Génesis 9:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El capítulo se abre diciendo que Dios bendijo a Noé y a sus hijos, esto es, les aseguró en cuanto a su benevolencia y sus buenas intenciones para con ellos. Ya vimos cómo Noé bendijo a Dios, cómo levantó un altar y ofreció en él un sacrificio a Dios (Gén 8:20).

Ahora tenemos aquí lo que podríamos llamar la Magna Charta la Gran Constitución de este nuevo reino de naturaleza que iba a ser erigido ahora, una vez que la anterior había sido abolida y decomisada.

I. Las concesiones de esta carta constitucional son benévolas y ventajosas para los hombres.

1. La concesión de terrenos de gran extensión, y la promesa de un gran incremento de población para ocuparlos y disfrutar de ellos. Se renueva aquí la primera bendición: Fructificad y multiplicaos, y llenad la tierra (v. Gén 9:1). Ahora: (A) Dios pone toda la tierra delante de ellos, y les dice que es toda de ellos, mientras permanezca, de ellos y de sus herederos. Aunque no es un paraíso, sino más bien un desierto, es mejor, sin embargo, de lo que nos merecemos. Bendito sea Dios, que no es un infierno. (B) Les da una bendición para que en poco tiempo todas las partes habitables de la tierra queden más o menos pobladas. Aunque la muerte continuará reinando, sin embargo la tierra nunca más se verá despoblada como ahora lo estaba, sino llena (Hch 17:24-26).

2. Una concesión de dominio sobre las criaturas inferiores (v. Gén 9:2). El hombre inocente gobernaba mediante el amor; el hombre caído gobierna mediante el temor. Con todo la concesión queda vigente y en ese grado nos beneficiamos de ella. En ello vemos: (A) Que Dios es un buen Amo y provee, no sólo para que podamos vivir, sino para que podamos vivir cómodamente en su servicio no sólo para obtener lo necesario, sino para disfrutar de lo placentero. (B) Que todo lo que Dios creó es bueno, y no hay por qué rechazar nada (1Ti 4:4).

II. Los preceptos y estipulaciones de esta carta no son menos benévolos y favorables, ejemplos patentes de la buena voluntad de Dios hacia el hombre. Los rabinos mencionan con frecuencia los siete preceptos de Noé, o de los hijos de Noé, que debían ser observados dicen por todas las naciones, y que no resulta impropio consignar por escrito. El primero es contra el culto a los ídolos. El segundo, contra la blasfemia, con requerimiento de bendecir el nombre de Dios. El tercero, contra el homicidio. El cuarto, contra el incesto y toda clase de impureza sexual. El quinto contra el robo y la rapiña. El sexto preceptúa la administración de justicia. El séptimo es contra el comer carne con vida, es decir, con sangre.

1. El hombre no debe perjudicar su vida comiendo cosas impuras y dañosas para su salud (v. Gén 9:4); no deben ser voraces ni apresurados al tomar alimento; ni deben tratar con crueldad y violencia a las criaturas inferiores. Durante la continuación de la ley sobre los sacrificios, en que la sangre hacía expiación por la persona (Lev 17:11), significaba que la vida de la víctima era aceptada por la vida del pecador, la sangre no podía ser considerada como algo común, sino derramada delante de Jehová (2Sa 23:16). Pero, en nuestro tiempo, cuando el grande y verdadero sacrificio ha sido ofrecido, ha cesado la obligación de tal ley, juntamente con la razón que la motivaba.

2. El hombre no puede quitarse la vida: Ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas (v. Gén 9:5). Nuestras vidas no son nuestras como para disponer de ellas a nuestro antojo, sino que son de Dios.

3. No se debe consentir que los animales dañen la vida del hombre. Esto fue confirmado por la ley de Moisés (Éxo 21:28), y yo creo que sería bueno observarla todavía. Así mostraba Dios su odio hacia el pecado de homicidio, para que los hombres lo odiasen con mayor motivo, y no sólo estuviesen prestos a castigarlo sino también a prevenirlo.

4. El homicidio voluntario debe ser castigado con la muerte. Este es el pecado que aquí se señala como algo que tiene que ser refrenado por temor al castigo. (A) Dios castigará a los homicidas. Tarde o temprano, en este mundo o en el otro, Él descubrirá los homicidios secretos, que están ocultos a los ojos de los hombres, y castigará los homicidios que la gente confiesa y justifica, pero que son demasiado grandes como para que el hombre se tome la justicia por su mano. (B) Los magistrados deben castigar a los homicidas (v. Gén 9:6). Hay quienes son ministros de Dios a este fin para proteger al inocente e intimidar al malhechor, porque no en vano llevan la espada (Rom 13:4). Es un pecado del que Dios no quiere perdonar a un príncipe (2Re 24:3-4), y del que, por consiguiente un príncipe no debe perdonar a un súbdito. Esta ley lleva una razón aneja: Porque a imagen de Dios es hecho el hombre (v. Gén 9:6). El hombre es imagen de Dios, y así debemos verlo. Si Dios puso en él honor, no pongamos nosotros en él desprecio. Incluso sobre el hombre caído resplandecen tales huellas de la imagen de Dios; que el que injustamente mata a un hombre, atenta contra la imagen de Dios y deshonra a Dios mismo.

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