Hebreos 4:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Comienza el capítulo con un aviso a evitar la incredulidad a la que se ha referido en Heb 3:19. Dice así (vv. Heb 4:1, Heb 4:2): «Temamos, pues, no sea que, permaneciendo aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca no haberlo alcanzado. Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva (lit. hemos sido evangelizados) como a ellos, pero la palabra que oyeron no les aprovechó, por no ir acompañada de fe (lit. no habiendo sido mezclada con la fe) en los que la oyeron». Notemos los detalles siguientes:

(A) Recordemos que el reposo del que el autor sagrado viene hablando no es la salvación eterna, sino una íntima comunión con Dios, con la satisfacción que comporta el haber llevado a cabo con diligencia una tarea importante (v. el v. Heb 4:4 y comp. con Gén 2:2). Equivale, pues, a la «amplia entrada» que Pedro menciona en 2Pe 1:11 (v. el contexto anterior).

(B) Aunque la salvación no es por obras, ha de manifestarse, de alguna manera, en obras (v. Gál 5:6; Efe 2:10; Stg 2:14). Cuando éstas no se echan de ver, parece (nótese esta palabra) como si la salvación no se hubiese conseguido, o más probable (a mi juicio), como si el reposo espiritual, semejante al reposo de Dios, no se hubiese alcanzado.

(C) Según los MSS más importantes, la última frase del versículo Heb 4:2 debe traducirse del modo siguiente: «… por no estar unidos con la fe a los que escucharon (la palabra)». Los que escucharon, en el incidente que sirve de fondo a toda esta parte de la epístola (v. Núm 14:1-45), fueron Moisés, Aarón, Josué y Caleb. Dice S. Bartina: «Estos jefes del pueblo hubieran llevado al reposo a todos los que a ellos se hubieran unido al aceptar su fe. Ellos en efecto, no sólo meramente oían la palabra anunciada, sino que la habían escuchado (akoúsasin, en aoristo), con el sentido de hacerla suya y aceptarla con la fe y seguirla». Tengamos siempre presente que el objeto de esta fe no era la eficacia de la sangre redentora del Mesías, tipificada en el Cordero Pascual, sino la promesa de entrar en el reposo (en la Tierra Prometida).

2. El autor sagrado pasa a continuación a examinar la condición presente de los cristianos en general, y de los creyentes judíos en particular, con respecto al reposo espiritual, tipificado en el reposo al que Josué iba a introducir al pueblo de Israel. Lo que el autor quiere decir en los versículos Heb 4:3-10 es lo siguiente: Dios prometió a los israelitas el reposo (la entrada en Canaán), según vemos en el versículo Heb 4:1. Sin embargo, algunos no entraron en el reposo (v. Heb 4:5). Para que la promesa de Dios se mantenga firme, a pesar de la incredulidad de muchos, Dios prorroga el plazo para entrar en su reposo (vv. Heb 4:6-10). Los que escucharon la palabra y la creyeron: Moisés, Aarón (aunque estos dos no entraron, por diferente causa, en el Canaán material), Josué, Caleb, etc. (v. Heb 4:2, al final, conforme a los MSS más importantes), fueron como los pioneros en entrar al «reposo». En un plano superior, espiritual, predicho por boca de David (v. Heb 4:7), vamos entrando (gr. eiserkhómetha, presente de indicativo) los que creímos (v. Heb 4:3, lit.), y queda todavía la puerta abierta para todos los israelitas espirituales que escuchen la Palabra de Dios y crean la promesa de entrar en el reposo de Dios (vv. Heb 4:7-10).

3. ¿En qué consiste, pues, el reposo espiritual al que alude el autor sagrado en todos estos versículos? El autor sagrado compara el reposo espiritual del pueblo de Dios al reposo mismo de Dios (vv. Heb 4:4, Heb 4:5, Heb 4:9, Heb 4:10). Que este reposo es, en efecto, espiritual se confirma por el versículo Heb 4:8: «Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría de otro día después de esto». Después de la ya antigua entrada en Canaán, el único reposo que queda es espiritual: «reposo de las obras» (v. Heb 4:10). Además, la invitación a dicho reposo es mientras se dice Hoy, el día fijado de nuevo, después de tanto tiempo (v. Heb 4:7). Sobre el sentido de la frase «reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día» (v. Heb 4:4), dice Ryrie: «Después que la obra de la creación fue terminada, Dios descansó, esto es, disfrutó del sentimiento de satisfacción y reposo que surge de dar cumplimiento a una tarea».

Trenchard ha visto bien al comparar a los que han entrado en reposo con los «espirituales de las epístolas de Pablo»; y a los «desasosegados», como él los llama, «con los carnales». Ahora bien, ¿de qué obras han descansado los creyentes espirituales? Es aquí donde los comentarios no ofrecen una pauta clara. A mi juicio, las obras de las que descansan son las suyas propias, es decir, las hechas según sus propios planes y motivos. Así procede el cristiano carnal, porque, aun cuando está en Cristo, no anda en Cristo ni, por tanto, conforme al espíritu (v. el comentario a Rom 8:1-4 y Col 2:6-7). En cambio, el espiritual, no sólo está en Cristo, sino que anda en Cristo, de forma que sus obras, lo mismo que sus padecimientos, más que suyas, son del Cristo que vive en él y a través de él (v. Gál 2:20; Col 1:24). Y así como Dios está satisfecho, no sólo de la obra de la creación, sino también de la obra de la redención, del mismo modo el cristiano espiritual, de tal forma se satisface en Cristo y en la obra de la redención, que no desea poner de suyo, sino lo que de la gracia y del poder de Dios ha recibido (v. 1Co 15:10; Flp 1:21; Flp 3:7-14).

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