Hebreos 3:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. «Por tanto (lit. De ahí que; gr. óthen), es decir, como consecuencia de lo que acabamos de decir, hermanos santos (separados por Dios y para Dios), participantes del llamamiento celestial (v. Flp 3:14), considerad, es decir, ponderad en vuestra mente, al apóstol (el gran Enviado del Padre; v. Jua 20:21) y sumo sacerdote de nuestra confesión (gr. homologuías, mejor que profesión ), Jesús» (lo de Cristo no tiene aquí ningún apoyo en los MSS). Lo que el autor sagrado da a entender en la frase final es que «la comunidad de fe en Cristo Jesús, a quien tenemos por Hijo de Dios, Revelador y Santificador, Pontífice de nuestra salvación, es también causa de la identidad de sentir, a saber, es causa de nuestra confesión al unísono y de la proclamación concorde de la expresión religiosa comunitaria» (Bartina). En efecto, el vocablo griego homologuéo significa «decir lo mismo»: todos, una misma cosa.

2. Después de esta exhortación preliminar, el autor sagrado compara a Jesús con Moisés (vv. Heb 3:2-6) y dice que Jesús es tanto superior a Moisés cuanto supera (A) el Creador a lo creado; (B) un hijo a un criado. Vamos por partes:

(A) No hay aquí comparación de fidelidades, pues de ambos se afirma que fueron fieles (v. Núm 12:7, que el autor sagrado tiene presente). Esto mismo nos ayuda a entender de qué casa trata aquí el autor sagrado: Trata del tabernáculo o templo, como tipo del edificio espiritual que el Hijo había de construir y gobernar (v. Mat 16:18; Efe 2:18-22; 2Ti 2:20; 1Pe 2:4-10). Moisés fue fiel en todo lo que atañía al Tabernáculo (v. Éxo 40:16); Jesús, en lo que atañe a la Iglesia, a la cual amó y se entregó a sí mismo por ella (Efe 5:25). Jesucristo es (vv. Heb 3:3, Heb 3:4), con el Padre, creador de todas las cosas (v. Jua 1:3; Col 1:16) y, por tanto, también del Tabernáculo, lo mismo que de la Iglesia. Tiene, pues, mayor honor que la casa que ha construido.

(B) Además, Moisés, con toda su excelencia como el hombre de quien se sirvió Dios para sacar de Egipto a Su pueblo y conducirlo, a través del desierto, hasta las fronteras mismas de la Tierra Prometida, fue un criado en la casa de Dios (v. Heb 3:5), para testimonio de lo que había de anunciarse después (v. Éxo 14:31; Núm 12:7; Deu 18:15, Deu 18:18, Deu 18:19). Esto significa «que el orden religioso y civil que estableció por mandato divino no hacía más que prefigurar la verdadera casa: la cual somos nosotros (Heb 3:6), como miembros de la nueva familia espiritual» (Trenchard). En cambio, Jesús, como Hijo (Heb 1:2), está permanentemente (no transitoriamente como Moisés) sobre la casa, no sólo en la casa, puesto que no es criado, sino dueño. A Moisés no se le llama doúlos, esclavo, sino therápon, criado, vocablo que comporta dos matices importantes: (a) ofrece su servicio libremente, sin coacción; (b) su servicio reviste cierto carácter cultual, lo cual es evidente en el caso de Moisés, quien, aun en el aspecto sacerdotal, estaba por encima de su propio hermano Aarón, pues fue Moisés quien lo consagró. Bartina hace notar que es el mismo vocablo con que los LXX designan a Moisés en Éxo 14:31; Núm 11:11, Núm 12:7; Deu 3:24; Jos 1:2 y Sabiduría Jos 10:16. Este último libro (Sabiduría de Salomón) no figura en el canon palestinense y, por eso, lo tenemos los evangélicos por apócrifo.

3. Consideración especial requiere la segunda parte del versículo Heb 3:6: «si retenemos (muchos MSS, aunque no los más importantes, añaden: firme hasta el fin) la confianza (gr. parrhesían) y la gloria (lit. jactancia; gr. kaúkhema) de la esperanza (comp. con el v. Heb 3:14)». Estas frases sirven de enlace con la amonestación que sigue (vv. Heb 3:7.). Conforme suenan dichas frases, podría pensar alguno que el autor sagrado pone en duda la seguridad de la salvación del creyente, la cual es doctrina cierta de la Escritura. Lo que el autor sagrado quiere dar a entender es que «el retener la confianza y la esperanza hasta el fin será la demostración evidente de la realidad de la obra de Dios en cada uno» (Trenchard). Así han de entenderse igualmente todas las porciones de la presente epístola que comiencen por la conjunción condicional «si». Abresch (citado por J. Brown) considera confianza y gloria como adjetivos de esperanza, con lo que tendríamos: la esperanza confiada, alentadora, y gloriosa, triunfal (comp. con Rom 8:18; 2Co 4:16-18). «Al creer la verdad, dice J. Brown, los creyentes hebreos habían hecho una pública profesión de su esperanza al someterse al bautismo, y habían sentido entonces que la vida eterna, que era el objeto de su esperanza, hacía que todo objeto del deseo humano que pudiera ser puesto en competición con ella palideciese o desapareciese».

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