Habacuc 1:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Habacuc 1:5 | Comentario Bíblico Online

1. Ahora, Dios responde a esta queja de Habacuc; y le dice que Él no es un espectador indiferente ante lo que está sucediendo. Podemos estar seguros de que Dios está más atento que nosotros a cuanto ocurre. Dios hace que Habacuc y todo Judá vuelvan la mirada al entorno de las naciones. La entrada de los caldeos en escena no es una mera coincidencia. El imperio asirio (con Nínive, su capital) ha sido destruido por Nabopolasar; este mismo, con su hijo Nabucodonosor, ha derrotado a Egipto, después de fundar el nuevo imperio babilónico. Es como para quedar estupefactos (v. Hab 1:5, al final). Pablo cita dicha frase en Hch 13:41, en forma de seria advertencia a sus oyentes.

2. El nuevo imperio caldeo va a caer sobre Judá, pero es Dios (v. Hab 1:6) quien va preparando los acontecimientos. Es probable que, cuando el profeta decía esto, los caldeos se mostrasen aún amistosos (v. 2Re 20:12-19), pero luego vendría la invasión en tres oleadas sucesivas: los tres asedios que Jerusalén había de sufrir, respectivamente, bajo Joacim, Joaquín y Sedequías. Habacuc ve ya venir a los caldeos.

3. ¿Quiénes eran los caldeos? Eran descendientes de algunos parientes próximos de los patriarcas de Israel, como puede verse por el cuadro genealógico siguiente:

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Habacuc (v. Hab 1:6) describe a los caldeos (hebr. kesidim, de Kesed) por medio de tres pinceladas: crueles, rápidos, de gran capacidad para maniobrar. De ahí (v. Hab 1:7) que impongan horrible terror: «formidable y terrible». Es un pueblo que impone en todas partes (v. Hab 1:7) su ley y autoridad. Sus jinetes (v. Hab 1:8) se lanzan al ataque como bestias y como veloces aves de presa (se cumple así la amonestación de Moisés en Deu 28:49).

4. Los versículos Hab 1:9 y Hab 1:10 están claros y no necesitan comentario. El versículo Hab 1:11 está muy claro en la RV 1977 y recoge el sentido que Feinberg recomienda, haciéndonos recordar el dicho de «el derecho de la fuerza, en vez de la fuerza del derecho», que es el tácito lema de todos los dictadores y usurpadores. Lo mismo habían hecho los asirios (Isa 10:13, Isa 10:14). Y Nabucodonosor no se iba a quedar atrás en esto (v. Dan 4:30). Dice Feinberg: «Hacer de la fuerza un dios es cometer suicidio del alma».

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