Génesis 3:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Satanás, a la larga, alcanza su objetivo, y la fortaleza es tomada por sus artimañas.

I. Alicientes que les indujeron a transgredir. 1. No vieron daño alguno en este árbol, más que en ninguno de los restantes. Les pareció tan bueno como cualquier otro alimento de él, y ¿por qué les había de estar prohibido éste más bien que cualquier otro? A veces caemos en trampas traicioneras por un deseo desordenado de dar satisfacción a nuestros sentidos. Fue tanto más codiciado, precisamente por estar prohibido. En nosotros (esto es, en nuestra carne, en nuestra naturaleza corrompida) mora un extraño espíritu de contradicción. Nitimur in vetitum (Deseamos lo que está prohibido). 2. Eva se imaginó que había mayor virtud en este árbol que en cualquier otro, que no sólo no tenía por qué ser temido sino que era codiciable para alcanzar la sabiduría. Nótese cómo el deseo de un conocimiento innecesario bajo una falsa noción de sabiduría, demuestra ser dañino y destructivo para muchos. Nuestros primeros padres, que sabían tanto, no supieron esto que ya sabían bastante.

II. Los peldaños de la transgresión, no hacia arriba, sino hacia abajo. 1. Vio. Debió haber apartado sus ojos de contemplar vanidad; pero se mete en la tentación y mira con placer el fruto prohibido. Observa que muchos pecados entran por los ojos. 2. Tomó. Fue un acto de su propia iniciativa. No fue el diablo el que lo tomó y se lo puso a ella en la boca, de grado o por fuerza sino que ella misma lo tomó. Satanás puede tentar, pero no puede forzar; puede persuadirnos a que nos arrojemos al vacío pero no puede arrojarnos él mismo (Mat 4:1-25:ó). 3. Comió. Quizá, cuando lo miró, no intentaba tomarlo; ni, cuando lo tomó, pretendía comerlo; pero éste fue el resultado. Nótese que el camino del pecado es hacia abajo; una persona no puede pararse en él cuando quiere.

Hay que suprimir las primeras emociones del pecado y dejarlo antes de entretenerse con él. Principiis obsta (Destruye la maldad en su germen). 4. Y dio también a su marido, el cual comió así como ella. Ella se lo dio, persuadiéndole con los mismos argumentos que la serpiente había usado con ella, y añadió que ella misma había comido de él y había encontrado que, lejos de ser mortífero, era extremadamente placentero y agradable. Como lo fue el diablo, así también Eva, tan pronto como fue pecadora, fue también una tentadora. 5. Él comió, vencido por la importunidad de su esposa. Al desdeñar el árbol de la vida, del cual le estaba permitido comer, y comer del árbol del conocimiento que le estaba prohibido, claramente mostró desprecio de los favores que Dios le había otorgado, y una preferencia por lo que Dios sabía que no era adecuado para él. Quería ser el escultor y dueño de sí mismo, tener y hacer lo que le pluguiese; su pecado fue, en una palabra, de desobediencia (Rom 5:19). Al estar la naturaleza humana enteramente contenida en nuestros primeros padres, ya no podía ser transmitida por ellos de ahí en adelante, sino bajo imputación de culpabilidad, mancha de deshonra y enfermedad hereditaria de pecado y corrupción. ¿Podemos, pues, decir que el pecado de Adán no entrañaba mucho daño?

III. Las consecuencias inmediatas de la transgresión.

1. La vergüenza los tomó por sorpresa (v. Gén 3:7).

A) La fuerte convicción bajo la cual cayeron en su propio interior: Fueron abiertos los ojos de ambos. No se trata de los ojos del cuerpo, sino de los de la conciencia; su corazón les hirió por lo que habían hecho. Ahora, cuando ya era demasiado tarde, comprendieron la locura de haber comido del fruto prohibido. Vieron la felicidad de la que habían caído, y la miseria en que se habían precipitado. Vieron en sus miembros una ley que hace guerra contra la ley de su mente. El texto nos dice que conocieron que estaban desnudos, esto es, (a) que estaban desnudados, desposeídos de todos los honores y encantos de su estado paradisíaco. Estaban desarmados; su defensa se había ausentado de ellos. (b) Que estaban avergonzados. Se vieron al descubierto frente al desprecio y la reprensión de los cielos, de la tierra y de su propia conciencia. Nótese aquí, primero, cuánta deshonra y desasosiego comporta el pecado; produce daño dondequiera que se le admite. Segundo, qué engañador es Satanás. Les dijo a nuestros primeros padres, cuando les tentó, que serían abiertos sus ojos; y así lo fueron, pero no como ellos lo habían entendido; fueron abiertos para su vergüenza y pesar.

B) El miserable recurso a que se acogieron para paliar esta convicción, y para defenderse contra ella: Cosieron hojas de higuera (quizá las trenzaron) y, para cubrir, al menos, parte de su mutua confusión se hicieron delantales. Nótese aquí lo que ordinariamente constituye la locura de los que pecan. (a) Que andan más solícitos en salvar su prestigio ante los hombres que en obtener el perdón de Dios. (b) Que las excusas que los hombres inventan para cubrir o atenuar sus pecados, son vanas y frívolas. Como los delantales de hojas de higuera, nunca arreglan el asunto, sino que lo echan a perder; la vergüenza que así se trata de ocultar, resulta más vergonzosa todavía.

2. Inmediatamente después de comer del fruto prohibido se apoderó de ellos el miedo (v. Gén 3:8). Observa aquí: (A) Cuál fue la causa y ocasión de su miedo: Oyeron la voz de Jehová Dios, que se paseaba en el huerto a la brisa del día. Fue la llegada del Juez lo que les asustó, aun cuando éste se acercó de un modo que sólo podía atemorizar las conciencias culpables. Vino al fresco del día, no por la noche cuando todos los miedos se duplican, ni en lo más cálido del día, pues no vino en el ardor de su furor. Oyeron su voz, y probablemente era una voz suave y apacible como aquel silbo con que manifestó a Elías su presencia. (B) Cuál fue el efecto y la evidencia de su miedo: Se escondieron de la presencia de Jehová Dios ¡qué triste cambio! . Dios se había convertido para ellos en algo terrorífico, y así no es extraño que ellos se hubiesen convertido en algo terrorífico para ellos mismos. Su propia conciencia les acusaba y ponía ante ellos el pecado en sus propios colores. Sus hojas de higuera les traicionaban y no les prestaban ningún servicio. Sabiéndose culpables, no se atrevían a aguantar un juicio, sino que se escondieron para huir de la justicia. Nótese aquí, (a) la falacia del tentador. Les había prometido que estarían a salvo, y ahora no pueden ni imaginárselo; les había prometido que obtendrían conocimiento, pero ahora se encuentran perdidos y no saben ni dónde esconderse, les había prometido que serían como dioses, grandes, intrépidos y osados, y están como criminales descubiertos. (b) La locura de los pecadores al pensar que es posible o deseable el esconderse de la presencia de Dios. (c) El miedo que acompaña al pecado. Todo ese asombroso miedo a las apariciones de Dios, a las acusaciones de la conciencia, a la cercanía del apuro, a los asaltos de las criaturas inferiores y a ser apresados por la muerte, cosas corrientes entre los hombres, es efecto del pecado.

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