Hebreos 11:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Llegamos ya al ejemplo de Abraham, uno de los dos principales que se comentan en este capítulo (el otro es el de Moisés). La fe de Abraham recibe su encomio en tres puntos: I. En su obediencia al llamamiento de Dios (vv. Heb 11:8-10). II. En cuanto a admitir la promesa de Dios de que, a pesar de la esterilidad de su esposa y de la avanzada edad de ambos, habían de tener una descendencia numerosa (vv. Heb 11:11, Heb 11:12). III. En cuanto a reconocer, ante el mandato divino de sacrificar al hijo de la promesa, que Dios tenía poder para resucitarle de los muertos (vv. Heb 11:17-19). Al hacer un alto, el autor sagrado muestra que todos estos héroes de la fe creían en una patria de ultratumba (vv. Heb 11:13-16).

1. Comienza el autor sagrado (v. Heb 11:8) ponderando la fe de Abraham al obedecer el llamamiento de Dios (v. Gén 12:1.), y salir de su patria sin saber el lugar de destino, pues Dios no se lo dijo. El hecho de que tanto él como su hijo Isaac y su nieto Jacob moraran en tiendas (v. Heb 11:9) mientras habitaban (gr. parókesen, la misma raíz que el forasteros de 1Pe 2:11), era una prueba de que no pensaban tener allí residencia permanente, sino que tenían los ojos de la fe puestos (v. Heb 11:10) en una ciudad de firmes cimientos, cuyo arquitecto (planeador) y constructor es Dios (NVI). La mención de los cimientos firmes, sólidos, en comparación con las frágiles y transportables tiendas de campaña, da a entender una ciudad eterna, construida por el Dios viviente (v. Heb 11:16) para residencia permanente de quienes han de vivir para siempre en comunión íntima con Él (comp. con Apo 21:3).

2. Viene luego la mención de Sara, estéril y anciana, pero (aunque al principio se rió) creyó que Dios era fiel para cumplir su promesa (v. Heb 11:11). Puesto que creyó, recibió poder para concebir.

3. La misma fe capacitó a Abraham para procrear y alcanzar una descendencia innumerable como las estrellas y la arena de la playa (v. Heb 11:12), a pesar, dice, de estar ya muerto en cuanto a esto, en cuanto a sus funciones reproductivas, no en cuanto a su vitalidad en general, pues todavía vivió otros 75 años más.

4. Al llegar aquí, el autor sagrado intercala un paréntesis (vv. Heb 11:13-16) para insistir en que estos patriarcas se consideraban extranjeros y peregrinos (este segundo vocablo es el mismo que Pedro usa en 1Pe 2:11, también en segundo lugar) en esta vida, al aspirar a la patria celestial (v. Heb 11:16). Hay varios detalles en estos versículos que convendrá aclarar:

(A) La primera prueba que el autor sagrado aporta de la fe de estos patriarcas en la ciudad celestial es que seguían creyendo en ella, a pesar de que, uno tras de otro, iban muriendo (v. Heb 11:13) sin haber recibido lo prometido.

(B) Que lo creían está claro por las actitudes que adoptaban: (a) «mirando de lejos lo prometido y saludándolo por fe» (v. Heb 11:13, comp. con Jua 8:56); (b) «confesándose extranjeros y peregrinos sobre la tierra»; en efecto, una y otra vez aparece en el griego de los LXX el verbo paroikéo, habitar como peregrino, y la frase ten guen tes paroikéseos, la tierra de la peregrinación (v. por ej., Gén 17:8; Gén 23:4; Gén 28:3, Gén 28:4); (c) al suspirar por otra patria (v. Heb 11:14), ciertamente no se referían a la que abandonaron al salir para peregrinar, puesto que tuvieron suficiente tiempo para volver (v. Heb 11:15); (d) finalmente, que se referían a la patria celestial, eterna (v. Heb 11:16), se echa de ver en que Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos, aun después de haber muerto ellos (v. por ej., Gén 26:24; Gén 28:13; Éxo 3:6, Éxo 3:15; Éxo 4:5), de donde el propio Señor Jesucristo tomó pie para demostrar la futura resurrección (v. Mat 22:32; Mar 12:26; Luc 20:37).

5. En los versículos Heb 11:17-19, el autor sagrado habla de la fe que ejercitó Abraham cuando Dios le ordenó sacrificar a su hijo Isaac: «Por la fe Abraham, cuando Dios le puso a prueba, ofreció a Isaac en sacrificio. El que había recibido las promesas estaba a punto de sacrificar a su único hijo, a pesar de que Dios le había dicho: Por Isaac te vendrá la prometida descendencia. Abraham se hizo a sí mismo la reflexión de que Dios tenía poder para resucitar a los muertos y, por decirlo así, es como si hubiese recobrado simbólicamente a Isaac de entre los muertos» (NVI). Este último versículo, el Heb 11:19, es el que requiere algunas aclaraciones:

(A) Al leer la narración de Gén 22:1-19, nos percatamos de la fe que Abraham mostró antes de emprender el último trecho del camino que conducía al monte Moria, donde se le había mandado ofrecer a Isaac en sacrificio, puesto que dijo a sus siervos (v. Heb 11:5, al final): «y volveremos a vosotros», en plural, a pesar de que habría vuelto él solo si Isaac hubiese muerto y Dios no lo hubiese resucitado.

(B) El texto sagrado dice que, efectivamente, Abraham ofreció a Isaac en sacrificio. El verbo está en pretérito perfecto, como para indicar un acto pasado cuyo efecto continúa. Dice Bartina: «Abram ofreció (prosenénokhen, en perfecto, e indica el acto plenamente realizado en el interior de su corazón) a Isaac». Es cierto que no llegó a inmolarlo, pero sí a ofrecerlo.

(C) De modo que es como si hubiese recobrado simbólicamente a Isaac de entre los muertos. No lo recobró literalmente, puesto que no llegó a morir, pero sí simbólicamente (lit. en figura; gr. en parábola, el mismo vocablo de Heb 9:9). Para percatarse de esta figura, por la que el sacrificio de Isaac venía a ser tipo del sacrificio de Cristo en su muerte y en su resurrección, es preciso leer atentamente Gén 22:10-13. Es cierto que no puede hallarse aquí un tipo perfecto del sacrificio de Cristo, pero sí hay una sombra bien esbozada si unimos en un solo ser la simbólica resurrección de Isaac con la literal inmolación del carnero. Dice Trenchard: «Isaac se halla atado sobre la leña y sobre su cuerpo se alza el cuchillo del sacrificador, momentos más tarde el cuerpo del carnero sangra sobre el altar, mientras que Isaac se halla lleno de vida, libre de las cuerdas que le sujetaban a los efectos del sacrificio de muerte».

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