Hechos 13:42 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El objeto del relato que sigue es vindicar a los apóstoles, y en especial a Pablo, de que procedió en este caso con toda la precaución imaginable.

1. Vemos primero que la predicación de Pablo suscitó tal interés que (v. Hch 13:42) los gentiles que asistían a los servicios de la sinagoga les rogaron que el siguiente sábado les hablasen de estas cosas; esto es, del perdón de los pecados y de la justificación por la fe mediante la obra del crucificado y resucitado. ¿Quién se podía negar a partirles el pan a estos hambrientos de la Palabra de Dios? Además, tras aquella misma reunión (v. Hch 13:43), muchos de los judíos y de los prosélitos piadosos (expresión rara, aunque lo más probable es que indique lo mismo que vemos en Hch 2:11; Hch 10:2; Hch 17:4) siguieron a Pablo y a Bernabé, es decir, se convirtieron al Evangelio uniéndose a los discípulos de Cristo. Pablo y Bernabé les persuadían a que perseverasen en la gracia de Dios. Esta frase equivale a la que hallamos en Hch 11:23. A mayor fidelidad, gracia más abundante.

2. Al atender al interés mostrado y a la invitación del v. Hch 13:42, Pablo y Bernabé volvieron al sábado siguiente (v. Hch 13:44) y se reunió casi toda la ciudad para oír la palabra de Dios. Si no se trata de una de las frecuentes hipérboles, no es posible que la sinagoga tuviese cabida para tanta gente. Como en otras ocasiones (v. Hch 13:45), los judíos (probablemente, por boca de los principales de la sinagoga) se llenaron de celos al ver la muchedumbre de gentiles, con su concepto exclusivista de salvación. Llevados de la envidia, contradecían a lo que Pablo decía y blasfemaban, es decir, hablaban mal, insultaban el precioso nombre de nuestro Salvador. Es cosa corriente que, quienes comienzan contradiciendo, al ver que sus argumentos son eficazmente rebatidos, prorrumpan en maldiciones y blasfemias.

3. Ante esto, Pablo y Bernabé pronuncian uno de los juicios más serios de todo el Nuevo Testamento. Para ello, echaron mano de todo el denuedo (v. Hch 13:46, comp. con Hch 4:31) con que el Espíritu Santo los llenaba. El juicio contra los incrédulos judíos es que por desechar la palabra de Dios que a ellos primeramente debía ser anunciada, la labor misionera había de llevarse a cabo, principalmente, entre los gentiles, ya que éstos mostraban mejor disposición. La frase «y no os juzgáis dignos de la vida eterna» ha de entenderse conforme al sentido del griego áxios. No significa que alguien pueda ser digno de la vida eterna en virtud de su mérito o de su esfuerzo, ya que, en este sentido, todos somos indignos de la vida eterna, sino que pronunciaban contra sí mismos el juicio de que no estaban dispuestos a recibir la vida eterna (comp. con Mat 3:8 «frutos dignos de arrepentimiento», es decir, que muestran un arrepentimiento sincero). Por uno de los designios incomprensibles de la providencia de Dios, que Pablo explicará ampliamente en el capítulo Rom 11:1-36 de Romanos, el endurecimiento de los judíos sirvió para que el Evangelio nos llegase más rápidamente a los gentiles (v. Hch 13:47).

