Génesis 4:9 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El juicio y la condenación del primer homicida.

I. El emplazamiento de Caín: Jehová dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Le pregunta para sacarle una confesión de su crimen, pues todos los que quieran ser justificados ante Dios deben acusarse a sí mismos, y los que están verdaderamente arrepentidos lo harán así.

II. Declaración de Caín: Alega no ser culpable, y añade a su crimen rebelión. Pues: 1. Se esfuerza en cubrir un asesinato deliberado con una mentira deliberada: No sé. Así, en Caín, el diablo se manifiesta homicida y mentiroso desde el principio. Son extrañamente ciegos los que piensan que es posible ocultar sus pecados a un Dios que todo lo ve, y son también extrañamente duros los que piensan que es deseable ocultarlos a un Dios que perdona sólo a los que los confiesan. 2. Imprudentemente acusa a Dios, su Juez de necedad e injusticia al hacerle la siguiente pregunta: ¿Soy yo acaso guarda de mi hermano? Debería haberse humillado y haber dicho: ¿Acaso no soy yo el asesino de mi hermano? Algunos piensan que se refiere a Dios y a Su providencia, como si dijese: «¿No eres tú su guarda? Si no se le encuentra, será tuya la culpa y no mía, pues nunca pensé tenerlo a mi cargo.» Nótese que los que se desinteresan de los asuntos de sus hermanos, y no se cuidan de ellos cuando tienen oportunidad, para impedir que sufran daño en sus vidas, bienes o buen nombre, y especialmente en sus almas, están hablando realmente el lenguaje de Caín (v. Lev 19:17; Flp 2:4).

III. Caín queda convicto de su pecado (v. Gén 4:10): La evidencia contra ti es clara e incontestable: «La voz de la sangre de tu hermano clama». Dios se expresa como si la sangre misma fuese, a la vez, testigo y demandante, antes de que el propio conocimiento de Dios testificase contra él. Observa aquí: 1. El homicidio es un pecado que clama más que ningún otro. Los que sufren con paciencia claman por perdón (Padre, perdónales), pero su sangre (exceptuando la de Cristo) clama por venganza. 2. Leemos que la sangre de Abel clamaba desde la tierra … que abrió su boca para recibir de tu mano la sangre de tu hermano (v. Gén 4:11). 3. En el original está en plural, las sangres de tu hermano, como si dijera: no sólo su sangre, sino la de todos que podían haber descendido de él. ¡Cuán bueno es para nosotros el que la sangre de Cristo hable mejores cosas que la de Abel (Heb 12:24)! La sangre de Abel clamaba por venganza; la de Cristo clama por perdón.

IV. La sentencia pronunciada contra Caín: Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra (v. Gén 4:11).

1. Él es maldito. La maldición por la desobediencia de Adán recayó directamente sobre la tierra: Maldita será la tierra por tu causa; pero la maldición por la rebelión de Caín recayó directamente sobre él: Maldito seas tú. Todos hemos merecido esta maldición, y es sólo en Cristo como los creyentes son salvos de ella y heredan la bendición (Gál 3:10, Gál 3:13).

2. Es maldito de la tierra. Caín encontró su castigo donde escogió su porción y afincó su corazón. Dos son las cosas que esperamos de la tierra y, con esta maldición las dos son negadas a Caín y arrebatadas de él: el sostenimientó y la residencia. (A) Aquí le es retirado el sostenimiento que ofrece la tierra. Es una maldición que recae sobre su bienestar y sobre su amor al oficio, en particular: Cuando labres la tierra, no te volverá a dar su fuerza. (B) Le es negada también una residencia fija en la tierra: Errante y extranjero serás en la tierra. Con esto, quedaba condenado (a) a perpetua desgracia y reconvención entre los hombres (b) a perpetua inquietud y horrorosa ansiedad en su propia mente. Su conciencia culpable habría de perseguirle dondequiera que fuese, hasta hacerle Magor-missabib, que se traduce terror en derredor. ¿Qué descanso, qué lugar seguro, pueden encontrar quienes andan cargados en su interior de sus propias confusiones inquietantes por dondequiera que van? Por fuerza tienen que ser fugitivos quienes andan así de agitados.

Ésta fue la sentencia pronunciada contra Caín, y aun en ella había mezcla de misericordia, por cuanto no fue inmediatamente cortado de la existencia, sino que se le dio lugar y tiempo para arrepentirse; porque Dios es paciente para con nosotros, no queriendo que nadie perezca (2Pe 3:9).

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