Génesis 32:24 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Extraordinario relato de la lucha que Jacob libró con el ángel y en la que prevaleció, a la cual se alude en Ose 12:4. Muy de mañana y mucho antes de que amaneciese, Jacob había tomado a sus mujeres y a sus hijos y les había ayudado a pasar el vado de Javoc, pero él se quedó a solas allí, para poder presentar, sin distracción alguna, con mayor detalle y urgencia, sus preocupaciones y sus temores ante Dios en oración. Mientras Jacob oraba con toda intensidad a Dios, un ángel le agarra y lucha con él. Unos piensan que se trata del ángel de su presencia (Isa 63:9), uno de los que rodean la shekinah, para servir a la Majestad Divina. Otros piensan que era Miguel, el príncipe del pueblo de Dios; otros, quizá con mejor acierto, creen que se trata del Verbo Eterno, una personificación visible del Hijo, el Ángel del pacto, con un nombre cuyo misterio no estaba aún maduro para ser revelado (v. Gén 32:29).

I. Cómo se entabló la lucha entre Jacob y este ángel (v. Gén 32:24). Jacob estaba ahora lleno de preocupación y temor por la entrevista que le esperaba, al día siguiente, con su hermano, y Dios mismo parece oponerse a que entre en la tierra de la promesa. Se nos dice por medio del profeta (Ose 12:3-4) que Jacob luchó con un ser divino. Luchó con el ángel, y prevaleció; lloró y le rogó. La oración y las lágrimas fueron sus armas.

II. Cuál fue el resultado de la lucha. 1. Jacob no perdió terreno, de tal manera que el ángel no pudo con él (v. Gén 32:25), pues el desánimo no había podido sacudir la fe de Jacob ni silenciar su oración. No fue con una fuerza propia, sino con una fuerza derivada de lo alto, como Jacob luchó y prevaleció. Nótese que no podemos prevalecer con Dios si nos apoyamos en nuestras propias fuerzas; sólo es posible con las fuerzas mismas que Dios nos proporciona. Es su Espíritu el que intercede en nosotros y nos ayuda en nuestra debilidad (Rom 8:26). 2. El ángel le descoyuntó a Jacob el muslo (v. Gén 32:25). Algunos piensan que Jacob sintió poco o ningún dolor por ello, lo cual es probable, ya que no le impidió continuar la lucha (v. Gén 32:26); si es así, ciertamente era evidencia de un toque divino, que hirió y curó al mismo tiempo. 3. El ángel, con admirable condescendencia, le pide a Jacob que le deje marchar, como dijo Dios a Moisés: Ahora, pues, déjame (Éxo 32:10). De este modo, honró la fe y la oración de Jacob, a la vez que ponía a prueba su constancia. 4. Jacob persiste en su santa importunidad: No te dejaré, si no me bendices. No le satisface el prestigio de una victoria sin el consuelo de una bendición. Al suplicar esta bendición, confiesa su inferioridad, a pesar de que parecía tener superioridad en la pelea. 5. El ángel le impone una especie de condecoración y marca perpetua de honor al cambiarle el nombre (vv. Gén 32:27-28): «Tú eres un bravo combatiente» (viene a decirle el ángel), «un hombre de resolución heroica; ¿Cual es tu nombre? Jacob , dice él, suplantador (pues eso quiere decir Jacob en hebreo). «Pues bien» dice el ángel «tú te llamarás Israel: príncipe, o luchador, con Dios». Así Jacob es armado caballero, por decirlo así, en el campo, y recibe un título de honor, que permanecerá, para alabanza suya, hasta el final de los tiempos. Pero esto no es todo; al haber tenido poder con Dios, tendrá también poder con los hombres (v. Gén 32:28). 6. Le despide con una bendición (v. Gén 32:29). En lugar de decirle su nombre, le da su bendición, que es por lo que había luchado. El interés por la bendición del ángel es mejor que el conocimiento de su nombre. El árbol de vida es mejor que el árbol de ciencia. 7. Jacob pone al lugar un nombre nuevo: Peniel, cara de Dios (v. Gén 32:30). El nombre que le pone preserva y perpetúa, no el honor de su bravura o de su victoria, sino el honor de la libre y soberana gracia de Dios: «En este lugar vi a Dios cara a cara y fue librada mi alma». No dice: «Es mi gloria que salí vencedor», sino: «Es misericordia de Dios que escapé con vida». 8. El memorial que de esto conservó Jacob en sus huesos: Cojeaba de su cadera (v. Gén 32:31). El honor y el consuelo que alcanzó con esta lucha fue más que suficiente para contrarrestar el daño sufrido, aunque fue hasta el sepulcro cojeando. Queda registrado el detalle de que le salió el sol cuando había pasado Peniel, porque realmente le amanece el sol al alma que tiene íntima comunión con Dios. El escritor inspirado menciona una costumbre tradicional entre los descendientes de Jacob de no comer jamás del tendón, o músculo de ningún animal, que está en el encaje del muslo (v. Gén 32:31). Así han preservado el recuerdo de esta historia.

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