Habacuc 2:6 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Como hace notar Feinberg, los cinco ayes (vv. Hab 2:6, Hab 2:9, Hab 2:12, Hab 2:15, Hab 2:18) contra el opresor caldeo se presentan simétricamente en cinco estrofas de tres versículos cada una. Estos ayes los pronuncian las naciones oprimidas que han sido mencionadas en el versículo Hab 2:5 y, según explica el versículo Hab 2:6, son «refrán» o «proverbio» (hebr. mashál), «sarcasmos» o «sátiras mordientes» (hebr. melitsáh jidóth). Dice Buck que el término jidáh (singular de jidóth) «designa los enigmas o juegos de ingenio con que la reina de Sabá puso a prueba a Salomón (1Re 10:1); es sinónimo de mashál en Sal 49:5; Sal 78:2, y denota dichos oscuros e irrisorios».

2. Tenemos luego (v. Hab 2:6.) una maldición contra la codicia. Los caldeos se han hecho con las riquezas de las naciones («prenda tras prenda» v. Hab 2:6, al final ), como el usurero contra el que habla Deu 24:10. Pero (v. Hab 2:7) de repente se va a levantar quien le hará devolver lo mal adquirido. En efecto, los medopersas atacaron de repente a los caldeos. «Te harán temblar» añade (v. Hab 2:7) . Los sacudirán, como el acreedor de Mat 18:28. El vocablo hebreo para «deudores» (mejor, acreedores) es noshekhey, participio del verbo nashak, que significa «morder», y se aplica siempre a la mordedura de las serpientes, como hace notar Buck. Por eso, a estos infames y violentos mordedores les será aplicada (v. Hab 2:8) la ley del talión.

3. Viene ahora el segundo ay: Maldición contra las ganancias ilícitas (vv. Hab 2:9-11). Como dice Feinberg, la raíz del vocablo para «injusta ganancia» es «romper», como «es costumbre oriental con las piezas de plata u otros metales en las transacciones monetarias». Con esa comparación se ilustra lo de ganancia ilícita. «Poner en alto el nido» (v. Hab 2:9) es una imagen tomada del águila, la cual lo hace así como medida de seguridad contra el ataque de cualquier enemigo (comp. con Job 39:27; Jer 49:16; Abd. v. Abd 1:4). Pero quedará avergonzado (v. Hab 2:10) y causará su propia ruina; «habrá pecado» (v. Hab 2:10, hacia el final), lit. estará pecando; hebr. jotéh, en participio y, según el sentido del verbo jatáh, está errando el blanco y perjudicando a su propia alma (comp. con Mat 16:26; Mar 8:36). La casa (v. Hab 2:9), esto es, el imperio caldeo, ha sido construido con injusticias. Por eso, el «edificio» mismo (v. Hab 2:11 clamará, como la sangre de Abel (Gén 4:10) y las piedras de Luc 19:40.

4. Estamos ya ante el tercer ay (vv. Hab 2:12-14), que podemos titular: «maldición contra la política de violencia» (Buck). Las ciudades caldeas habían sido construidas mediante conquistas injustas, matanzas masivas, deportaciones y trabajos forzados. Este es el sentido que, lo mismo que en Jer 22:13, tiene aquí (v. Hab 2:12) el vocablo hebreo awlá, que las versiones traducen por injusticia. No obstante, en este lugar, el sentido de tal vocablo es más genérico. De nada le va a servir (v. Hab 2:13), pues Dios va a consumir con fuego todo eso (comp. con Jer 51:58). La conexión con el versículo Hab 2:14 sugiere una alusión a la escatología, ya que «esta gran profecía (la contenida en el v. Hab 2:14), que ha de cumplirse en el reino milenario, es dada cinco veces en el Antiguo Testamento: Núm 14:21; Sal 72:19; Isa 6:3; Isa 11:9 y aquí» (Ryrie). Apo 11:15 entra aquí para marcar el final definitivo de Babilonia, como se ve por la cita de Isa 11:9 en este versículo Hab 2:14: Para que el conocimiento de la gloria de Jehová se extienda, es menester que los reinos del Maligno sean destruidos previamente.

