Gálatas 4:21 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Para ilustrar la diferencia que existe entre los sinceros creyentes que se apoyan únicamente en la Obra de Cristo y los judaizantes que se apoyaban también en la Ley, el apóstol echa mano de una alegoría de corte rabínico, basada en la historia de Isaac e Ismael.

1. «Decidme (v. Gál 4:21), los que queréis estar bajo la Ley: ¿no oís la Ley? (lit.), esto es, ¿es que no os percatáis de lo que dice la Ley?» (NVI). Pablo va a citar del libro del Génesis, pero hemos de tener en cuenta que todo el Pentateuco era comúnmente admitido como «Ley».

2. Enseguida les presenta la historia bien conocida de los dos hijos que tuvo Abraham. Tuvo más, pero éstos son los que a Pablo le interesan para la argumentación que sigue. Uno (v. Gál 4:22), es decir, Ismael, le nació de Agar, la esclava; el otro, Isaac, le nació de la libre, esto es, de la señora, de la verdadera esposa, Sara. La diferencia fundamental entre los dos hijos no radica, sin embargo, en el carácter de las respectivas madres, sino en que «el de la esclava (v. Gál 4:23) nació según la carne, es decir, según las leyes naturales y sin intervención especial de Dios para el cumplimiento de una promesa (en realidad, fue una contravención de la promesa), mientras que el de la libre nació por medio de una promesa». Pablo no dice que Isaac naciera conforme a una promesa, sino por medio de una promesa, ya que Sara, no sólo era estéril de siempre, sino que cuando concibió a Isaac (¡a los 89 años!) había sobrepasado con mucho la edad apta para concebir; por lo que, en el nacimiento de Isaac, además de cumplirse la promesa de Dios, hubo una intervención doblemente milagrosa de Dios.

3. «Las cuales cosas, añade Pablo (v. Gál 4:24), son expresiones alegóricas (gr. allegoroúmena)». Con esto, no quiere decir el apóstol que lo que acaba de decir sea pura alegoría, sin fondo histórico, sino que dicha historia sirve de trasfondo alegórico para tipificar respectivamente el papel de la Ley, con las obras que demandaba, y el de la promesa, la cual se obtiene por medio de la fe.

4. La alegoría, convertida en doble tipo, consiste en que estas dos mujeres representan dos pactos; el uno proviene del monte Sinaí, el cual (el pacto) engendra hijos para esclavitud; éste es Agar (v. Gál 4:24). Y continúa el apóstol (vv. Gál 4:25, Gál 4:26): «Porque Agar es el monte Sinaí en Arabia, y corresponde a la Jerusalén actual, pues ésta, junto con sus hijos, está en esclavitud. Mas la Jerusalén de arriba, la cual es la madre de todos nosotros, es libre». Estos versículos necesitan un análisis detallado.

(A) Comencemos por percibir bien los contrastes: (a) Agar, la esclava, representa el pacto que se promulgó en el Sinaí y corresponde a la Jerusalén actual (en tiempo de Pablo, esto es, antes de su destrucción el año 70 de nuestra era), y engendra hijos para esclavitud, pues la Ley hace esclavos (v. Gál 4:3); (b) Sara (aunque no se la menciona por su nombre), la libre, representa el pacto de gracia, incluido en la promesa hecha a Abraham, y corresponde al monte Sion, tipo de la Jerusalén de arriba, libre y madre de hijos libres.

(B) El monte Sinaí estaba, y está, efectivamente, en Arabia; por lo que la Ley se dio en un lugar no incluido en la Tierra Prometida y, por tanto sin espacio para libertad. Pero, ¿qué tiene que ver Agar con el monte Sinaí? La respuesta es sencilla. Dice J. Leal: «La Ley se dio en un monte que es de Arabia, y Agar caminó desterrada por el desierto de Arabia». Todavía más: En el Sal 83:6, hallamos ya a los «agarenos», epíteto con el que tambien hoy se describe a los árabes. Estos agarenos, descendientes de Agar, habitaban (1Cr 5:10) en el territorio que hoy corresponde precisamente al reino árabe de Jordania.

