Génesis 2:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Al constar el hombre de cuerpo y alma, de un cuerpo formado de la tierra y de un alma racional e inmortal que procede de un aliento celestial, vemos en estos versículos la provisión preparada para la felicidad de ambos; el que los formó se cuidó de hacerle feliz si el hombre se hubiese conservado así y lo hubiese reconocido cuando lo era.

I. Primero vemos una descripción del jardín del Edén, que estaba destinado a ser mansión y casa solariega de este gran señor, el palacio de este príncipe. El inspirado hagiógrafo, en esta historia, escribe en primer lugar para los judíos, y aplica su narración al estado infantil de la Iglesia, describe las cosas por su apariencia exterior y sensible, y deja que, por ulteriores descubrimientos, merced a la luz divina seamos guiados a la comprensión de los misterios encubiertos bajo ese exterior. Por eso no insiste en la felicidad de la mente de Adán tanto como en la de su condición exterior.

1. El lugar destinado para residencia de Adán era un jardín o huerto; no una casa de marfil ni un palacio sobrecargado de oro, sino un huerto surtido y adornado por la naturaleza, no por el arte. El cielo era el techo de la casa de Adán y nunca hubo otro techo tan curiosamente cubierto y pintado. La tierra era su suelo, y nunca hubo otro suelo tan ricamente pavimentado. La sombra de los árboles era su cámara interior; debajo de ellos estaban sus comedores, sus aposentos, y nunca hubo habitaciones tan finamente tapizadas como éstas; ni las de Salomón, en el esplendor de su gloria estaban ataviadas así. La naturaleza se contenta con poco y con lo más natural; la gracia, con menos; pero la concupiscencia, con nada.

2. Los utensilios y el mobiliario de esta mansión eran obra directa de la sabiduría y del poder de Dios. El Señor Dios planeó este jardín. Ningún deleite puede ser agradable ni satisfactorio para un alma, sino el que Dios mismo ha provisto y destinado para ella; no hay verdadero paraíso que no sea plantación de Dios.

3. La situación de este huerto era sobremanera excelente. Estaba en Edén, que significa deleite y placer. El lugar está aquí particularmente indicado mediante las señales y límites que resultaban suficientes. Preocupémonos de asegurarnos un lugar en el paraíso celestial, y no necesitaremos atormentarnos en la laboriosa búsqueda del lugar en que se encontraba el paraíso terrenal.

4. Los árboles plantados en este huerto. (A) Tenía los árboles mejores y más escogidos. Dios, como tierno Padre, no sólo miró por el provecho de Adán, sino también por su deleite; pues hay un deleite compatible con la inocencia; es más, hay en la inocencia un placer verdadero y trascendente. Pero (B) tenía dos árboles extraordinarios y exclusivos; no los había iguales en la tierra. (a) Estaba el árbol de la vida en medio del huerto, el cual estaba destinado a ser señal y sello para Adán, asegurándole la continuidad de la vida y de la felicidad, para vida inmortal y eterna beatitud, mediante la gracia y el favor de su Hacedor, bajo condición de perseverar en este estado de inocencia y obediencia. De éste podía comer y así vivir. Cristo es ahora para nosotros el árbol de la vida (Apo 2:7; Apo 22:2). En sentido espiritual, aunque no se descarta el sentido literal de la Jerusalén Celestial (Gál 4:26; Heb 12:22; Apo 3:12; Apo 21:2, Apo 21:10).'>[[Nota]] (b) Estaba el árbol del conocimiento del bien y del mal, así llamado, no por tener en sí virtud alguna para engendrar o incrementar un conocimiento útil, sino en primer lugar, porque había una expresa y positiva revelación de la voluntad de Dios concerniente a este árbol, de manera que, por medio de él, pudiese conocer el bien y el mal morales. ¿Qué es bueno? Es bueno no comer de este árbol. ¿Qué es malo? Es malo comer de este árbol. La distinción entre cualquier otro bien y mal morales fue escrita por la naturaleza en el corazón del hombre; mas ésta, resultante de una ley positiva, fue escrita sobre este árbol. En segundo lugar, porque en este caso, el hecho fue que demostró dar a Adán un conocimiento experimental del bien por la pérdida de él, y del mal al sentirlo dentro de sí. Como el pacto de gracia comporta no sólo creer y ser salvo, sino también no creer y ser condenado (Mar 16:16), así el pacto de inocencia comprendía no sólo «Haz esto y vivirás», sellado y confirmado por el árbol de la vida, sino también «Falta a esto y morirás» de lo cual Adán estaba cierto por este otro árbol. Así que, mediante estos dos árboles, Dios puso ante él el bien y el mal, la bendición y la maldición (Deu 30:19).

5. Los ríos que regaban este huerto (vv. Gén 2:10-14). Estos cuatro ríos (o un río dividido en cuatro corrientes) contribuían grandemente tanto a la delicia como a la fructuosidad de este huerto. En el paraíso celestial hay un río que aventaja infinitamente a éstos; pues es un río del agua de la vida, que no surge del Edén, como éstos, sino que sale del trono de Dios y del Cordero (Apo 22:1), un río que alegra la ciudad de Dios (Sal 46:4). Javilá tenía oro, especias y piedras preciosas; pero Edén tenía algo que era infinitamente mejor: el árbol de la vida y la comunión con Dios.

II. La colocación del hombre en este paraíso de deleites (v. Gén 2:15), donde observa:

1. Cómo Dios le dio posesión de él. (A) El hombre fue creado fuera del paraíso, pues Dios le puso en él después que lo creó; fue formado de arcilla común, no de polvo del paraíso. No podía apelar a sus derechos al huerto porque no había nacido en su interior ni tenía más que lo que había recibido. (B) El mismo Dios que fue el autor de su ser fue el autor de su gloria. Sólo el que nos hizo puede hacernos felices. (C) Mucho contribuye al bienestar de cualquier condición el haber visto a Dios yendo delante de nosotros y colocándonos en ella. Si no hemos forzado los pasos de la providencia, sino que hemos tenido en cuenta las insinuaciones que ella nos ha proporcionado para guiarnos, podemos abrigar la esperanza de encontrar un paraíso (v. Sal 47:4).

2. Cómo le encargó Dios cultivar el huerto y custodiarlo. El paraíso mismo no era un lugar exento de trabajo. Nótese aquí: (A) Que ninguno de nosotros ha sido enviado al mundo para ser perezoso. El que nos hizo estos cuerpos y estas almas nos ha dado algo en que tenerlos ocupados; el que nos dio el ser nos dio el quehacer, para servirle a Él y a los hombres de nuestra generación, y para ocuparnos en nuestra salvación. (B) Los empleos seculares son perfectamente compatibles con un estado de inocencia y con una vida de comunión con Dios. (C) La vocación de labrador es una vocación antigua y honorable; se la necesitó incluso en el paraíso. Fue una vocación que le daba al hombre una oportunidad de admirar al Creador. Mientras sus manos estaban ocupadas en los árboles, su corazón podía estar con su Dios. (D) Hay un verdadero placer en el oficio al que Dios nos llama y en el que nos emplea.

III. El mandato que Dios dio al hombre en el estado de inocencia, y el pacto que con él estableció entonces. Hasta ahora habíamos visto a Dios como poderoso Creador y amoroso Bienhechor del hombre; ahora Dios aparece como su Rector y Gobernador.

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