4. En contraste con la oposición de los judíos, vemos (v. Hch 13:48) que los gentiles, oyendo esto, se regocijaban y glorificaban la palabra del Señor. Se alegraban sobremanera, puesto que habían hallado la luz, la verdad, el consuelo supremo de la salvación, con el poder que el Espíritu de Dios imparte a los que reciben a Cristo. Sólo los que han pasado por esta bendita experiencia saben lo que es el verdadero gozo y la verdadera felicidad; son, así, los más aptos para glorificar y dar gracias a Dios. El versículo termina diciendo: «Y creyeron (esto es, abrazaron la fe cristiana) todos cuantos estaban destinados a la vida eterna». El verbo griego significa, en su sentido primordial, «poner en orden de batalla». Comenta J. Leal: «Se refiere al llamamiento eficaz, la vocación eficaz a la fe, que es la puerta para la vida eterna» Trenchard observa que «el participio griego tetagmenoi se emplea en los papiros para indicar los inscritos en algún libro o registro … y la misma verdad se expresa por la figura de un rollo o libro de vida, en el que se hallan inscritos los salvos». Cita, entre otros lugares, Flp 4:3, también citado por J. Leal. Dice M. Henry todo es nota del traductor : «Creyeron aquellos a quienes Dios dio gracia para creer. Vinieron a Cristo aquellos a quienes el Padre atrajo y el Espíritu hizo efectivo el llamamiento del Evangelio». Es cierto, con tal de que no se deje a un lado la cooperación humana (siempre con el poder que el Espíritu da) a la gracia de Dios (comp. 1Co 15:10). Más sobre esto, en Hch 17:30, versículo importante para toda esta materia.

5. Como consecuencia de esta aceptación del Evangelio por parte de los que creyeron, vemos (v. Hch 13:49) que la palabra del Señor se difundía por toda aquella región. Los que habían creído hicieron cuanto estaba en su mano para extender la semilla del Evangelio. Estaban tan gozosos de haber sido hechos partícipes de la Buena Noticia, que deseaban comunicar a otros aquello de lo que estaban llenos. Si nos hemos percatado del valor de las almas, del tremendo dilema que representa la salvación o la condenación eternas, y el poder salvífico del Evangelio, no podremos menos de ser «misioneros» con los de cerca y con los de lejos.

6. Pablo y Bernabé, después de sembrar allí la semilla y plantar una iglesia cristiana, salieron para hacer lo mismo en otros lugares. No se nos dice que llevasen a cabo ningún milagro para confirmar la doctrina que predicaban, pero el que tantos paganos abrazasen la fe cristiana bajo la influencia del Espíritu de Dios era la mayor maravilla para aquellos a quienes Dios dispuso para la vida eterna. Los discípulos (v. Hch 13:52) que Pablo y Bernabé habían hecho en Antioquía de Pisidia, estaban llenos de gozo y del Espíritu Santo. Pero los que habían echado las primeras semillas, Pablo y Bernabé, padecieron por ello persecución de parte de los judíos incrédulos (v. Hch 13:50) y tuvieron que marchar pronto a otra parte (v. Hch 13:51). En efecto:

(A) Dichos judíos instigaron a mujeres piadosas y distinguidas y a los principales de la ciudad, provocaron una persecución contra Pablo y Bernabé y los expulsaron de sus confines (v. Hch 13:50). Veamos cada detalle en particular: (a) Los que toman la iniciativa en esta persecución son los judíos, que siempre hacen notar su influencia pues, como observa Trenchard, «siempre han manejado los asuntos financieros de las regiones donde residen». (b) Ellos instigaron a mujeres piadosas, es decir, simpatizantes con la religión judía, y distinguidas, de la alta nobleza de la ciudad, las cuales, según W. Ramsay, «solían destacarse en los asuntos públicos de la ciudad, al ejercer sobre ellos una influencia desconocida en las ciudades de Grecia». (c) Estas mujeres de la nobleza influyeron, a su vez, en sus maridos, los principales de la ciudad. Mediante esta cadena de agentes de Satanás, se produjo la persecución contra Pablo y Bernabé.

(B) La persecución llegó hasta expulsarlos de sus confines (v. (Hch 13:50). No huyeron llevados del miedo, sino arrojados por la violencia. Pero ellos (v. Hch 13:51), conforme al consejo que había dado Jesús, sacudiendo contra los judíos incrédulos e instigadores de la persecución el polvo de sus pies, declararon así que no tenían ya nada que ver con ellos y como detestación de su incredulidad, llegaron a Iconio, se fueron a otra ciudad, y dejaron detrás de sí el testimonio que habían ofrecido con toda buena voluntad, a todos sin distinción ni excepción, la gracia del Evangelio. No se fueron a Iconio a buscar refugio, sino a proseguir su labor.

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