(C) A pesar de que la Jerusalén del tiempo de Pablo estaba ya dentro de la Tierra Prometida, el apóstol dice de ella que, junto con sus hijos (judíos inconversos y judaizantes), está en esclavitud. ¿Por qué? La respuesta a esta pregunta es también sencilla: POR AFERRARSE TODAVÍA A LA LEY, LA CUAL SÓLO PROPORCIONA MALDICIÓN (Gál 3:10), PRISIÓN (Gál 3:23) Y ESCLAVITUD (Gál 4:3). ¡Qué dirían los judíos inconversos y los judaizantes al verse comparados a los agarenos! No es extraño que todavía hoy odien fanáticamente al apóstol Pablo. «Jesús, decía Ben Gurión a mediados de este siglo, todavía estaba en la línea de los profetas, pero ¡ese Pablo fue el que corrompió el judaísmo!»

(D) ¿Quién es esa otra madre, la Jerusalén de arriba, tipificada en Sara, la libre. madre de todos nosotros? Es incomprensible que un autor tan experto, luterano él, como Lenski, vea en esta Jerusalén de arriba a la Iglesia, lo cual ha de causar gran contentamiento a los catolicorromanos, que tanto énfasis ponen en la «Madre Iglesia». Que no se trata de la Iglesia, sino de la Sion celestial, es claro para todo el que compare este lugar con Flp 3:20; Heb 12:22; Apo 3:12; Apo 21:2, Apo 21:10 y la propia cita de Isa 54:1, que el apóstol menciona a continuación.

(E) En efecto, el versículo Gál 4:27 está tomado de Isa 54:1. El profeta, después del capítulo Isa 53:1-12 sobre el Mesías Sufriente y Redentor, prorrumpe en gritos de júbilo ante la visión profética del regreso de los deportados a Babilonia y, en un nivel más alto, en el distante horizonte del reino mesiánico, atisba la gloria de la futura Sion, desde donde reinará el Cordero (Apo 14:1). De ésa somos hijos todos los creyentes, de cualquier raza y nacionalidad, hijos de la promesa (v. Gál 4:28).

(F) La estéril madre, a la que alude Pablo (v. Gál 4:27) al citar de Isa 54:1, era la despoblada Jerusalén adonde volvían los deportados; no tenía hijos, mientras que los pueblos paganos que la rodeaban rebosaban de habitantes, de hijos, como la que tiene marido. También Israel tenía Marido: el propio Jehová (Isa 54:5). Últimamente, se había enojado de tal manera con su adúltera Esposa (Israel), que había consentido en que sus enemigos paganos la sometiesen a esclavitud, pero había de llegar un día en que sus hijos fuesen innumerables (comp. con Apo 7:9). En un instante, como por ensalmo, brotaría una nación bien poblada (algo de esto ya se ha cumplido, ante nuestros ojos, en 1948), como profetizó también Isaías (Isa 66:8, Isa 66:9), y llegará un día en que de todos los países vendrán a inscribirse en el padrón de esa ciudad como nativos de ella (v. Sal 87:1-7, en su totalidad).

5. Al continuar con la alegoría (vv. Gál 4:29-31) y tomar ocasión de un incidente insinuado en Gén 21:9 y ampliado en la exégesis talmúdica, el apóstol afirma que, así como Ismael, el que había nacido según la carne (v. Gál 4:29), de la esclava Agar, perseguía a Isaac, al que había nacido según el espíritu (esto es, por fe en la promesa; «espíritu» se opone aquí a «carne», y no puede significar el Espíritu Santo), así también ahora. El apóstol no es más explícito; ni hacía falta; la persecución de los creyentes por parte de los judíos no convertidos estaba a la vista de todos: los de la Ley, los de Agar, seguían persiguiendo a los de la fe, los de Sara. Pero son éstos, los de la fe, los que heredan las promesas, como hijos de la libre (v. Gál 4:31); por lo que los de la Ley, los que se aferran a las prescripciones judaicas, los hijos de la esclava, no pueden tener parte en las bendiciones de los creyentes verdaderos. Como Agar y su hijo Ismael, quedan fuera «de casa», de la Jerusalén de arriba, según arguye Pablo al citar (v. Gál 4:30) de Gén 21:10.

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