5. El cuarto ay (vv. Hab 2:15-17) puede llevar por título: «maldición contra la crueldad cínica del conquistador» (Buck). Los versículos Hab 2:15 y Hab 2:16 han de tomarse en sentido figurado. En Nah 3:11 la embriaguez era símbolo de la conquista de una nación mediante un ataque súbito. Los caldeos han seducido a otros pueblos con el señuelo del despojo, a fin de animarles a que se lancen a campañas de destrucción de este modo, les dan a beber del odre (lit.) del furor de Jehová, dejándolos avergonzados . Lo de «muestra tu prepucio» (v. Hab 2:16) equivale a decirle «¡incircunciso!», insulto corriente contra los filisteos (v., por ej., 1Sa 14:6). Dice Buck: «La incircuncisión de los paganos es considerada por los hebreos como un oprobio». La copa de retribución caerá sobre el caldeo con tal abundancia de «vino» que le hará vomitar (frase final del v. Hab 2:16), o, como se dice en España, ¡devolver! Eso será para los caldeos una gran deshonra o afrenta.

6. El versículo Hab 2:17 describe la desolación llevada a cabo en Palestina: Han cortado los árboles porque les estorbaban en su campaña militar y para maderamen de construcción; han matado a los animales y, sobre todo, han destruido las ciudades y han hecho una gran matanza en sus habitantes (comp. con Isa 14:8). En el versículo Hab 2:8 la frase se refería a todas las naciones, pero en el versículo Hab 2:17 se refiere a Judá y Jerusalén.

7. En los versículos Hab 2:18-20 tenemos el quinto y último ay del capítulo. Buck lo titula: «maldición contra el idólatra», el mayor pecado de todos. Para dar a entender la total inutilidad de los ídolos, pregunta Habacuc: «¿De qué sirve …?» Como si dijese: «¿Es útil para algo?» ¡De nada sirve! ¡Para ninguna cosa es útil! (comp. con Isa 44:9, Isa 44:10; Jer 2:11-13). El profeta dice (v. Hab 2:18) de la estatua de fundición «que enseña mentira» (lit. maestro de mentiras; hebr. móreh shéquer). De cierto eran «maestros de mentiras» los ídolos, por cuanto los oráculos que daban sus sacerdotes eran falsos o amañados de tal forma que, por su misma ambigüedad, no servían para nada. Permítaseme relatar uno de los que fueron dados en Delfos: Un joven que marchaba a la guerra pidió al dios Apolo que le declarase su suerte. Por medio de la sibila délfica le fue comunicada su suerte en una frase griega ambigua, que tanto él como sus padres entendieron del modo siguiente: «Irás, volverás, no morirás en la batalla». El joven, no obstante, murió en la guerra. Cuando los padres del muchacho fueron a quejarse a la sibila, recibieron la respuesta siguiente: Habéis leído mal; el oráculo decía «Irás, volverás no, morirás en la batalla».

8. Dichos oráculos, como acabamos de decir, eran pronunciados por los sacerdotes (o las sacerdotisas) de los ídolos, pero las estatuas mismas, como dice Habacuc (v. Hab 2:19), eran mudas, inertes y, por mucho que las recubriesen de oro y plata, «no hay absolutamente ningún aliento (hebr. ruaj, esto es, hálito de vida) en medio de él» (lit.), esto es, son cosa muerta, sin vida alguna. Lo del «¡despiértate!» del versículo Hab 2:19 no puede menos de traernos a la memoria aquello de Elías (1Re 18:27): «tal vez duerme, y hay que despertarle».

9. En contraste con estos falsos dioses, cubiertos de oro y plata, pero muertos, está el Dios vivo y verdadero (v. Hab 2:20), que todo lo ve y controla. No está escondido bajo oro ni plata, sino en su santo templo, en el cielo presto a ayudar y salvar . Ante Él, individuos y naciones han de callar, esto es, aguardar expectantes a que Él hable, sometiéndose todos en silencio a sus justos juicios (v. Sof 1:7; Zac 2:13). Dice Buck: «El profeta pide silencio, un silencio de reverencia y de pasmo, porque Jehová está para bajar».

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