Habacuc 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Poema de oración (hebr. tefilláh) y alabanza; aun cuando la oración propiamente dicha ocupa únicamente el versículo Hab 3:2. El profeta ora por la rápida liberación del pueblo de Dios, y después expresa su firme confianza en un Dios que no cambia. Tenemos ideas semejantes en Deu 33:25; Jue 5:4, Jue 5:5; Sal 68:7, Sal 68:8; Sal 77:13-20; Sal 114:1-8 (todo él); Isa 63:11-14. El comienzo, el final y los intercalados Selah (vv. Hab 3:3, Hab 3:9 y Hab 3:13) nos dicen que fue compuesto para el culto público. Otros detalles que corroboran esa afirmación son: (A) El vocablo mismo tefilláh, que es el singular de tefillim, bajo el que figuran en la Biblia Hebrea los Salmos. (B) La última expresión del versículo Hab 3:1 es, en el hebreo, shigyonoth, cuyo singular, shiggayón, aparece como título del salmo Sal 7:1-17. La raíz de ese vocablo es el verbo shagá, que significa «extraviarse», pero también «serpear» o «hacer eses» (como decimos de los borrachos), por lo que su significado podría ser, a mi juicio, tonadillas variantes, cantadas «con gran excitación, en tono triunfal» (Feinberg). Habacuc lo siente íntimamente, no como espectador, sino como actor.

2. Ante la obra de Dios, una persona temerosa de Dios siente pavor. Por eso, el profeta pide (v. Hab 3:2) que Jehová se manifieste como es. «He oído dice lo que tú haces oír» (lit.). Por eso, ruega: «¡Aviva tu obra …!», es decir, «el programa de juicio sobre Judá y, después, sobre Babilonia, que Dios mismo ha declarado» (Ryrie). Pide que, en medio de esos tiempos calamitosos, castigue a los enemigos (y a Judá), pero que aun en medio de Su ira, se acuerde de tener compasión con Su pueblo.

3. Temán (v. Hab 3:3), capital de Edom, estaba al sur; y Parán, al otro lado, estaba separada de Temán por el valle de Gor. 1Re 11:18 indica que estaba entre Madián y Egipto. Como Parán designa, en realidad, toda la región montañosa entre Edom y el Sinaí, Habacuc alude aquí a la salida de Egipto y a la promulgación de la Ley en el Sinaí. Lo confirma el versículo Hab 3:4 con sus imágenes tomadas de las tormentas durante las cuales tienen lugar las teofanías. La luz es como el vestido de Jehová (v. Sal 104:2). Peste y fuego (v. Hab 3:5) nos recuerdan las plagas de Egipto, así como la forma en que Dios purifica a los Suyos (1Co 3:13-15; Heb 12:29).

4. Como en todas las porciones apocalípticas (comp. con Apo 6:12.), se describen aquí muchos fenómenos cósmicos. La última frase del versículo Hab 3:6, «Son sus caminos de siempre», puede significar: (A) que ése es siempre el modo de obrar de Dios; (B) que siempre camina por collados humillados (de la frase anterior v. Hab 3:6 ), lo que nos proporcionaría base para una interesante consideración devocional (comp. con Luc 3:5). El versículo Hab 3:7 nos presenta consternados, en sus tiendas de nómadas, a los etíopes (Cusán) y los madianitas.

5. En el versículo Hab 3:8, Jehová aparece marchando «montado» sobre los elementos (nubes y vientos comp. con Sal 104:4 ), para secar el mar Rojo y el río Jordán. En el versículo Hab 3:9 le vemos sacando («se descubrió») de su funda el arco y lanza los rayos como flechas de su aljaba. La segunda frase del versículo Hab 3:9 dice lacónicamente en el hebreo: shebuoth matthoth omér; lit. «juramentos de las varas de palabra». Tanto Hertz como Feinberg citan Deu 32:40-42; no veo con qué objeto. Se han dado hasta unas cien versiones de tan difícil frase. Feinberg traduce: «Jurados estaban los castigos de tu palabra». Hertz: «castigos jurados de acuerdo con la promesa». Buck acepta la lectura que siguieron los LXX: «De saetas sacias su cuerda (la del arco)». Reina y Valera tomaron lo de «varas» como símbolo de las respectivas tribus de Israel; de ahí la traducción que aparece en nuestras versiones: «Los juramentos a las tribus fueron palabra segura» (que, por cierto, hace muy buen sentido en el contexto). La última frase del versículo Hab 3:9, «Hendiste la tierra con ríos», indica que «la tormenta se descarga con una lluvia torrencial» (Buck). La poesía del pasaje llega en el versículo Hab 3:10 a una belleza fabulosa: «Te vieron y se retorcieron de dolor los montes. Se desbordó la tormenta de las aguas. Dio el abismo (hebr. tehom) su voz y levantó en alto sus manos» (lit.). Se contempla el terremoto, el rugido del mar y el subir y bajar de las olas de un mar embravecido.

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