero es preciso recordar, una vez más, que la salvación es siempre «por gracia … mediante la fe». De ahí que el ejercicio de la fe se le pidiese al pueblo de Israel antes de salir de Egipto, mediante la sangre del Cordero Pascual, aplicada a los dinteles y a los postes de las casas (v. Éxo 12:13), mientras que la Ley les fue dada varios meses después de la salida de Egipto. En efecto, las frases del Deuteronomio, como la de Jesús en Luc 10:28, no significan que la salvación eterna dependa de las obras de la Ley (comp. con Rom 10:15; Gál 3:12, como un eco de Lev 18:5), sino que hablan de una comunión de vida con Dios mediante el ejercicio de la justicia, pero a sabiendas de que sólo por fe puede obtenerse una justicia que suba al nivel que Dios requiere para declarar justa a una persona».

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