Hebreos 11:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Llegamos ya a otra gran sección acerca de uno de los dos principales personajes del Antiguo Testamento que brillaron por su gran fe. Esta vez es Moisés, el gran caudillo de Israel, el personaje analizado.

1. La narración comienza (v. Heb 11:23) con la mención de la fe de los padres de Moisés, quienes al desafiar el decreto del Faraón, escondieron al niño. La especial belleza de este hijo les hizo ver en él una especial predilección de la providencia divina. Ya tenían otro hijo mayor que Moisés, Aarón, además de María, la mayor de los tres, pero quizás el decreto del Faraón fue promulgado después del nacimiento de Aarón.

2. Los versículos Heb 11:24-26 nos describen el primer gran gesto de fe de Moisés cuando tenia cuarenta años (Éxo 2:11, comp. con Hch 7:23). Dicen así dichos versículos en la NVI: «Por la fe Moisés, cuando ya era adulto, rehusó ser conocido como hijo de la hija del Faraón. Prefirió ser maltratado con el pueblo de Dios, antes que disfrutar de los placeres del pecado por un breve tiempo; y tuvo por mayor riqueza el sufrir oprobios por causa de Cristo que el poseer todos los tesoros de Egipto, porque tenía puesta la mirada en la posterior retribución». Analicemos estos versículos.

(A) El espacio de que disponemos no nos permite aventurar una descripción de la indudable crisis espiritual por la que pasó Moisés para llegar a renunciar a su papel de príncipe en la corte del Faraón y, por lo que se deduce del contexto, de probable candidato al trono real de Egipto. Puede verse el magnífico comentario de Trenchard a este respecto. Sin duda que, para esas fechas, estaba bien enterado de su propio origen judío y de las promesas hechas a sus antepasados. Quizás le habían dejado también insatisfecho los honores, los placeres, el boato y las riquezas de la corte egipcia. Lo cierto es que Moisés tomó la decisión (v. Heb 11:25) de sufrir los malos tratos que sus compatriotas sufrían, antes que gozar de la vida cómoda y ligera (gr. apólausin, vocablo que sólo sale aquí y en 1Ti 6:17), que incita al pecado, como era la de los magnates de la corte del Faraón.

(B) La misma idea se pone de relieve en el versículo Heb 11:26: Puesta por fe la mirada en el galardón (comp. con Heb 10:35), Moisés tuvo por mayores riquezas el oprobio del Cristo que los tesoros de los egipcios (lit.). Este «Cristo», es decir, «ungido», connotando la elección divina del pueblo escogido, no es otro que Israel, que tanto padecía en Egipto. Pero a lo largo de la Escritura hay cierta identificación del pueblo con el futuro Mesías, con lo que el paso del pueblo ungido al Mesías es fácil y natural. Por ejemplo, vemos lo difícil que resulta, en la porción de Isaías que se abre en el capítulo Isa 40:1-31, distinguir si la mención al «Siervo de Jehová» se refiere al pueblo o al Mesías. Esta identificación no puede ser más explícita en Mat 2:15, al final, donde el autor sagrado refiere a Jesucristo una frase de Ose 11:1, claramente referida a Israel. Así se ve la gran semejanza entre Heb 11:26 y Heb 13:13, pues en ambos casos tenemos el griego oneidismón como vituperio u oprobio de Cristo (comp. también con Flp 3:7-11; 1Pe 4:13.).

3. Por esta misma fe, Moisés (v. Heb 11:27) «abandonó Egipto (v. Éxo 2:15; Éxo 10:28, Éxo 10:29) sin temer la cólera del rey; se mantuvo firme en su decisión, cual si estuviera viendo al Invisible» (NVI). Moisés se guiaba por fe, no por vista. Frente al relumbrón de la corte egipcia, los iluminados ojos de Moisés (comp. con Efe 1:18) contemplaban la verdadera gloria de la corte celestial. ¡Evidencia de lo que no se ve! (v. Heb 11:1). El mismo vocablo que el autor sagrado aplica aquí a Dios como el Invisible (ton aóraton) es el que Pablo le aplica en 1Ti 1:17.

4. Al comentar sobre la aparente contradicción de este versículo con Éxo 2:14, donde se nos dice que «Moisés tuvo miedo», dice Trenchard: «Eso fue la reacción momentánea e instintiva de uno que se hallaba en una situación de peligro; la frase del comentador inspirado aquí resume toda la actitud de Moisés durante aquella época, en la que se colocó en franca oposición al Faraón de aquel entonces, sin medir las consecuencias». A mi juicio, hay otro factor decisivo para observar la diferencia entre la actitud miedosa de Moisés en Éxo 2:14 y su valentía en su trato posterior con el Faraón cuarenta años más tarde: Cuando tenía cuarenta años, Moisés quiso ser el Libertador de Israel por su propia iniciativa, sin que Dios le mandase; por eso tuvo miedo. En cambio, cuarenta años más tarde, actuó por mandato de Dios, y el mismo Dios que le mandó a verse con el Faraón, le dio también la valentía suficiente para cumplir el encargo.

5. «Por la fe, sigue diciendo el autor sagrado (v. Heb 11:28), observó la Pascua y la aspersión de la sangre, para que el exterminador de los primogénitos no tocase a los primogénitos de Israel» (NVI). Tenemos en Éxo 12:1-51 el relato de los hechos a que hace referencia el autor de Hebreos. La fe de Moisés se echó de ver en creer que, mediante la sangre de un corderito degollado, las casas de los israelitas podían quedar exentas del exterminio que el ángel de Jehová iba a traer sobre las casas de los egipcios. Es aquí donde la advertencia de Heb 10:29, que hace referencia a la sangre del pacto, cobraba interés en la pluma del autor para hacer ver a sus lectores, como dice J. Brown, que «lo que la fe hizo para Moisés, la fe puede hacer para vosotros; lo que nada, sino la fe pudo hacer para Moisés, nada sino la fe puede hacerlo para vosotros». Pero ahora no era para separarse de los egipcios paganos, sino de sus propios compatriotas incrédulos. El pacto primero había de quedar abrogado, pero, como dice Bartina, «aquella sangre, cuya aspersión libraba del exterminio, era figura y tipo de otra sangre, la del Cordero futuro, sacrificado, que libraría de la muerte a los que serían redimidos por ella, y con ella se lavaran de sus culpas. El objeto de la fe de Moisés iba más allá de lo que a primera vista podría parecer».

6. Y tenemos ya (v. Heb 11:29) a los israelitas frente al mar Rojo, al ser perseguidos de cerca por el numeroso ejército egipcio. ¿Qué harán? Otra vez fue la fe lo que les sostuvo y les dio intrepidez para pasar por el mar Rojo como por tierra seca (v. Éx. cap. Éxo 14:1-31). Creyeron a Dios que les había mandado pasar, mientras que los egipcios que pensaron que también podrían pasar el mar Rojo a pie enjuto, fueron tragados (o sorbidos, el mismo verbo de 1Co 15:54) por las aguas que habían vuelto a juntarse, una vez que los israelitas acabaron de salir del seco álveo del mar.

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