Hechos 15:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Incluso cuando las cosas marchan suavemente es una necedad confiarse demasiado; siempre surge algún asunto desagradable cuando menos se piensa. Pensaríamos que la iglesia de Antioquía de Siria era una iglesia perfecta, pero tal cosa no existe en este mundo. Vemos aquí:

1. Que surge entre ellos una nueva doctrina, que obliga a los convertidos de la gentilidad a someterse a la circuncisión como algo necesario para la salvación (v. Hch 15:1).

(A) Las personas que urgían este punto eran «algunos que venían de Judea». Venían allá porque en Antioquía se hallaba algo así como «el cuartel general» de los que predicaban a los gentiles; y, si podían salirse con la suya aquí, esta levadura se extendería rápidamente por todas las iglesias de los gentiles. Les exigen la circuncisión como una cosa que les faltaba. Quienes han sido bien adoctrinados deben mantenerse siempre en guardia, a fin de que no se les enseñe algo contrario o diferente de lo que han aprendido.

(B) El requisito que pusieron delante de ellos era que, si los gentiles que se convertían a la fe de Cristo no se circuncidaban conforme al rito de Moisés, no podían ser salvos (v. Hch 15:1). Muchos judíos que habían abrazado la fe de Cristo continuaban todavía siendo celosos por la ley (Hch 21:20). Sabían que la Ley había sido dada por Dios mismo y habían sido educados en ella desde la niñez. Se les permitía seguir siendo observantes de la Ley, porque los prejuicios de la educación no se pueden borrar de un golpe. Pero esta consideración que los líderes de Jerusalén tenían con ellos les sirvió para querer imponer a los convertidos de la gentilidad las mismas obligaciones que ellos observaban. Los hombres estamos inclinados a intentar imponer como norma obligatoria a los demás nuestras opiniones y prácticas, y a concluir que, puesto que obramos correctamente, todos los que no obran como nosotros obran mal. Estos «judaizantes», como se les suele llamar, se aferraban todavía a su exclusivismo nacionalista; por eso, sostenían que los gentiles podían salvarse mediante la fe, si, pero haciéndose en realidad «prosélitos» del judaísmo.

2. Pablo y Bernabé se percataron enseguida de que, en este asunto, se trataba de un punto fundamental del cristianismo y se opusieron con toda firmeza a los judaizantes (v. Hch 15:2): «tuvieron una discusión y contienda no pequeña con ellos». Sabían que Cristo había venido para librarnos del yugo de la ley dada a los judíos y, por tanto, no estaban dispuestos a contemporizar con estos intrusos. Se les había predicado a los gentiles en todos los lugares que, para ser salvos, sólo necesitaban poner su fe en Jesucristo y no iban a desdecirse ahora, pues el Evangelio de Cristo no es «Sí» y «No» (2Co 1:19).

3. La medida tomada por la iglesia de Antioquía para sanar esta herida. Decidieron que subiesen Pablo y Bernabé, y algunos otros de ellos, a Jerusalén, a los apóstoles y los ancianos, para tratar esta cuestión (v. Hch 15:2). Puesto que estos judaizantes habían venido de Jerusalén, así verían si habían recibido alguna instrucción de los líderes de aquella iglesia a este respecto. Resultó (v. Hch 15:24) que no habían recibido de allí ninguna orden sobre ello. Además, con la consulta a los apóstoles y a los ancianos de Jerusalén, los que habían sido adoctrinados falsamente estarían más prestos a permanecer firmes en la enseñanza recibida, si los líderes de Jerusalén estaban de acuerdo con sus propios líderes de Antioquía.

4. La iglesia de Antioquía proveyó a Pablo y a Bernabé de todo lo necesario para el viaje, según lectura probable del versículo Hch 15:3, y les deseó éxito en su viaje. Ellos no perdieron el tiempo por el camino, pues visitaban las iglesias de Fenicia y Samaria, relatando con todo detalle la conversión de los gentiles; y causaban gran gozo a todos los hermanos. Todos los sinceros hermanos en Cristo se alegran cuando un nuevo miembro se añade a la familia, pues la familia cristiana no se hace jamás pobre por el aumento de hermanos y hermanas. En Cristo hay porción más que suficiente para todos.

5. La buena acogida que recibieron en Jerusalén (v. Hch 15:4): «Fueron recibidos por la iglesia y los apóstoles y los ancianos». Los recibieron con sinceras expresiones de amor fraternal, y ellos, a su vez, llenaron de gozo a los hermanos de Jerusalén, pues les refirieron todas la cosas que Dios había hecho con ellos, es decir, el ministerio que habían ejercido entre los gentiles: Habían plantado al ir, y habían regado al volver, pero atribuyen a Dios el incremento de la obra.

6. La oposición que encontraron en la propia Jerusalén (v. Hch 15:5): «Pero algunos de la secta de los fariseos que habían creído, se levantaron diciendo: Se debe circuncidarlos y mandarles que guarden la ley de Moisés». Por donde vemos que el partido de los judaizantes no se contentaba con imponer la circuncisión, sino también, en consecuencia con lo que el rito significaba para el pacto de Dios con Israel, la observancia de toda la ley mosaica. No tenemos motivo para dudar de que estos fariseos habían abrazado sinceramente la fe cristiana, pero les resultaba muy difícil deshacerse de sus prejuicios legalistas.

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