Hebreos 6:13 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Esta sección se divide en tres partes: 1) en los versículos Heb 6:13-15, el autor sagrado expone la promesa hecha a Abraham y cómo la alcanzó él; 2) en los versículos Heb 6:16-18, expone los fundamentos en que se basa nuestra esperanza de alcanzar las promesas divinas; 3) en los versículos Heb 6:19 y Heb 6:20, expone el enlace que hay entre la promesa hecha a Abraham y su cumplimiento en Cristo.

1. Dicen así los versículos Heb 6:13-15 en la NVI: «Cuando Dios hizo su promesa a Abraham, como no había otro ser más grande que Él por quien jurar, juró por sí mismo, diciendo: De seguro que te colmaré de bendiciones y te daré muchos descendientes. Y así, tras de esperar con paciencia, Abraham recibió lo que se le había prometido».

(A) El autor sagrado se está refiriendo, en estos versículos, al momento en que Dios confirmó con juramento (Gén 22:16-18) la promesa que había hecho a Abraham (v. Gén 12:2.; Gén 13:16; Gén 15:5.; Gén 17:3-7, Gén 17:19) de concederle una descendencia numerosa en Isaac. Los hombres juran por Dios, que es mayor que todos (Jua 10:29), pero Dios no tiene otro mayor que Él por quien jurar, por eso se dice aquí que juró por sí mismo («Por mí mismo he jurado», dice en Gén 22:16).

(B) El versículo Heb 6:15 parece presentar una dificultad, pues dice que Abraham «alcanzó la promesa», siendo así que, en Heb 11:13, después de referirse precisamente a Abraham, el autor sagrado dice: «Todos éstos vivieron por fe hasta el día de su muerte, sin haber obtenido las realidades prometidas; sólo las vieron de lejos y las saludaron a distancia» (NVI). Afirma J. Brown que el autor sagrado «creía que los santos patriarcas tenían existencia consciente y disfrute de bendición después de su muerte; pues, mucho después de eso, Dios, que no es el Dios de los muertos, sino de los vivos declaró ser Él mismo su Dios». A mi juicio, es mucho más acertada la opinión de S. Bartina, quien dice que Abraham, al conocer a sus nietos Esaú y Jacob cuando contaba 160 años (pues murió a los 175), «pudo ver el comienzo de la bendición de Jehová en su hijo Isaac, después de esperar la promesa. Pudo ver también en visión profética el día del Mesías, cuando lo vio y se gozó (Jua 8:56)».

2. El versículo Heb 6:16 viene a ampliar la frase «no pudiendo jurar por otro mayor» del versículo Heb 6:13, que ya hemos explicado allí. Añade (v. Heb 6:16) que, una vez interpuesto juramento, toda controversia se acaba, puesto que ambas partes reconocen en Dios, por quien han jurado, la autoridad definitiva, de la que no cabe apelación a ninguna autoridad superior. Quedan, pues, por explicar los versículos Heb 6:17 y Heb 6:18, que dicen así en la NVI: «Y como Dios quería mostrar con la mayor claridad a los herederos de la promesa la naturaleza inmutable de su designio, lo confirmó con un juramento. Dios obró de este modo a fin de que, mediante dos cosas inmutables, en las que es imposible que Dios mienta, cobremos más ánimo nosotros, los que en busca de refugio nos hemos asido fuertemente a la esperanza que tenemos ante nosotros». Notemos los siguientes puntos:

(A) Puesto que un juramento interpuesto en una transacción o en una controversia confirma rotundamente lo tratado, de forma que no cabe mayor claridad ni mayor determinación en que se cumplirá lo prometido o en que es verdad segura lo dicho, Dios interpuso juramento para mostrar con la mayor claridad lo inmutable de su designio (v. Heb 6:17).

(B) El versículo Heb 6:18 añade que, en esa promesa de Gén 22:16-18, hay dos seguridades: «dos cosas inmutables en las que es imposible que Dios mienta», a saber: (a) la promesa, puesto que se basa en la fidelidad de Dios, que es consustancial con su propio Ser: Dios no puede mentir en forma que se desdiga de lo que prometió (comp. con 2Co 1:20); (b) el juramento mismo, pues Dios no puede pensar una cosa y decir la contraria. Él es la Verdad en el pensar, en el decir y en el hacer.

(C) El autor sagrado dice (v. Heb 6:18) que así tenemos más motivos para cobrar ánimo (lit. fuerte estímulo, según la probable versión, aquí, del vocablo griego paráklesin), puesto que no sólo tenemos la promesa y el juramento de Dios, sino también el cumplimiento amplio de la promesa en Cristo (v. los vv. Heb 6:19 y Heb 6:20), pues Cristo es nuestra esperanza de gloria (v. Col 1:27; 1Ti 1:1). Al analizar el sentido del verbo griego kataphugóntes («yendo en busca de refugio»), dice Bartina que «tiene el sentido de huida de algo (del mundo) para refugiarse en otra cosa, que aquí (por lo que sigue) es el puerto de la esperanza». Ese refugio que, según el autor sagrado, ya hemos hallado, nos es declarado en los versículos Heb 6:19 y Heb 6:20.

3. Dicen así dichos versículos en la NVI: «Y tenemos esta esperanza como un áncora firme y segura para nuestra alma. Ella penetra hasta lo íntimo del santuario, hasta detrás del velo, adonde entró Jesús como precursor en favor nuestro, constituido sumo sacerdote para siempre, a semejanza del orden sacerdotal de Melquisedec».

(A) Dice el autor sagrado que la esperanza que tenemos delante es como un áncora firme (gr. asphalé, que no resbala, de donde viene el vocablo castellano «asfalto») y segura (gr. bebaían, término que ya conocemos por otros lugares. Véase en esta misma epístola, Heb 2:2; Heb 3:6, Heb 3:14). Bartina hace notar que «la bella comparación del áncora, que no se encuentra en el Antiguo Testamento, sí se encuentra frecuentemente en el cristianismo para símbolo de la esperanza». Y añade que se halla «en las catacumbas de Priscila unas setenta veces». Tener nuestro barco firmemente anclado, mientras navegamos por el tempestuoso mar de esta vida, es una garantía de seguridad. Esta áncora no puede fijarse en la arena movediza de las cosas de este mundo, inestables y transitorias. Pero si la fijamos en la Roca que es Cristo, no nos deslizaremos ni marcharemos a la deriva (v. Heb 2:1, Heb 2:2).

(B) El áncora esta del alma (es decir, de nuestra persona entera) penetra hasta detrás del velo, es decir, hasta el Lugar Santísimo, hasta el trono de la misericordia y de la gracia, donde ya se halla Jesús (v. Heb 4:14-16). Allá, dice el autor sagrado, entró Jesús como precursor en favor nuestro (v. Heb 6:20).

El griego pródromos significa «el que corre delante de otros». Jesús, en efecto, se adelantó para prepararnos lugar en el cielo (Jua 14:2.), resucitó el primero (1Co 15:20; Col 1:18) y ascendió allá para sentarse a la diestra de Dios (Heb 1:3, al final). Allá entró en favor nuestro, como nuestro intercesor (Heb 7:25) y como nuestro representante (Efe 2:6).

(C) El capítulo termina con una frase similar a la de Heb 5:10, con la que empalma, pues toda la porción que abarca desde Heb 5:11 hasta Heb 6:19 constituye una amonestación parentética.

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